Nota del editor: Nic Robertson es el editor diplomático de CNN Internacional. Las opiniones expresadas en este artículo son de su propia responsabilidad.
(CNN) – Ha sido una semana feroz en Londres, con poco resguardo del sol o de las noticias.
En nuestro presente ciclo de eventos de actualidad (desde los ataques terroristas en Gran Bretaña hasta el trágico incendio en la Torre Grenfell, desde la política interna hasta la incertidumbre política en el exterior) el flujo de noticias se siente tan implacable como no lo he visto por un buen tiempo.
No todas las noticias han sido de última hora.
Esta semana, Gran Bretaña comenzó su largo viaje hacia la salida de la Unión Europea, la primera vez que el proyecto europeo construido después de la Segunda Guerra Mundial se ha reducido.
Todo el mundo sabía que esto iba a llegar, pero su impacto es de repente más inquietante a medida que se dan ya las negociaciones en el plano real.
Algunas noticias han sido más inesperadas, como la de un barco de guerra estadounidense que se estrelló contra un buque de contenedores civiles en aguas japonesas, hecho en el que murieron siete soldados del país norteamericano.
Pero entonces volvimos a los ataques terroristas. Comenzaron el lunes en Londres, luego uno en París apenas doce horas después, luego otro en Bruselas 24 horas después de eso y en Flint, Michigan, el día después.
Tantas noticias, tantos ataques tan frecuentes están haciendo que nuestro comportamiento esté cambiando de la sorpresa ante el terrorismo inesperado a ver cómo respondemos ante que esta sea la nueva normalidad.
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Pero uno de los aspectos más impactantes en todo esto es la rapidez con que nos acostumbramos a todas estas noticias.
El resultado es que vivimos en tiempos frágiles e impredecibles.
No estoy diciendo que un tropiezo descuidado rompa toda la vajilla. Más bien que debemos esperar que algunos utensilios de cocina se dañen mientras avanzamos.
En parte, esa vajilla es vulnerable porque la envoltura de la burbuja global con la cual el compromiso político estadounidense protegió al mundo ha desparecido súbitamente.
De hecho, hay tanta conmoción interna en Washington que el mundo está dejando de prestar atención.
A medida que la política estadounidense desciende hacia una vertiginosa serie de investigaciones que se vuelven cada vez más complicadas para una audiencia internacional, las preguntas sobre el caos han dejado al presidente Donald Trump con las manos atadas y al resto del mundo encogiéndose de hombros.
Hasta que la Casa Blanca empiece a recobrar el sentido de nuevo, tendremos que acostumbrarnos a tratar con nuestros propios problemas por nosotros mismos.
Mientras tanto, la noticias siguen produciéndose.
En Arabia Saudita, la promoción esta semana del hijo del rey Salman a príncipe heredero solidifica su poder ya significativo en la región.
Este movimiento se produce mientras las tensiones con Irán (que se avivan activamente) y una guerra en Yemen (que él comenzó) se convierten en amenazantes nubes en el horizonte cercano.
Y luego está la crisis diplomática en Qatar, país con el que los sauditas y sus aliados regionales han cortado todos los lazos, ya que lo acusan de financiar el terrorismo, entre otras cosas. A juzgar por la lista de demandas que acaba de enviarse a Qatar, la situación no muestra ningún signo de tener fin en el corto plazo.
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Qatar afirma que está bajo asedio de los saudíes y sus aliados en el Golfo. Esto ha llevado a que se llenen las estanterías de los supermercados con suministros provenientes de Irán. Los saudíes dicen que están aislando a Qatar. El secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, está mirando los toros desde la barrera, pero ha llegado tarde a la fiesta y apenas se escucha entre el barullo regional.
Cualquiera que sea la semántica, las serias tensiones que no existían hace unas semanas están aumentando.
Al mismo tiempo, Estados Unidos ha derribado un primer avión de la fuerza aérea siria, aumentando las tensiones con los patrocinadores de Bashar al Assad en el Kremlin.
Ya tienes el panorama: el clima no es lo único que podría hacer que esto se enfríe.
Corea del Norte, en los labios de todos por estos días, ha aumentado este año su ritmo de desafiantes lanzamientos de misiles, haciendo que incluso el potencial final del mundo se sienta más normal. Sin embargo, esta semana los norcoreanos se superaron a sí mismos. Otto Warmbier, un estudiante estadounidense al que habían encarcelado por presuntamente robar un símbolo político, regresó a casa tan brutalizado que su pobre familia apenas lo recibió antes de ser declarado muerto.
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Al principio de su presidencia, Trump había hablado duro sobre Corea del Norte. Él aún descarga su contra el régimen de Pyongyang, pero la cabeza de vapor que había estado construyendo ha resultado ser sólo aire caliente.
La Casa Blanca no es responsable de todos los males del mundo, ni se debe esperar que se convierta en un médico global que cure al planeta, pero su ausencia de la sala de trauma es cada vez más evidente. Hay un montón de cabos sueltos, cabos sueltos que los gobiernos anteriores trataron de atar.
Durante un tiempo, el ataque de misiles de Trump contra la unidad de guerra química de al Assad en abril pareció presagiar un compromiso serio en Siria, también posiblemente una implicación política.
Pero en los meses posteriores, el compromiso político ha estado ausente. El músculo militar está tomando el relevo de donde la diplomacia una vez lideró el camino.
La ausencia de la diplomacia parece haber llevado al derribo esta semana de un avión de combate sirio fabricado en Rusia cerca de las fuerzas sirias apoyadas por Estados Unidos en Raqqa. Como era de esperar, esto hizo poco para facilitar las relaciones de Estados Unidos con Rusia.
A su vez, atraer la ira de Rusia en Siria parece haber precipitado una nueva erupción de amenazas de aviones rusos sobre activos militares estadounidenses, así como aparentes provocaciones del espacio aéreo de la OTAN por parte de aviones rusos.
Al igual que con Afganistán, asunto sobre el cual Trump le ha dado entregado órdenes militares a sus generales, su política sobre Siria comienza a parecer ausente de dirección política. La lógica militar está dictando cada movimiento. Esta no es la búsqueda política de la paz, lo que siempre fue el mantra de Obama.
Podría ser significativo que esta meseta de noticias llegue a poco de la primera gira internacional de Trump como presidente por Arabia Saudita, Israel, la Ribera Occidental, Roma, Bruselas y finalmente Sicilia.
Trump fue impresionado por los sauditas, según lo dijo él mismo. ¿Pero podría ser que interpretó erróneamente la cálida bienvenida con alfombra roja, en lugar de ver un juego de poder regional que sugieren los sucesos posteriores, como todo lo de Qatar y el nuevo príncipe heredero saudita?
Y en Bruselas, donde se reunió con los aliados de la OTAN, lo que Trump pudo haber visto como un desaire (Emmanuel Macron abrazando a Angela Merkel antes que él) podría ser uno de los signos según los cuales los europeos prefieren arreglar sus asuntos por su propia cuenta.
Si esto es así, la reunión del G7 en Sicilia cimentó la grieta: Trump, a los ojos de sus socios globales, estaba en otro planeta.
Pero incluso en Europa, las cosas no están muy claras. El choque electoral de Theresa May se produjo justo antes de que Macron consolidara su sorpresiva presidencia con ganancias aún más sorprendentes en las elecciones parlamentarias francesas.
Que los dos resultados parecían impensables hace apenas unos meses subraya la inclinación del ciclo de noticias normal hacia la inestabilidad.
El rápido ritmo de las noticias está creando nuevas líneas globales de poder. Un nuevo equilibrio está emergiendo mientras que Europa se esmera para batallar contra el Brexit y Oriente Medio se prepara para una nueva generación de liderazgo, sin que Estados Unidos haga algo significativo para reclamar algo del futuro.