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¿Es verdad todo lo que se dice sobre el vudú?
02:33 - Fuente: CNN

Millery Polyné es haitiano-estadounidense, profesor de la Escuela Gallatin de la Universidad de Nueva York, enseña historia afroamericana y del Caribe. Elizabeth McAlister es profesora de religión y estudios afroamericanos en la Universidad Wesleyan, especializada en el vudú haitiano. Las opiniones expresadas aquí por los autores son solo de ellos.

(CNN) – Recuerdo vivamente cuando salía caminando de un cine en Boston, a los 14 años, y sentí que mi nacionalidad haitiana, mi negrura y mi fe habían sido agredidas.

Me reí incómodamente mientras reconstruía escenas de The Serpent and the Rainbow (La serpiente y el arcoiris), una película de horror de Wes Craven, de 1988, filmada en Haití y que alcanzó un estatus de culto dentro del género.

“Te quiero escuchar gritando”, me dijo un amigo con un falso acento haitiano. “No dejes que me entierren, yo no estoy muerto”, fue mi respuesta, imitando los gestos macabros de un zombie. Después de 90 minutos de sentirme fascinado pero incómodo, confundido pero entretenido, ahí estaba yo, un joven haitiano-estadounidense que, como el intelectual Frantz Fanon dijo alguna vez, “sentía el peso de su melanina”.

La serpiente y el arcoiris fue la primera vez que vi a Haití y al vudú en la pantalla grande. La película se estrenó mientras miles de haitianos llegaban a las costas de la Florida, huyendo de la crisis económica y política, y estableció prejuicios pseudo-científicos como que los haitianos eran agentes de la muerte pues eran portadores del sida. 

Rodeado por un grupo de amigos multiculturales, intranquilo con mi cuerpo y la consciencia de mi mismo, seguí caminando juguetonamente como un zombie, distorsionando una religión de la que en realidad no sabía nada o sabía muy poco.

Sucede que hay razones tanto para los injustos estereotipos sobre el vudú –su ortografía correcta, en la lengua original, es vodou– como para las historias que lo produjeron.

Todo se reduce a las fuerzas gemelas del colonialismo y del racismo.

Una fe que nació de la esclavitud

El vudú es una creación de los descendientes de esclavos africanos llevados a Haití (entonces llamado Santo Domingo) que fueron convertidos por misioneros católicos romanos en los siglos XVI y XVII.

El vudú comparte muchas cosas con el cristianismo y los iniciados en el vudú deben ser, de hecho, católicos romanos. El Dios cristiano se entiende como el creador del mundo, y el creador de los espíritus que ayudan a gobernar la humanidad y la naturaleza.

Pero el vudú se aparta del cristianismo en cómo entiende el cosmos.

En el vudú no existen el cielo ni el infierno.

Sin embargo, el vudú se aparta del cristianismo en la forma en que entiende el cosmos. En el vudú no existen el cielo ni el infierno.

Nosotros, los humanos, somos simplemente espíritus que habitamos en un cuerpo físico el mundo visible. Otras fuerzas espirituales pueblan el mundo que no vemos. Los ancestros también son parte del mundo de los espíritus y pueden guiar a sus niños a través de los sueños y de señales. Todos esos espíritus viven en una tierra mítica llamada Ginen (o Ginea), una África cósmica.

Históricamente, el vudú ha sido una religión emancipadora a la que recurrían los esclavos cuando eran maltratados brutalmente.

Por esa razón, los franceses dueños de esclavos consideraban al vudú como una amenaza y por eso también ha sido groseramente distorsionado por colonialistas blancos y políticos haitianos, así como por líderes espirituales.

De hecho, los espíritus del vudú inspiraron la revolución en contra de los colonizadores franceses en Haití hace más de 200 años, por la que Haití se convirtió en la segunda nación independiente de América después de Estados Unidos y en la primera en abolir la esclavitud.

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El vudú es una religión monoteísta, es decir que cree en un solo dios.

Fue durante un encuentro religioso y político que esclavos africanos y criollos organizaron una insurrección contra los dueños de plantaciones en agosto de 1791. Esa famosa reunión nocturna –conocida como la ceremonia de Bois Caïman– fue una tremenda hazaña de organización estratégica, dado que unió a los africanos de las distintas plantaciones y a diversos grupos étnicos.

En esa ceremonia clandestina, un líder llamado Dutty Boukman dirigió un juramento para luchar por la libertad. Y una sacerdotisa llamada Cecile Fatiman consagró el voto cuando les pidió protección a los espíritus ancestrales africanos durante la batalla que vendría. Debajo de un árbol, ella sacrificó a un cerdo negro como ofrenda a los espíritus.

Dos semanas después, los rebeldes les prendieron fuego a los cultivos y envenenaron los pozos de agua, lo que dio inicio a la revolución.

Los dueños de esclavos en toda América, aterrados, reaccionaron reprimiendo con mucha más fuerza todas las prácticas religiosas inspiradas en África. Hicieron circular historias que vinculaban a la religión con sangre y violencia, imágenes que perduran hasta hoy.

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La satanización del vudú

Las imágenes exóticas y negativas sobre el vudú reaparecieron cuando Estados Unidos expandió su influencia en el Caribe, durante el siglo XX. Estados Unidos ocupó Haití y otros siete países caribeños entre 1898 y 1934. Los estadounidenses tenían en la mira a Haití para desarrollo industrial y tecnológico y como lugar para explotar mano de obra.

Las representaciones distorsionadas del vudú se volvieron un arma política para apoyar el control de Estados Unidos. Durante la ocupación de EE.UU., los practicantes del vudú fueron retratados como caníbales y fieles del demonio, y fueron relacionados con los ciudadanos más pobres de Haití, que resistían la invasión extranjera.

Recientemente, algunos evangélicos cristianos han vuelto a vender la idea de que los espíritus del vudú son demonios que trabajan para el diablo.

El teniente de Estados Unidos Faustin Wirkus llegó tan lejos, que hasta se nombró como gobernador de una pequeña isla. En sus memorias de 1931, The White King of La Gonave, Wirkus escribe: “Tenemos órdenes desde el cuartel general… de hacer un informe que nos lleve a tomar medidas punitivas penales contra todos los sacerdotes y sacerdotisas del vudú”.

“El culto del vudú es el vehículo de la magia negra, la blasfemia y la traición a Haití”.

Con el paso de los años, los estadounidenses destruyeron sistemáticamente los templos del vudú, los tambores sagrados y los altares, y reprimieron de manera violenta a los antiimperalistas haitianos.

Una letanía de libros y películas creados durante la ocupación de Estados Unidos dibujaron imágenes racistas de haitianos y del vudú, que todavía orientan nuestras percepciones sobre Haití y la manera en que tratamos a ese país.

Películas como White Zombie (1932) y I Walked With a Zombie (1943) tomaron la realidad de la mano de obra explotada en el Caribe y fabricaron una figura mítica que hoy sigue estando en el centro del género del horror en el cine.

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El ritual se realiza en Souvenance, un suburbio de la ciudad de Gonaïves, ubicado 171 kilómetros al norte de Puerto Príncipe.

Recientemente, algunos evangélicos cristianos han vuelto a vender la idea de que los espíritus del vudú son demonios que trabajan para el diablo.

Para los evangélicos, la razón por la que Haití ha sufrido una larga historia de inestabilidad política y pobreza económica es porque el diablo tiene poseído a ese país. Los evangélicos quieren convertir a todos los haitianos en protestantes.

Cuando Pat Robertson afirmó de manera indignante que el terremoto del 2010 ocurrió porque los haitianos habían hecho “un pacto con el diablo”, durante la ceremonia de Bois Caïman en 1791, solo estaba repitiendo como un loro ideas que ya estaban en circulación.

Al relacionar al vudú típicamente inspirado en África directamente con el diablo, Robertson y otros evangélicos han construido una teología que es racista e intolerante.

Los practicantes del vudú no ven a los espíritus de su familia como demonios. Para ellos, esa reformulación de la religión haitiana como algo diabólico es una jugada peligrosa que alimenta el conflicto y los más oscuros y reales problemas de Haití: la explotación por parte de poderes extranjeros, la corrupción política, el colapso de la agricultura, la escasez de médicos y la constante representación del vudú haitiano como algo siniestro.