Kailia Deliz, de 5 años, recibe su premio en efectivo por ganar el concurso de belleza "Summer Fun" del condado de Ventura en 2011.

(CNN) – Es una fiesta del 4 de julio en 1993. Una joven de 18 años, perdida en sus pensamientos, se sienta junto a una piscina aguamarina cerca a la ciudad de Los Ángeles. Un inmaculado vendaje quirúrgico atraviesa su cara, de la ceja al labio superior. Su nombre es Lindsey.

“Yo quería operarme la nariz desde que tenía 12 años”, reflexiona. La mayoría de sus amigas de la escuela ya se hicieron alguna cirugía plástica: aumento o reducción de senos, remoción de grasa, narices perfiladas. La imagen de Lindsey nos revela que ella finalmente alcanzó lo que deseaba de corazón. Ahora, tres días después de la operación, ¿se siente feliz? Es difícil de afirmar.

La reportera gráfica de California Lauren Greenfield, quien capturó esta escena, se ha dedicado a documentar el “sueño americano” en todas sus versiones durante los últimos 25 años… o un poco más. Con la obsesión de un adicto al trabajo, a Greenfield la ha fascinado la riqueza, la fama y lo que ella misma llama “la influencia de la opulencia”, es decir, cómo las personas tratan de imitar el estilo de vida de los millonarios.

Su producción es prodigiosa: unos 300 ensayos fotográficos para revistas y periódicos a través de los extremos de la cultura del consumo: “bling, famosos y narcisismo”.

El archivo de Greenfield, que se compone de más de 500.000 fotografías, ha sido condensado en una obra de 600 imágenes: Generation Wealth (Generación de la Riqueza). Un libro de lujo envuelto de forma seductora en seda de color dorado que se vende al por menor en considerables 75 dólares.

Y parece oportuno. Como la reportera gráfica destaca fríamente en su introducción: ”Ahora vivimos en una sociedad en la que nuestro principal servidor público es un empresario de bienes raíces y una estrella de reality, que reside en un penthouse ubicado en el piso 66 con su nombre inscrito y decorado al estilo de Luis XIV, con techos pintados en oro de 24 quilates, paredes de mármol y columnas corintias”.

“Fiesta en la cubierta del Titanic”

"Yo quería operarme la nariz desde que tenía doce años”, le confesó Lindsey a Lauren Greenfield.

El libro es, con franqueza, demasiado pesado para leer. Greenfield lo pone en la mesa, mientras pasa sus 500 o más páginas y señala algunas imágenes.

La participante de concursos de belleza, Eden Wood, de seis años de edad, es una visión rosada y diminuta de las celebridades en 2011. Sus vestidos cuestan más de 3.500 dólares. Fortuitamente, Greenfield fotografió a Eden justo cuando estaba a punto de retirarse de las competencias (tras haber ganado 200 títulos) para concentrarse en desarrollar una muñeca parecida a ella y en un programa de reality llamado “Eden’s World” (El mundo de Eden). (Si estás interesado, puedes ver en línea el tráiler de 2012. “¡Soy Eden Wood, la diva!”, grita la niña)

En varias páginas, Suzanne Rogers –filántropa, miembro de la alta sociedad canadiense y esposa de un multimillonario–, de 40 años, está usando zapatos y bolsos de Hermes. Las imágenes fueron tomadas en su casa de Toronto durante 2010, mientras ella posaba de pie, con los ojos abiertos y radiante, en medio de sus armarios “de estación”. Cada caja de zapatos incluye una fotografía del zapato que lleva adentro, para una fácil identificación. El ícono de estilo de Suzanne (al menos en 2010) era el personaje Truly Scrumptious de la película Chitty Chitty Bang Bang. (¿Y quien soy yo para burlarme? ¿Cuántos hombres han fantaseado con ser James Bond, otra cremación de Ian Fleming?).

Los hombres presumen su riqueza en nuestras narices. Durante una ceremonia de premios musicales en Los Ángeles, en 2004, el rapero y productor Lil Jon mostró sus dientes y dejó ver los incisivos centrales envueltos en una parrilla de diamantes y platino que supuestamente cuesta 50.000 dólares.

Cuando tomó sus vacaciones en St. Barts, el director de la franquicia Rush Hour, Brett Ratner, de 29 años, lucía como si acabara de ganar la lotería: su sonrisa era tan amplia como la tarjeta platino de Amex pegada en su frente. Su amigo agita un fajo de billetes de 100 dólares justo en frente del lente de Greenfield.

Esta fotógrafa asegura que sólo hasta la crisis financiera de 2008 entendió el tema subyacente de su trabajo. “Habíamos perdido nuestra brújula moral y estábamos de fiesta en la cubierta del Titanic”, explicó.

Greenfield cree que ha estado documentando un cambio fundamental en la sociedad de Estados Unidos. En el pasado, los estadounidenses solían compararse a sí mismos con sus vecinos y aspiraban a ser el vecino que tenía un poco más. Pero los programas de reality ha cambiado todo eso. “Conocemos mejor a los personajes de televisión que a nuestros vecinos y aspiramos a tener lo que tienen los primeros”, insistió la fotoreportera.

(Inevitablemente, no se puede escapar de las Kardashians. Revisando su archivo, Greenfield se sorprendió al descubrir que en 1992 le había tomado una foto a una Kim Kardashian de 12 años y a su hermana Kourtney, de 13, durante un baile en Bel Air, Los Ángeles. Según la revista Forbes, el programa “Keeping up With the Kardashians” le generó 122 millones de dólares sólo el año pasado a la familia).

La realidad de los ricos

Todos quieren tener un mejor cuerpo, mejor ropa, mejor carro, una casa más grande, una piscina y vivir en una comunidad cerrada en el sol de California, Las Vegas y Florida.

Un informe de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos, publicado en 2017, reveló que el año pasado los estadounidenses gastaron 16.400 millones de dólares en cirugía plástica estética frente a los 9.400 millones de dólares que pagaron en 2005. Además, según la Oficina del Censo de Estados Unidos, en un periodo de 30 años –de 1983 a 2013– la casa promedio en Estados Unidos se ha expandido de 160,2 metros cuadrados a 241,3 metros cuadrados. Situación que ha generado una deuda hipotecaria nacional de 8,63 billones al 31 de marzo de 2017, de acuerdo a la Reserva Federal.

Suzanne Rogers en su armario “de estación" closet en 2010.

Greenfield compara la crisis de la vivienda estadounidense con “visitar las ruinas arqueológicas”. En una imagen sorprendente, tres jóvenes universitarios están junto a la piscina en el Valle de San Joaquín en California, en 2012. Uno de ellos se encuentra dentro la piscina, cerca al extremo profundo, las manos en dentro de sus jeans. No hay agua en la construcción. Él y sus amigos están alquilando una propiedad recobrada: una mansión de 390 metros cuadrados, con siete dormitorios y jacuzzi.

Aunque Greenfield está más interesada en aquellos que aspiran a ser ricos, a lo largo del libro aparecen dispersas las celebridades inevitables: Donatella Versace, Karl Lagerfeld, Elton John, Imelda Marcos. Dentro de un estudio de televisión de Nueva York en 2005, la fallecida comediante (y reina de la cirugía plástica) Joan Rivers está sosteniendo su lápiz labial mientras espera que Martha Stewart, gurú de estilo de vida, la entreviste.

Generation Wealth también está llena de objetos de deseo: un coche deportivo Chrysler Crossfire cubierto de polvo y abandonado en el aeropuerto de Dubai, después de que su propietario huyera aparentemente; una cartera de edición limitada con cristales Swarovski incrustados y en forma de una caja llena de papas fritas de McDonald’s y un inodoro de oro sólido en una joyería en Hong Kong. Este es un baño por el que la gente hace fila para ver: les gusta sentarse en el trono y tomar selfies.

Terminé nuestra entrevista preguntándole a Greenfield que tan extendida cree ella que está la “generación de la riqueza”.

“La realidad está justo delante de nosotros”, fue la respuesta contundente.

Generation Wealth de Lauren Greenfield, publicada por Phaidon, ya está a la venta.