Viareggio, Italia (CNN) – El viaje inaugural del Aurora —un nuevo superyate de aluminio de 48 metros y 26,6 millones de dólares dado a conocer la semana pasada en Viareggio, Italia— duró menos de una hora y cubrió una humilde distancia de 500 metros.
También tuvo lugar enteramente en tierra, cuando las 320 toneladas del barco fueron puestas sobre plataformas móviles controladas por control remoto que lo llevaron desde el cobertizo donde fue construido hasta el borde del Mar Mediterráneo.
Ver una imponente embarcación como el Aurora pasando a través de las oscuras calles de la desaliñada ciudad costera, deteniendo el tráfico y evitando estrellarse con una farola, genera un sentimiento surrealista y de alguna manera desorientador. Pero para aquellos que están más inmersos en el mundo de los yates hechos a la medida, el surrealismo es tal vez la norma.
“Viareggio es famoso por esta razón”, dice Federico Rossi, jefe de operaciones de Rossinavi, la compañía familiar que construyó el Aurora. “Nuestra tradición es ver embarcaciones que vayan por la ciudad durante la noche”.
Jóvenes compradores milénicos
Lo que no es una tradición es la edad del comprador del Aurora. El más reciente integrante del exclusivo mundo de los propietarios de yates —quien, aunque estuvo presente para la inauguración donde se mezcló con invitados, desea estar en el anonimato— tiene solo 30 años de edad.
“Generalmente, el cliente tiene está entre los 55 y 70 años”, explica el propio Rossi, de 39 años. “La familia Rossi se enorgullece en satisfacer a todos los clientes, aunque estén 25 años fuera del rango de edad o no”.
El poder adquisitivo del comprador del Aurora —que es oriundo de Suiza— llena el perfil del típico cliente de Rossinavi. Su edad es la excepción más notable y también marca un potencial punto de inflexión para la empresa.
Una investigación hecha por Rossinavi sugiere que los propietarios promedio de los yates son cada vez más jóvenes; la empresa cree que esto podría cambiar en los próximos 20 años donde habría más compradores en sus 30 años.
El año pasado, la compañía hizo una sociedad con la Universidad Internacional de Mónaco para investigar cómo podrían lucir los yates para los millennials, enfocándose en el impacto medioambiental, implementación de nueva tecnología, preocupaciones por la seguridad y estéticas actualizadas.
Aunque sabe que los superyates para los milénicos es un nicho en la ya de por sí industria de nicho, Federico está entusiasmado por saber lo que podría significar ese mercado para su compañía.
“Los yates son un mercado conservador. Las personas generalmente quieren el mismo barco: clásico”, dice. “Los milénicos están acostumbrados a salirse de los límites generales. Para nosotros es una gran oportunidad: los astilleros que puedan tomar esta demografía en consideración son solo los que construyen buques personalizados”.
Herencia familiar
El Aurora es el segundo de tres superyates extravagantes que están listos para entregar este año a clientes de Rossinavi. El astillero tiene raíces de 1980, cuando los hermanos Claudio y Paride Rossi trabajaban como subcontratistas, ensamblando barcos de pasajeros a nombre de otros constructores en una encarnación previa a su negocio, bajo el nombre de Fratelli Rossi.
En 2007 empezaron a tomar comisiones de sus propios clientes. A excepción del codiseño y coingeniería de algunas piezas y elementos ocasionales con compañías como Rolls Royce, los botes de lujo de Rossinavi son completamente hechos en casa.
Los accesorios son usualmente formados a partir de una sola pieza de aluminio o acero, “como Miguel Ángel”, según lo describe un artesano del taller de la compañía.
Claudio es copropietario y director ejecutivo de la rebautizada marca Rossinavi. Paride aún es el copropietario y uno de los trabajadores entre los que están un puñado de hermanos, sobrinas y sobrinos enlistados para mantener la empresa en funciones.
Como jefe de operaciones desde 2010, Federico —hijo de Claudio— también es la cara de la compañía.
La creación de cada barco le toma entre dos y tres años en completar y pasa por varias manos en el tándem Rossi antes de que la versión final sea entregada al cliente.
“Somos muy unidos”, dice Federico. “Es una buena familia”.
Típicamente, el proceso empieza cuando los prospectos de compradores se acercan a Rossinavi con una idea del tamaño y el tipo de barco que quieren. Rossinavi recluta a un arquitecto naval de fuera de la compañía para que se asegure de que el barco pueda tener los requerimientos técnicos como velocidad, alcance y propulsión, según las preferencias del cliente.
Solo barcos de primera categoría
Los diseños exteriores e interiores vienen después. A veces la misma persona o firma se encarga de ambos deberes, y usualmente ellos son seleccionados de un grupo de colaboradores frecuentes, como Fulvio de Simoni, Tommaso Spadolini o el equipo de diseño de Venice.
“Si el cliente dice ‘tengo mi propio diseñador para los interiores’, lo aceptamos”, asegura Gabriele Zucconi, “consultor histórico” de Rossinavi que ha conocido a la familia Rossi desde que Claudio tenía solo 15 años. “[Pero], debo decir, eso no nos alegra mucho”.
Una vez se finalizan los planes y se negocia una tarifa (los planes del Aurora tardaron cuatro meses en terminar) inicia la construcción en una de las propiedades frente al mar de Rossinavi en Viareggio o en su lugar de trabajo en la cercana Pisa.
Federico puede pensar solamente en una instancia en la que podría rechazar completamente a un cliente.
“Cuando me piden hacer un barco espartano”, dice. “Me temo que en el mercado se reconoce un barco espartano como un barco barato. Preferimos mantener nuestro mercado y decir ‘no, no es posible’”.
Es un juego justo y los clientes vienen a jugarlo. Dado el precio que puede ir de 26,6 a 53,2 millones de dólares, más los gastos de mantenimiento anuales que la compañía estima pueden ser aproximadamente el 10% del precio de la venta, Federico explica que lo que necesitan tener los clientes en el banco es una cifra de al menos 106 millones de dólares en activos líquidos.
Por ejemplo, el costo de volver a pintar completamente un barco de 70 metros, puede llegar a unos 4,26 millones de dólares, incluyendo la mano de obra.
“Una persona que pueda comprar un juguete de miles de dólares se supone que es alguien que conoce el mercado y sabe cómo manejarlo”, dice Zucconni.
“Generalmente hablando, estás tratando con personas exitosas (que son) conscientes de que son exitosas”. Zucconi describe a un cliente que pagó 127.000 dólares para comprar e instalar un televisor Sony plasma en su yate, y luego adicionó otros 120.000 dólares en un piano Steinway de segunda mano.
“Te digo que cuando estamos hablando de juguetes, son realmente juguetes”, agrega.
No es que Rossinavi esté en peligro de quedarse sin clientes potenciales ansiosos por tener un pasatiempo costoso. La compañía ha recibido encargos de Luca Barilla, un cliente usual de Rossinavi que lidera el imperio de pasta Barilla; Mario Sbarro, de la famosa pizzería Sbarro; de magnates italianos y de un surtido internacional de empresarios de Rusia, la India y Alemania.
Por ahora, más allá de la clientela más joven, Rossinavi también está en proceso de construir un barco diseñado para navegar tanto en aguas caribeñas como árticas, más barcos que puedan superar 230 pies de largo y otros con capacidad de atravesar el pacífico y el atlántico.
Federico dice que ninguno de esos requerimientos técnicos vendrá a expensas del nivel de comodidad que los propietarios y sus pasajeros le solicitan a Rossinavi.
“El lujo para nosotros es tener un artillero a disposición del cliente”, dice.
“El próximo será el mejor”, agrega.