Nota del editor: John MacIntosh fue socio de una firma global de capital privado, donde trabajó de 1994 a 2006 en Nueva York, Tokio y Londres. Ahora dirige una organización sin fines de lucro en Nueva York. Las opiniones expresadas en este artículo son de su propia responsabilidad.
(CNN) – Querido señor Jack Dorsey:
Le pido disculpas por apelar a usted directamente, pero usted es el coinventor de Twitter y el país necesita de su ayuda. Estoy seguro de que ya está lo suficientemente ocupado con ser el consejero general de Twitter y Square y todo lo demás. Y reconozco que recientemente ha tomado algunas medidas positivas para combatir contenido odioso y abusivo.
Pero, le guste o no, debe asumir un nuevo y más importante trabajo: reducir la amenaza existencial planteada por nuestro nuevo presidente, que tiene a Twitter como arma.
Es un hecho bastante malo el que su invención influyera de tal manera en las elecciones, suprime la discusión y el debate, y le permite al gobierno pasar por alto a una prensa que, como Steve Bannon reconoce, es la única oposición verdadera. Pero lo peor es que en las manos del nuevo presidente, Twitter ha mutado de un juguete de 140 caracteres para la distracción de las masas a un arma potencialmente letal de destrucción masiva que representa un peligro claro y presente para todos nosotros.
Según lo veo, hay muchas razones tolerables, aunque decepcionantes, por las que nuestra civilización imperfecta podría encontrar un final inoportuno. Algunos, como un asteroide o una pandemia, están en gran medida fuera de nuestro control, mientras que otros como la catástrofe climática, o un error físico energético nanotecnológico y de bioingeniería son autoinfligidos. Pero la aniquilación por el uso de Twitter no es una de ellas. De hecho, esta sería muy absurda. Si “el disparo oído alrededor del mundo” señaló el inicio de la Guerra Revolucionaria en Estados Unidos, un “tuit oído alrededor del mundo” podría comenzar algo mucho más sangriento. E incluso los partidarios de Trump deben reconocer en privado que un “tuit nuclear” lanzado por Trump es una posibilidad muy real.
Pero, para ser claro, no es porque Trump sea un temerario que no debería tener acceso al poder pleno y desenfrenado de Twitter sin ningún tipo de contrapesos, si no porque nadie con su tipo de poder debería hacerlo.
¿Quién de nosotros tiene el autocontrol para evitar enviar un tuit ocasional que lamentamos? ¿Quién no podría causar estragos si tuviera legiones de seguidores celosos, un puñado de potencias extranjeras nerviosas (todas ellas con poderío nuclear), y cientos de leales miembros del “apparatchik” (aparato) que respaldan cada cosa que se diga en esos 140 caracteres?
Entonces, ¿qué puede hacer usted? Lo más fácil sería simplemente desactivar sus cuentas bajo la acusación de romper repetidamente sus reglas, que establecen claramente que los tuits no pueden ser utilizados para estimular actividades ilegales, hacer o promover amenazas violentas, acosar a otros o publicar información privada.
Y puesto que Twitter no es una utilidad pública, nada impide que usted tire abajo la clavija tuitera del presidente. No hay ninguna “libertad de tuitear” en la Primera Enmienda. No hay “derecho a enviar tuits” en la Segunda.
Pero desconectar al presidente lo expondría a una animadversión personal y política insoportable de parte del gobierno, así como a un público furioso que ya no sería capaz de oír los hechos, alternativos o de otro tipo, directamente de parte del comandante tuitero.
Y se les debería permitir oírlo de él directamente, incluso en esas raras situaciones en las que un posible tuit pueda causar una guerra, incitar a un motín, fomentar la ruptura de la ley o, de otra manera, crear un pandemonio. (Cortar el cable también sería malo para los negocios y, como compañía que cotiza en bolsa, Twitter debe armonizar cuidadosamente los intereses financieros de sus accionistas con el interés más general de la humanidad en supervivencia).
Así que permítame sugerirle una alternativa: la Comisión Bipartidista sobre los Tuits Presidenciales.
Aquí le expongo cómo debería funcionar:
1. Que Twitter inserte un retraso en todos los tuits de Trump, así como se hace en las transmisiones de televisión en vivo. Durante el retraso, un panel de tres comisionados (uno demócrata, uno republicano y otro independiente), determinan si sería o no seguro lanzar el tuit. (Se requeriría una nómina de doce personas para que haga este control las 24 horas del día, siete días de la semana, y en cuatro turnos de a tres).
2. Cualquier comisionado podría bloquear cualquier tuit o solicitar una prueba adicional de que en realidad es el presidente de Twitter y no un hacker, terrorista o bromista el que ha secuestrado sus cuentas.
3. Si un tuit fuera bloqueado, Trump tendría una explicación de por qué se ha tomado esa acción (“el tuit es ilegal/podría interpretarse como una declaración de guerra/viola directamente la Constitución, etc.”).
4. Trump podría volver a enviar un tuit bloqueado después de un período de cinco minutos de “enfriamiento” durante el cual sus más fuertes sentimientos ya se han calmado. Pero si todavía quiere insultar a diestra y siniestra, puede someter el tuit a reconsideración.
5. Un tuit reenviado sólo podría ser bloqueado tras el acuerdo unánime entre los tres comisionados.
6. La identidad de los comisionados en cualquier turno dado se mantendría en secreto. No habría registro de la votación.
7. La comisión sería inmunizada del proceso político por ser una organización independiente bajo la figura del código federal 501c3, financiada igualmente por ciudadanos interesados de izquierda (¿George Soros?) y la derecha (¿The Kochs?).
¿Funcionará esto? Quién sabe. Pero uno no puede quedarse ocioso mientras cada mañana y cada noche, solo en la Casa Blanca, viendo la televisión con su invención en la mano, el presidente está a sólo un tuit mal aconsejado de enviarnos al abismo. (Las cosas podrían ser peores, al menos él es abstemio).
Frente a esta amenaza existencial, los partidarios y oponentes de Trump deben unirse sin importar cuán vehementemente discrepamos mientras vivimos. Usted creó el genio, ahora ayúdenos de nuevo a regresarlo a la botella.