Peatones cerca de Westminster observan el operativo policial en la zona.

(CNN) – Seis grandes autobuses rojos parados en el puente. Muy cerca, dos taxis negros, también vacíos. Ningún pasajero, no hay conductores, no hay peatones.

Esto no es normal. Es más bien lo contrario a lo normal. Este es el Puente de Westminster, que conecta el Parlamento de Gran Bretaña con el South Bank, donde los turistas hacen fila para subirse a la noria London Eye.

Normalmente, y más una tarde de primavera, la zona está llena de visitantes, locales y, de vez en cuando, algún parlamentario.

Poco a poco, el ruido va inundando el ambiente, una cacofonía de sirenas y caos.

Esto es Londres tras un ataque terrorista. Un atacante aún sin identificar embistió a peatones en el popular, antes de estrellarse contra la valla del Parlamento, el corazón de la vida política británica. El agresor continuó de pie con su ataque, matando a puñaladas a un oficial de policía antes de ser abatido por los agentes.

Cuatro personas murieron, entre ellas el atacante. Al menos 40 resultaron heridas, según las autoridades.

“Vi un coche, el crujido de coche frenando. Pensé que el chico tal vez había tenido un ataque al corazón o algo así”, dijo Rob Lyon, de 34 años, a CNN. “Golpeó varias personas. Salté hacia la carretera, (mis) colegas saltaron al otro lado, hacia el Támesis, pero aguantaron, por suerte”.

Lyon fue testigo del asalto en Westminster, mientras él y sus colegas estaban caminando por el puente. Dice que esperaba que el coche chocara contra la pared del puente pero siguió, embistiendo deliberadamente a los peatones en la acera.

“Me quedé en estado de shock y vi una carnicería alrededor”.

Describe cómo inicialmente se quedó helado en el lugar; la mujer frente a él gravemente herida. Se quitó la chaqueta para ofrecérsela como almohada, mientras otros trataban de ayudar.

La policía apresuradamente empieza a acordonar la zona y bloquear el centro del Londres.

Les pide a los que trabajan cerca que regresen a sus edificios o salgan de la zona; multitudes de turistas son conducidos por agentes. A pesar del sol, sigue siendo un día frío de marzo.

Fuera de la Abadía de Westminster, la icónica catedral gótica en la que se celebran las glamurosas bodas reales como la del príncipe Guillermo y Catalina en 2011, está Craig Meichan, un estudiante de 20 años, de la ciudad de Ormskirk, cerca de Liverpool. Había quedado con cuatro amigos.

Meichan, junto con otras 15 personas, acababa de salir del Parlamento, una parada del itinerario de su viaje de la universidad. Ahora está en busca de sus amigos desaparecidos.

Cuando los gritos y sirenas llenaron el aire, Meichan dice que su grupo se separó en tres. No sabía dónde estaba su tutora; espera que haya quedado encerrada en el interior del edificio. Dice que le preocupa que algunos de sus amigos hayan ido hacia el puente para tomar fotos.

“La policía empezó a gritar y comenzaron a acordonar la zona”.

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“Estoy un poco aturdido, nunca esperas que esto te ocurra a ti”, explica, con sus manos temblorosas.

Dos helicópteros revolotean por encima del puente de Westminster. Las sirenas siguen en la distancia.

Muchas personas salieron temprano del trabajo. A pocas calles, caminan los estudiantes de la exclusiva escuela de Westminster, fácilmente identificables por sus uniformes. Afuera de los bares sólo hay un tema de conversación.

Con cinta roja y azul bloqueando todos los caminos en las inmediaciones, los transeúntes tienen dificultades para encontrar una ruta alternativa a casa. Muchos escriben en sus teléfonos mensajes de texto llaman a sus seres queridos.

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A medida que cae la noche en Londres, hacemos nuestro camino a través del puente de Lambeth, en el otro extremo de la zona de Westminster. Es el único lugar cercano por el que se puede el río hacia el sur.

Los vehículos de emergencias continúan pasando cada pocos minutos.

Hay ambulancias estacionadas en el extremo sur del Puente de Westminster y en frente de St. Thomas’ Hospital.

Los detalles irán emergiendo en las próximas horas y días. Pero las emociones ya se están transformando de la conmoción a la ira.

El primer pensamiento de Rob Lyon fue volver a casa junto a su esposa, en Rugby, en el centro de Inglaterra, pero después de escuchar que el incidente fue un ataque terrorista probablemente él, desafiante, permanezca en la ciudad para continuar su viaje de negocios.

“Al principio creo que estaba conmocionado, hablé emocionado con mi esposa”, dice.

“Creo que estoy en una fase de ira porque alguien deliberadamente condujo un coche hacia mí.

“Estoy seguro de que va a llegar más conmoción”.