El Corcovado es la joya de la corona –y el más grande– en el sistema nacional de parques de Costa Rica, con una extensión de casi 42,000 hectáreas de bosque lluvioso de tierras bajas. Además, ocupa cerca de un tercio de la Península de Osa y es el hogar de una impresionante cantidad de flora y fauna.

(CNN) — Juan Cubillo Gómez, un veterano “orero” (minero artesanal de oro) en la Península de Osa de Costa Rica, se siente orgulloso del museo que ocupa un rincón de su modesta casa de madera.

Esta selección de artefactos –que va desde balanzas antiguas hasta un trozo de roca atada con vetas de oro– es un testimonio de la larga historia de proyectos a pequeña escala que ha reinado en la zona. Aunque Gómez se siente fuertemente vinculado a la selva que rodea su hogar, siempre ha subsistido a duras penas, tratando de salir de una existencia precaria. La vida de un orero costarricense no es nada fácil.

“Muchas personas creen que trabajar como minero de oro es una forma de vida romántica, llena de emociones, riquezas y aventuras”, asegura el hombre de 50 y tantos años. “Déjame decírtelo: no es así. Aún hay más de 200 oreros en la Península de Osa, pero sus vidas son increíblemente difíciles. La mayoría vive en el borde de la sociedad”.

Pero gracias a una nueva iniciativa de turismo basada en la comunidad, la vida se ha vuelto un poco más fácil para Gómez y su amplia familia.

Los Caminos de Osa, un trío de senderos que atraviesan el corazón de la Península de Osa, está atrayendo un número creciente de turistas a su puerta. Los visitantes le pagan a Gómez por verlo extraer oro de un arroyo cercano, por aprender sobre la minería y por disfrutar una parte de la tradicional hospitalidad costarricense.

“Mientras caminan por los Caminos de Osa, las personas pueden ver la misma fauna fantástica que existe dentro del Corcovado”, explica Julieta Chan, directora ejecutiva de la iniciativa. “Pero más que eso, también se sumergen en la cultura tradicional de la península y sienten que han devuelto algo a los agricultores y artesanos locales que están comprometidos con la protección de la naturaleza virgen de Costa Rica”, revela.

Beneficios alternativos

Ubicada cerca de la frontera con Panamá, en la costa del Pacífico de Costa Rica, la península de Osa es una meca para aquellos amantes de la naturaleza salvaje. Siendo apenas dos veces del tamaño de Nueva York, este lugar tiene un asombros 2,5% de toda la biodiversidad en el planeta.

En el Parque Nacional Corcovado, que cubre una cuarta parte de la superficie terrestre de la península, habitan especies como la guacamaya escarlata, el capuchino de frente blanca, el ocelote, el jaguar y el águila arpía, dentro de un área inmaculada de selva tropical de tierras bajas.

Y si bien esta increíble biodiversidad implica una gran cantidad de dinero para Costa Rica, las comunidades que viven alrededor del parque aún no han sentido sus beneficios. Casi 50.000 turistas visitaron el Parque Corcovado en 2015, pero casi ninguno de sus dólares llegó a los pobladores que habitan fuera de los límites del parque.

Justamente, Caminos de Osa, que empezó a operar a finales de 2015, busca realinear esta sesgada dinámica. Cada una de las tres rutas de senderismo de la iniciativa bordea el Corcovado y conecta las experiencias artesanales con los alojamientos que pertenecen a la población local. La estrategia permite que los negocios incluidos puedan ser comercializados como paquetes de destino en lugar de plantearlos como independientes.

“Más de 40 emprendedores basados a lo largo de estos senderos fueron entrenados especialmente”, informó Lana Wedmore, una estadounidense que se encuentra en el consejo de asesores de Caminos de Osa. “A personas como Juan Cubillo Gómez se les han enseñado elementos como inglés básico y la contabilidad. Y eso ayuda, por supuesto, cuando la gente aquí es de las más bondadosas y humildes en Centroamérica”, añadió.

Tesoros de los caminos

Lo atractivo del proyecto no sólo se limita a poder ver parte de la naturaleza más impresionante del mundo. Los Caminos de Osa también ofrecen a los excursionistas la oportunidad de conocer muy de cerca el estilo de vida costarricense de cerca.

Además de la minería de Gómez, las actividades del Camino del Oro incluyen a Rancho Raices, una pequeña plantación de cacao, y al Trapiche Don Carmen, un venerable molino de caña de azúcar. En este último, los caminantes pagan una pequeña cuota para ver al propietario Johnny Rodríguez fabricar una gama de productos peligrosamente dulces, preparados con la caña de azúcar que se cultiva localmente.

Entre las delicias que crea Rodríguez está el sobado, una golosina altamente adictiva que se hace con nueces y leche en polvo, y montículos en miniatura de azúcar morena compactada, conocida como la tapa de dulce. El costarricense vende cada producto por 2 dólares.

“Caminos de Osa nos ha ayudado a preservar una costumbre”, sostiene Rodríguez. “Todo la caña que usamos se cultiva orgánicamente y a pequeña escala, así que hay un impacto limitado en el medio ambiente local. Nadie en esta iniciativa busca enriquecerse, solo queremos una manera de vivir en armonía con la naturaleza”, concluye.