(CNN) – Hace más de cuatro décadas, cinco hombres irrumpieron en el cuartel general del Comité Nacional Demócrata en Washington, desencadenando una serie de acciones que tumbaron al presidente republicano Richard Nixon.
Lo que se conoció como el escándalo de Watergate descubrió un intrincado rastro de comportamiento deshonesto que llegó directo a la Casa Blanca. El robo y el escándalo consiguiente condujeron a la única renuncia de un presidente de Estados Unidos, cambiaron la política estadounidense para siempre y se convirtieron en sinónimo de la corrupción del gobierno.
La irrupción
El 17 de junio de 1972, la policía arrestó a cinco hombres que intentaban extraer y robar documentos de la sede del Comité Nacional Demócrata en el complejo de Watergate en Washington.
Uno de esos hombres, James McCord Jr., era el jefe de seguridad del comité para la reelección del entonces presidente.
Los sospechosos fueron encontrados con una serie de artículos, incluyendo objetos para forzar cerraduras, billetes de 100 dólares con series secuenciadas y un receptor de onda corta que podría interceptar las llamadas de la policía, según informó en ese entonces The Washington Post.
La Casa Blanca se distanció de los ladrones, e inicialmente el escándalo no enredó a Nixon. Fue reelegido en noviembre tras la competencia contra su rival demócrata, el senador George McGovern. Pero meses después de su posesión, los periodistas y las investigaciones del Congreso comenzaron a reconstruir los detalles del escándalo, apuntando a la participación de la Casa Blanca.
“Garganta profunda”
Los periodistas del Washington Post Carl Bernstein y Bob Woodward comenzaron a reportar sobre el asunto después del robo. Con la ayuda de una fuente conocida como “Garganta Profunda”, más tarde identificada como el oficial del FBI Mark Felt, escribieron una serie de artículos importantes sobre el escándalo de Watergate.
“No se trataba de un robo, una única irrupción”, le dijo Bernstein a CNN en el 2003. “Se trataba de un patrón de actividades ilegales que involucraba golpear físicamente a miembros de la oposición política, robando sus memorandos, interviniendo las líneas de los opositores políticos, irrumpiendo en las oficinas de psiquiatras, bombardeando centros de pensamiento”.
Meses después del robo, algunos de los ladrones se declararon culpables y fueron condenados por conspiración y otros cargos.
La carta
Pero un puñado de periodistas, junto con el juez John Sirica, que presidió los juicios de los ladrones, percibió que había más en la historia. En marzo de 1973, el juez publicó una carta escrita por McCord en la que dijo que los funcionarios de la Casa Blanca habían presionado a los acusados para que se declararan culpables.
Mientras el escándalo explotó, Nixon y sus ayudantes fueron sospechosos de obstrucción a la justicia al planear usar a la CIA para detener la investigación del FBI.
Algunos funcionarios del gobierno de Nixon fueron posteriormente condenados por cargos relacionados con Watergate. Entre ellos estaban John Mitchell, presidente de campaña de Nixon y secretario de Justicia; el exjefe de Gabinete de la Casa Blanca, H. R. Haldeman; John Dean, abogado de la Casa Blanca, y John Ehrlichman, su asesor de política nacional.
‘Masacre del sábado en la noche’
Aunque el juicio por robo había terminado, las consecuencias del escándalo estaban apenas empezando. El Senado votó a favor de crear un comité de investigación especial para examinar Watergate. El 13 de julio de 1973, un asistente de la Casa Blanca le dijo a los miembros del comité del Senado que Nixon había grabado todas sus conversaciones en la Oficina Oval.
Se produjo una batalla por la publicación de las cintas grabadas después del robo.
Archibald Cox, quien fue nombrado fiscal especial de Watergate, pidió la divulgación de las las cintas. Nixon se negó a entregarlas. En lo que se conoció como la “Masacre del sábado en la noche”, el procurador general Robert Bork despidió a Cox por orden de Nixon.
Bork lo hizo después de que el secretario de Justicia, Elliot Richardson, y el subprocurador, William Ruckelshaus, renunciaran en lugar de obedecer la orden de Nixon de despedir al fiscal especial.
Renuncia
Tras los despidos, los pedidos de juicio político a Nixon aumentaron. Más tarde, la Casa Blanca acordó divulgar algunas de las cintas solicitadas, pero una tenía una misteriosa brecha de 18 minutos. En abril de 1974, la Casa Blanca publicó más de 1.200 páginas de transcripciones editadas de las cintas de la Oficina Oval. Pero se negó a entregar las cintas reales, citando el privilegio ejecutivo.
El 24 de julio de 1974, la Corte Suprema de Estados Unidos le ordenó a la Casa Blanca que entregara grabaciones en cinta de las conversaciones de la Casa Blanca.
Nixon publicó las cintas, entre ellas la así llamada arma humeante, en la que se demostró que intentó usar a la CIA para bloquear la investigación del FBI sobre el robo.
La cinta conectó a Nixon directamente con el robo, un hecho que había negado durante mucho tiempo. Su apoyo en el Congreso desapareció y el Comité Judicial de la Cámara aprobó tres artículos de juicio político en su contra.
El 9 de agosto, Nixon renunció sin admitir ninguna culpabilidad. “Recuerda siempre que otros te odian, pero los que te odian no ganan a menos que los odies, y luego te destruyes”, dijo en su discurso de despedida al personal de la Casa Blanca.
El perdón
El vicepresidente Gerald Ford fue juramentado inmediatamente después de la partida de Nixon. “Nuestra larga pesadilla nacional ha terminado”, dijo a la nación.
Un mes más tarde, el nuevo presidente perdonó a Nixon, quien expresó “pesar y dolor por la angustia que mis errores sobre Watergate” habían causado a la nación y a la presidencia.
“Una cosa que puedo ver claramente ahora es que me equivoqué al no actuar de manera más decisiva y más directa en lo relacionado con Watergate, particularmente cuando llegó a la etapa de procedimientos judiciales y pasó de ser un escándalo político a una tragedia nacional”, dijo Nixon al aceptar el indulto.