(CNN) – Era una práctica terriblemente dolorosa que desfiguró los pies de millones de niñas y mujeres chinas por siglos: las ataduras o vendas en sus plantas.
Se pensaba que los diminutos pies de “loto dorado” –que se conseguían a través de quebrar los dedos y los arcos de las niñas al atarlos a la planta del pie con tela– eran el pasaporte a un mejor matrimonio y una mejor forma de vida.
“Desde el punto de vista convencional (los pies vendados) existían para complacer a los hombres. Se creía que ellos eran atraídos por los pies pequeños”, explicó Laurel Bossen, coautora del nuevo libro Bound feet, Young hands (Pies vendados, manos jóvenes).
Sin embargo, la investigación de Bossen sugiere que esta costumbre ha sido ampliamente malinterpretada.
Las niñas que tenían sus pies vendados no llevaban una vida de belleza ociosa, sino que más bien servían a un propósito económico crucial, especialmente en el campo, donde niñas pequeñas desde los siete años tejían y trabajaban con sus manos, añadió Bossen.
La práctica de vendar los pies persistió durante tanto tiempo porque tenía una razón económica evidente: era una manera de asegurarse que las niñas y jóvenes permanecieran sentadas y ayudaran a fabricar productos como hilados, telas, esteras, zapatos y redes de pesca de los que dependían las familias para obtener ingresos. Y hasta a ellas se les dijo que estas labores les asegurarías más probabilidades de casarse.
Bossen sostiene que las mujeres no eran tímidas frente a hablar o mostrar sus pies vendados. Un hecho que despierta escepticismo en la coautora acerca de que se tratara de un fetiche cargado eróticamente.
“Distorsión de la historia”
“Es necesario conectar las manos y los pies. Las mujeres con pies vendados desempeñaron importantes trabajos manuales en casa dentro las industrias artesanales. La imagen de ellas como trofeos sexuales ociosos es una seria distorsión de la historia”, argumentó Bossen.
De tal manera que la práctica de vendar los pies persistió porque aseguraba que las niñas jóvenes permanecieran sentadas y trabajaran en tareas aburridas y sedentarias por muchas horas cada día, insistió la coautora. Una situación que, continuó, terminó sólo cuando las telas manufacturadas y las importaciones extranjeras eliminaron el valor económico del trabajo manual.
Bossen, profesora emérita de antropología en la Universidad McGill de Montreal y Hill Gates, que ocupa el mismo puesto en la Universidad Central de Michigan, entrevistaron a un poco menos de 1.800 mujeres ancianas de varias localidades en la China rural: la última generación con los pies vendados. El objetivo de los investigadores era precisar cuándo y por qué la práctica empezó a morir.
Uno de sus hallazgos fue que los pies vendados permanecieron por más tiempo en las zonas donde todavía había sentido económico en producir mercancías en casa como la tela. De ahí que esta tradición también haya comenzado a declinar solamente cuando estuvieron disponibles alternativas manufacturadas más baratas en estas regiones.
Las niñas comenzaban las labores de hilado a mano entre los seis y los siete años, prácticamente a la misma edad en que sus pies eran vendados. Las mujeres con las que hablaron Bossen y Gates hicieron la conexión entre los dos hechos.
“Mi madre me vendó los pies cuando tenía cerca de 10 años. Y alrededor de esa edad comencé a producir algodón. Cada vez que ella ataba mis pies, me dolía hasta sacarme lágrimas”, les narró a los investigadores una mujer que nació en 1933.
La práctica de los pies vendados se remonta a la dinastía Song (960-1279) y se fue extendiendo primero de los círculos de la corte a las élites ricas para, finalmente, llegar de la ciudad al campo. Durante el siglo XIX la tradición ya era común en toda China.
Empezó a desaparecer en los primeros años del siglo XX. Un hecho generalmente atribuido a las campañas ideológicas que condujeron misioneros y reformadores, con los movimientos posteriores del gobierno nacionalista y después de los comunistas para prohibir la práctica.
Bossen indicó que habló con mujeres nacidas hasta los años 40, cuyos pies fueron vendados por un corto período de tiempo.
¿Lecciones para luchar contra la mutilación genital?
Para Bossen su investigación ofrece lecciones importantes para la lucha moderna contra otras costumbres que le hacen daño a las mujeres y las niñas, como la mutilación genital femenina.
Algunos académicos como Gerry Mackie y Kwame Anthony Appiah han extraído aprendizajes de la erradicación de los pies vendados y trataron de aplicarlos a la mutilación genital. Ellos creen que esta práctica podría acabarse con campañas educativas y con grupos que expliquen el daño que genera la tradición.
Sin embargo, Bossen consideran que ellos podrían estar en el camino equivocado. Su investigación sugiere que los factores económicos, y no las campañas realizadas por grupos religiosos y reformadores, fueron los que le dieron la estocada final a los pies vendados.
“Es más difícil verle un lado económico (a la mutilación genital)”, reconoció. “Pero no se puede mirar la experiencia de los pies vendados y concluir que una campaña ideológica será eficaz”.