Trump: El Juego – Lanzado en 1989, fue un juego de mesa al estilo Monopoly en el que los jugadores compraban y vendían propiedades. El juego vendió 800.000 ejemplares, mucho menos de lo que tenía previsto el fabricante que esperaba 2 millones de unidades en ventas, como mínimo. Según el fundador del Museo del Fracaso, Samuel West, el problema de esta pieza fue su diseño. "Era demasiado complejo y nadie podía entender el manual de instrucciones", sostuvo.

(CNN) – Puede que la historia sea escrita por los vencedores, pero ignoramos a los perdedores a nuestro propio riesgo. Al menos, eso es lo que el Museo del Fracaso en Suecia nos hará creer.

Exhibiendo cerca de 80 ejemplos de ideas, productos y negocios fallidos –que van desde la “Coca Cola II” condenada al fracaso hasta el infame Sony Betamax– el museo recién inaugurado celebra los fiascos más notorios de la historia moderna.

Coca Cola II

Pero además de exponer los fracasos olvidados que datan desde hace tiempo (¿recuerdas los MiniDiscs?), el fundador Samuel West se embarcó en la misión de ayudarnos a aprender sobre nuestros errores. West es un psicólogo clínico y organizacional, que creó el museo después de crecer “harto de historias exitosas”. Y según él, entender un mal diseño puede ser más valioso que imitar uno bueno.

“Como sociedad, alabamos el éxito y satanizamos el fracaso”, explicó por teléfono. “O sólo hablamos de las fallas si más tarde condujeron al éxito, pero la mayoría no se mencionan. Simplemente terminan como fracasos”, agregó.

“Pero son una oportunidad fantástica para aprender”, insistió.

Olvidando al usuario

TwitterPeek

Ubicado en la ciudad sueca de Helsingborg, el Museo del Fracaso abrió sus puertas con una colección que incluye el intento fallido de Nintendo a mediados de la década de los 90 por incursionar en la realidad virtual con el Virtual Boy, así como el TwitterPeek, un dispositivo portátil de 200 dólares que ofrecía acceso a Twitter… y únicamente a Twitter.

Además de tecnología para el consumidor, el museo alberga autos que fueron mal recibidos en el mercado, junto a productos comestibles, como la salsa de tomate verde de Heinz. Sus espacios también están dedicados a lo que el museo considera malos ejemplos de ingeniería (el Titanic) y de planificación (la crisis económica en Islandia).

La colección incluso presenta al descontinuado juego de mesa de Donald Trump al estilo de Monopoly, “Trump: el juego”.

“Fue un juego mal diseñado”, señaló West. “Era demasiado complejo y nadie podía entender el manual de instrucciones”.

“También es muy aburrido, no hay nada divertido en él. La foto de Donald Trump está en el dinero, la caja y las piezas del juego, incluso los dados tienen una ‘T’ grande en lugar del seis”, insistió el fundador.

De hecho, según él, la deficiencia más común entre los productos objetables está en la falta de un diseño concentrado en el usuario. “Una gran parte del museo está dedicada a ejemplos de buena tecnología en la que (los diseñadores) nunca se detuvieron a preguntarse ‘¿Qué demonios va a hacer la gente va a hacer con esto?’”, sostuvo. “No pensaron en la utilidad para el usuario final: ¿qué van a hacer con el producto?, ¿cómo agrega eso valor a sus vidas?”.
Los descuidos de este tipo suelen estar apuntalados por la ambición corporativa, señaló Tom Godfrey, organizador de los premios The Shonkys, creados para generar conciencia sobre el consumidor y que cada año destacan los peores productos y servicios. “La búsqueda (ciega) de ganancias por parte de las empresas es claramente un problema”, aseguró.

Entender el fracaso

En vez de burlarse del mal diseño, West espera que su museo pueda ayudar a acabar con el estigma de hablar sobre los errores.

“Necesitamos aceptar el fracaso si queremos algún tipo de progreso”, aseveró. “Las organizaciones –y nosotros como individuos– debemos mejorar nuestra capacidad de aprender de él”, continuó.

Una de las piezas expuestas –el “asistente digital personal” de Apple, Newton– demuestra cómo las organizaciones pueden convertir el fracaso en éxito. Lanzado en 1993, la función de reconocimiento de escritura a mano del dispositivo no cumplió con las expectativas y Steve Jobs canceló la plataforma en 1998. Doce años más tarde, la compañía lanzó el exitoso iPad.

“Al cerrarlo, liberé algunos ingenieros buenos que podrían trabajar en nuevos dispositivos móviles”, confesó Jobs años más tarde. “Y finalmente lo hicimos bien cuando nos movimos a los iPhones y el iPad”.

La auténtica variedad de piezas que conforman museo, muchas de las cuales fueron adquiridas en eBay, refuerza la creencia de West en que los productos mal diseñados tienen muy poco en común entre ellos.

Inspirándose en una cita de León Tolstoi –“Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada–, West creó un slogan para su museo: “Todas las innovaciones exitosas se parecen unas a otras; todas las innovaciones fallidas fracasan en su propia manera interesante y espectacular”.

Pero entender el fracaso es, a primera vista, una ciencia inexacta.

Para Henry Petroski, autor de libros como Success through Failure: The Paradox of Design (El éxito a través del fracaso: la paradoja del diseño) y To Engineer Is Human: The Role of Failure in Successful Design (La ingeniería es humana: la importancia del fracaso en el éxito del diseño), es realmente bueno que los productos compartan la menor cantidad de atributos entre ellos.

“Cada esfuerzo exitoso es diferente: tiene distintas circunstancias y jugadores”, explicó Petroski, quien también es profesor de ingeniería civil en la Universidad de Duke. “Los fracasos son indicios bastante precisos de lo que no se debe hacer, o de lo que puede salir mal. Tienen lecciones muy determinadas”, agregó.

“Pero cuando algo tiene éxito, resulta menos claro cuáles son las razones detrás del triunfo. Tratar de replicar el éxito, como muchas personas han hecho, es una propuesta muy arriesgada”, indicó Petroski.

Así que parece apenas necesario preguntarle a West por su mayor fracaso, aparte de escribir erróneamente la palabra “museo”, antes de comparar el nombre de su primer dominio. “Soy muy bueno creando ideas y proyectos divertidos e interesantes. Pero terminan muriendo porque no encuentro una manera de ganar dinero con ellos”, confesó.

Entonces, todo está en el espíritu del museo: West abordó sus proyectos fallidos haciendo una exposición itinerante, que también está disponible para contrataciones privadas. Una colección nómada visitará Los Ángeles, Nueva York, Shanghai y Tokyo entre 2018 y 2019.