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Unos premios Oscar no tan blancos
03:10 - Fuente: CNN

(CNN) – Durante años los conservadores han despotricado sobre las tendencias liberales de Hollywood, citando con regocijo la reducción de la sintonía en las transmisiones de los premios como prueba de que las personas fueron desmotivadas por las lecturas cívicas de celebridades privilegiadas.

Aún así, mientras la industria se prepara para lo que podría ser una de las emisiones más políticas de los Premios Oscar de las que se tenga memoria, el riesgo de perder audiencias por esa dinámica parece mínimo, si sirve de guía lo que ha sido la trayectoria de lo que se conoce como “temporada de premios” hasta ahora.

En este punto, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, que presenta los Oscar, y la cadena ABC, que los transmite, deberían tener poco que temer en términos de ahuyentar a los posibles espectadores. Esto se debe a que la sintonía de aquellos que probablemente serían disuadidos de desconectarse de la emisión al oír a los actores participar en la batalla política es una fórmula que tiene que estar muy bien preparada.

Los premios anteriores a los Oscar que se han televisado este año –como los Globo de Oro, los Screen Actors Guild Awards y más recientemente los Grammy– no han pagado ningún precio, pese a las denuncias hechas en pleno escenario contra el gobierno de Trump. Al final de cada noche, el arrebato de Stephen Colbert antes del programa de Jimmy Fallon, “The Tonight Show”, parece estar directamente relacionado con su status de ser una fuente a la cual acudir en busca de insultos para Donald Trump.

Los Premios de la Academia, sin duda, proporcionan una plataforma mucho más grande, superados únicamente por las fases finales del fútbol americano en cuanto eventos televisados anuales se trata. Sin embargo, la audiencia de los Oscar ha ido disminuyendo a lo largo de los años, alcanzando unos 34,4 millones de espectadores en 2016, el número más bajo desde 2008. Esta cifra se puede atribuir a numerosos factores, incluyendo el exceso de ceremonias de premios, un mercado de contenido más fragmentado y una división entre las películas que son nominadas y los éxitos de taquilla que más gente ve.

Indudablemente, la política también ha desempeñado un rol importante en ello y también es cierto que una gran parte del público es hostil frente a Hollywood. Es sólo que tras una dieta constante de política en los discursos de aceptación y la condena conservadora resulta difícil imaginar a muchas personas sorprendidas por ver referencias a la realidad entrometidas en esta oda anual de hacer creer y glamour.

Las películas de The Avengers podrán no ser políticas, pero cualquiera que esté poniendo atención sabe que la mayoría de sus estrellas estuvieron fuertemente a favor de Hillary Clinton. Lo mismo en el caso de actores como Meryl Streep y Robert De Niro, que no han sido tímidos a la hora de manifestar sus puntos de vista.

Ante eso, aquellos que miran los Oscar no pueden fingir convincentemente el choque de ser sometidos a las opiniones liberales. Si eres un conservador que aún no ha renunciado a la transmisión con esos mensajes político, es probable que no te importe mucho, que disfrutes ser ofendido o simplemente que quieres saber lo que Rush Limbaugh y “Fox & Friends” estarán lamentando el lunes por la mañana.

Por su parte, los líderes de la comunidad del entretenimiento se han vuelto menos quisquillosos que en el pasado, cuando las manifestaciones políticas en los Oscar produjeron molestias y preocupaciones.

Cuando el director de un documental condenó la Guerra de Vietnam en 1975, posteriormente el anfitrión de esa edición, Frank Sinatra, leyó una disculpa que enfatizaba que la academia “no era responsable por ninguna referencia política hecha en el programa”.

En 2003, el discurso de aceptación de Michael Moore –en el que atacó al gobierno de Bush por la guerra de Irak– desencadenó una mezcla de abucheos y alabanzas dentro del auditorio, así como el intento del anfitrión Steve Martin de calmar la situación con humor.

Por el contrario, durante los Grammys el productor Ken Ehrlich salió antes del espectáculo e invitó a los ganadores a que durante la transmisión dijeran “algo importante, lo esperamos”.

Lo mismo es aparentemente cierto sobre los anunciantes, un grupo históricamente asustadizo cuando se trata de la controversia. El diario Los Angeles Times informó que ABC vendió todo su inventario de anuncios –a precios más altos que el año pasado– y que quienes compran en medios están preparados para que los discursos políticos sean parte de la transmisión.

La temporada de premios ya ha reflejado el activismo y el retroceso de la comunidad de entretenimiento y artes frente a los resultados de las elecciones del año pasado. A pesar de la reputación algo cautelosa de sus organizadores, los Oscar prometen no ser la excepción.

Así que pese a la alfombra roja y los elegantes trajes, espera unos cuantos codos retóricos afilados. Y aquellos que con una inversión en el rendimiento de sintonía del espectáculo probablemente están preparados para dejar que las fichas, y las calificaciones, caigan donde puedan.