El día en que nació la hija de Yajaira —el 16 de abril de 2016—, apenas unas horas después del parto, la tierra se movió en Pedernales, Ecuador, y las paredes se empezaron a caer. Yajaira, asustada, solo pensaba en su hija recién nacida, a la que por poco le cae un muro encima. Pero la niña sobrevivió de milagro —dice ella— y por eso sólo se podía llamar así, Milagro.
Pero el milagro no es —no solo es— que ella haya sobrevivido ese día, ni la noche en que estuvieron a la intemperie en una loma rezando para que no se viniera la marea y que las réplicas no acabaran de destruir el pueblo, sino que haya resistido 12 meses en albergues, en una situación extraordinaria y con condiciones precarias, y esté a punto de cumplir un año completamente sana, al lado de su mamá, su hermana y sus abuelos.
Milagro Saraí es como Pedernales: un lugar que a pesar de la tragedia se levanta y sonríe un año después.
Vida en un día de muerte
La historia de Yajaira Altafulla y su hija Milagro se hizo famosa por cuenta de un parto que iba a ser una estadística más en un pueblo en la costa central de Ecuador del que ya los turistas poco se acordaban, pero que terminó siendo una buena noticia en las horas más dolorosas del país. La bebé nació a las 3:45 a.m. y Yajaira, soltera, de 24 años, volvió a su casa feliz con su segunda hija en brazos.
Medio día después ocurrió el sismo. Eran las 6:58 p.m. y Milagro, que apenas empezaba a enterarse de lo que era el mundo, debutaba en la vida en medio de un sacudón. Se fue la luz. Yajaira la protegió mientras veía cómo se caían las paredes en medio de la oscuridad.
“Mi casa se caída todita. Toda la pared donde yo estaba con Milagro me caía por la espalda, pero no me hizo nada. La niña la puse debajo de mi cuerpo y no le pasó nada. La pared se hundió. Fatal”, recuerda.
En la confusión, la familia entró a ver si estaban bien. Una de las hermanas de Yajaira cargó a Milagro envuelta en una sábana. Mikeila, su hija mayor, estaba con su abuelo. Ella también estaba bien. Era todo lo que Yajaira necesitaba saber.
De ahí, la familia salió apresurada de su casa en el barrio Boca de Cachina hacia un lugar alto para que no se los llevaran las olas de un tsunami que por fortuna nunca llegó.
“No sabíamos para dónde irnos. Dónde correr”.
Desde arriba vieron las casas destruidas, el pueblo demolido. Y ella solo se preguntaba: “¿Por qué, Dios, por qué nos has castigado con esto? Yo recién parida con mi hija ¿a dónde voy a ir?”.
“De acordarme me dan ganas hasta de llorar. Pero tengo que se fuerte por mis hijas”, dice Yajaira, un año después.
“¡Mamá, mamá, temblor! ¡Abrázame!”
Yajaira y sus hijas pequeñas han vivido desde entonces en un lugar distinto a casa, en carpas. Primero en la escuela 31 de Marzo, luego en el albergue Divino Niño.
Yajaira se levanta a las 6 a.m. para ir a recoger el desayuno. Luego arregla la carpa. A las 10 a.m. baña a las niñas. A las 12:30 p.m. les da el almuerzo. Comen una merienda a las 5:30 p.m. Así se le va el día, cuidando a sus hijas y a la espera de una casa nueva.
Han soportado el frío, las enfermedades y la reciente temporada de lluvias. Milagro, fiel ha su nombre, solo ha padecido gripe. Pero su hermana no la ha pasado tan bien. “En los primeros días del terremoto Mikeila estuvo muy enferma”, dice Yajaira. La hija mayor no se ha adaptado a la vida en una carpa y un miedo la persigue: el temblor.
“Si Mikeila escucha un ruido, un viento, dice ‘¡Mamá, mamá, temblor ¡Abrázame!’”.
“Ella quedó como traumada”, asegura la madre, que muchas noches —confiesa— no sabe qué hacer.
“La hace recordar como lo que sucedió el primer día”.
Después de un año, las carpas ya están destruidas, dice Yajaira. Con el viento se abren y tiene que poner piedras para que no se alcen y entre la lluvia.
Es difícil, reconoce, criar dos niñas pequeñas en esas condiciones. “Pero la vida sigue”.
Un año de cambio para Pedernales, pero no para Yajaira
Desde el albergue han visto cómo su pueblo ha cambiado, para bien.
Poco a poco Pedernales —epicentro del sismo y, después de Manta, la población donde más gente murió— se ha recuperado y la reconstrucción tras el sismo está transformándolo en un lugar mejor.
“Pedernales ha cambiado demasiado. Ya no es el Pedernales que conocíamos de antes. Los turistas casi ya no venían aquí en los feriados. Me he dado cuenta que en los (recientes) feriados hubo bastante cantidad de turistas, y todos extranjeros”.
En la actualidad se realizan obras de tubería para que Pedernales cuente con servicio de agua potable ininterrumpido para el segundo semestre 2017. En noviembre pasado inauguraron el camal —matadero— municipal con maquinaria nueva y certificada. En enero el cantón recibió de la vicepresidencia y del Sistema Integrado de Seguridad una ambulancia nueva para la atención de emergencias y este año iniciaron las obras para la construcción del parque de Jerónima III. Pedernales se renueva y, según sus pobladores, está quedando mejor que antes. No hay mal que por bien no venga.
“No imagino, si no hubiera pasado esto, cómo estaríamos todavía, ahí vemos un cambio total”, confiesa Yajaira. Y lo dice con anhelo: las casas que están construyendo —una de las cuales espera recibir ella— “están muy lindas”, dice.
¿Cuándo será su turno?
FOTOS | Yajaira y Milagro, símbolo de la esperanza en Ecuador
“Supuestamente, no estoy segura, nos la van a dar el 16 (de abril), el mismo domingo. Nos van a dar casitas. En una casa van vivir cuatro familias: dos arriba y dos abajo”.
En los reasentamientos La Chorrera y Pedernales I serán reubicadas más de 500 familias que actualmente están en el albergue donde están Yajaira y su familia.
Falta poco, así se lo prometieron. Lo más duro ya pasó. “Si ya aguanté tantos meses tengo que aguantar hasta que me den mi casa. Lo que más quiero es que me den algo dónde vivir con mis hijas”.
Cuando Milagro cumpla 15 años
Yajaira Altafulla les agradece sobre todo a sus padres por toda la ayuda durante este año para mantener a sus niñas. Intentó trabajar, pero ha optado por cuidarlas en estos meses cruciales. Espera, una vez que tenga vivienda, trabajar y entrar a la universidad.
Es optimista, tiene que ser fuerte. “La vida sigue, tenemos que seguir adelante todos aquí en Pedernales, sigamos luchando. Vamos a hacer una nueva vida. Que no solo pensemos en lo que pasó el 16 de abril. Eso ya es el pasado”, dice.
Pero hay algo de ese 16 de abril que no puede olvidar. Ve a su hija menor y se convence de que es un regalo de Dios. “Ya pasó un año… (ese día) me va a hacer recordar el día de su nacimiento. Para mí es un milagro que mi hija haya vivido”.
En las noches, cuando las niñas duermen, Yajaira descansa y se queda pensando: ¿cómo será el día de los 15 años de Milagro?
“Es algo extraño. Ahí nos vamos a acordar que nació el 16 de abril, el día de la tragedia, del terremoto… tengo que explicarle muchas cosas a ella”.
Quizá no necesite acordarse de ese día, sino de ahora, un año después, cuando reciba su casa y vea a Milagro sonreír, otra vez.
Agradecimiento a Najwa Mekki de Unicef