(CNN) – Después de un sorpresivo ataque de militantes afines a ISIS, que capturaron la ciudad filipina de Marawi, el mes pasado, cientos de miles de sus residentes están huyendo del horror de la vida bajo el control de los yihadistas, un horror agravado por una implacable campaña de bombardeos de las Fuerzas Armadas de Filipinas.
Con los ecos del impacto de ISIS en las comunidades de Iraq y Siria, miles lo han dejando todo para escapar de las garras de los militantes.
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Aunque la mayoría encontró refugio con familiares y amigos en las ciudades y pueblos de los alrededores, miles de personas fueron clasificadas como desplazados internos y están sin un techo, confinados en campamentos.
Estas son algunas de sus historias:
“Nuestros hogares quizá ya sean cenizas”
A Gute Umpa, de 70 años, ver la bandera negra de ISIS lo llenó de temor cuando jóvenes militantes desfilaron por su barrio, Barangay Dubduban, en los últimos días y frenéticos días de mayo.
Eran jóvenes, dice, adolescentes o de veintipocos. Estaban bien equipados y parecían profesionales, pero él no podía entender por qué musulmanes atacarían a otros musulmanes, sobre todo en esta época del año.
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“Es terrible. Nos atacarían durante el ramadán”, dijo. “Por lo que pasó, no podemos celebrar el Eid”.
Dos días después de que iniciaron los combates, llamó a un sobrino que trabajaba en el campus de Marawi de la Universidad Estatal de Mindanao y tenía una moto.
Llevándose poco con él -había enviado a su familia el día anterior- huyó en la parte posterior de la moto hacia el campamento de desplazados en la Escuela Nacional de Pesca en Barangay Buruan, en la cercana Iligan, el 25 de mayo. Dijo que vio varios cadáveres en la carretera mientras dejaba la ciudad humeante y en ruinas.
Umpa vive en el campamento desde entonces y, aunque está convencido de que la familia y sus amigos están a salvo, no está tan seguro sobre su propiedad. “Me temo que nuestros hogares y propiedades ya son cenizas”, dijo.
“No voy a volver a Marawi nunca más”
Rohayma Macarimbor, de 55 años, está sentada en una pequeña silla de plástico entre el bullicio y el ajetreo del centro de desplazados en Barangay María Cristina, Iligan. Cuando habla de lo que fue huir de la ciudad que ha sido su hogar durante 20 años, las lágrimas corren por sus mejillas.
Permaneció en Marawi durante tres días después de que comenzaron los enfrentamientos, cuenta, pero en medio del intercambio de disparos y advertencias de ataques aéreos de las fuerzas armadas, decidió que había llegado el momento de salir.
Macarimbor, junto con sus vecinos, huyó a pie, arrastrando sus inflamados tobillos lentamente a lo largo de 17 kilómetros, hasta que llegó a un lugar seguro.
Al huir se encontraron con un camión lleno de militantes de ISIS, en su mayoría hombres de entre 30 y 40 años, pero, sorprendentemente, otros parecían muy jóvenes, como de 14 o 15 años, dijo.
“No voy a volver a Marawi nunca más”, dijo a CNN. Todo lo que tenía se quedó en la ciudad, pero ella está demasiado traumatizada para volver. Incluso el estruendo de un trueno, o el ruido de una pieza de fruta al caer de un árbol sobre el techo de hojalata del centro de desplazados le acelera el corazón.
“Todo lo que tenemos es lo que llevamos puesto”
Nora Casam está sentada con sus ocho familiares en el suelo de concreto de una reutilizada cancha de baloncesto. Las mantas repartidas por todo el suelo dan una apariencia de comodidad, pero ella dice que no es suficiente.
“Todo lo que tenemos es lo que llevábamos puesto (cuando huimos)”, dice la mujer, de 45 años. No había tiempo para guardar más cosas; sólo el suficiente para reunir a su familia y huir hacia las líneas del Ejército de Filipinas.
“Necesitamos colchones”, dice, moviéndose incómoda entre las delgadas mantas. “Estamos incómodos aquí, pero al menos estamos seguros”.
Ella dice que va permanecerá aquí el tiempo que sea necesario, hasta que su ciudad natal se libere de los militantes que llegaron de la nada y cambiaron sus vidas en un instante. “Es muy doloroso, lo que pasó”, dice.
“Somos musulmanes y esto ocurrió durante el ramadán. Deberían haber respetado eso, pero ahora todo está destruido.
“Lo que hicieron es injustificable”.
“Podemos estar seguros aquí, pero será difícil para mi familia”
Rahmah T. Abdou, de 26 años, lleva dos años trabajando en el Departamento de Bienestar Social y Desarrollo en la ciudad de Iligan. Estaba en esa ciudad cuando oyó que Marawi, su ciudad natal, estaba siendo atacada por militantes.
Su familia no estaba en casa cuando sucedió. Algunos estaban en el mercado, y su madre y un hermano estaban en la graduación de su otra hermana. Cuando sus vecinos escucharon disparos, muchos huyeron, pero otros se refugiaron en casa.
Su familia todavía está cerca de la ciudad, y su madre le dijo que recibió una “carta” de los militares advirtiéndoles que la zona será bombardeada pronto y que deben salir. Ella está buscando la manera de llegar a un lugar seguro para ellos. Pero si es necesario los llevará al campo de desplazados internos.
“Sé que podemos estar a salvo aquí, en el centro de evacuación, pero sé que será difícil para mi familia”.
A pesar del terror al que ella y su familia se han enfrentado, todavía quiere volver a Marawi y reconstruir la casa en la que creció.
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Jinky Jorgio contribuyó con este reporte.