(CNN) – Un abogado especial con poder para investigar. Una Casa Blanca consumida por un escándalo y pisándole los talones. No necesitas hacer un gran esfuerzo para pasar de la Casa Blanca de Donald Trump de hoy, a la Casa Blanca de Bill Clinton de los años 90.
Pero hay un largo camino que recorrer antes de que podamos hacer comparaciones reales entre los abogdos Robert Mueller y Ken Starr o entre Trump y Clinton.
Eso no significa que algunos pocos demócratas no lo estén intentando. Este miércoles, los representantes Brad Sherman, de California, y Al Green, de Texas, presentaron un Artículo de Juicio Político (o Artículo de Destitución) contra Trump, argumentando que los presuntos intentos de Trump por influenciar al exdirector del FBI James Comey y el posterior despido de Comey son iguales a delitos graves y delitos menores, requisitos del juicio político.
En primer lugar, no hay ninguna señal de que Trump esté siquiera cerca de ser sometido a un juicio. Solo esos dos demócratas están oficialmente usando esa palabra en este momento. El resto de su partido en Washington, por ahora, está más concentrado en la política de Trump y en las próximas elecciones de mitad de periodo.
Cuando Trump despidió a su director del FBI, algunos demócratas usaron la palabra destitución y David Gergen, destacado exasesor tanto de presidentes republicanos como demócratas, dijo que “ahora estamos en un territorio de destitución”.
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A pesar del torbellino de desarrollos que ha tenido la zaga en curso sobre la posible colusión entre personas relacionadas con la campaña de Trump y los rusos, Sherman y Green no han obtenido ningún apoyo en su esfuerzo.
George Stephanopoulos, ahora periodista de ABC News pero durante los años 90 uno de los asesores principales de Clinton, le dijo hace poco al podcast Axe Files de CNN que la Casa Blanca de Trump se sorprendería de lo que significa trabajar bajo la sombra de la investigación de un abogado especial.
La investigación de un abogado especial también puede cambiar de dirección si encuentra evidencia de nuevas irregularidades.
Stephanopoulos destaca que Starr primero tuvo que trabajar en su investigación “antes de que (la becaria) Monica Lewinsky llegara a la Casa Blanca”.
“Por eso Bill Clinton terminó enfrentando un juicio político”, dijo acerca del caso Lewinsky. “Los abogados especiales pueden ir en la dirección que quieran”.
No está claro si Mueller se encuentra así de lejos. Starr fue nombrado bajo una ley que expiró gracias a un panel de tres jueces. Mueller fue designado por el vicefiscal general interino Rod Rosenstein.
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A Mueller se le encargó investigar las siguientes tareas:
- Cualquier nexo y/o coordinación entre el gobierno de Rusia y personas asociadas con la campaña del presidente Donald Trump.
- Cualquier tema que haya surgido o pueda surgir directamente de la investigación.
- Cualquier otro tema dentro del ámbito de la jurisdicción 28 CFR 600.4.
Este último punto se resume en: “La autoridad de investigar y juzgar crímenes federales cometidos en el curso de, y con la intención de interferir con, la investigación del abogado especial, como perjurio, obstrucción a la justicia, destrucción de evidencia e intimidación a testigos; y de llevar a cabo apelaciones sobre los temas que están siendo investigados y/o juzgados”.
Y así fue como Starr pasó de un acuerdo de tierras a la obstrucción a la justicia, el perjurio y la relación entre Clinton y Lewinsky.
Starr comenzó su mandato como abogado especial en 1994, investigando el acuerdo de tierras de Whitewater. Y terminó recomendando la destitución de Clinton por mentir y obstruir la justicia en 1998.
Le tomó casi cuatro años publicar su informe. Mueller fue nombrado hace dos meses.
Trump podría, en teoría, despedir a Mueller si lo frustra el proceso, pero eso podría llevar la alarma política a un nuevo nivel.
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La destitución necesitaría la mayoría de o todos los siguientes elementos:
- Una recomendación de Mueller de que el presidente sea destituido.
- Un Partido Demócrata unificado.
- Una gran cantidad de apoyo de los republicanos.
Eso último, en el ambiente actual, es prácticamente imposible. Muy pocos republicanos quieren juzgar y destituir a su propio presidente.
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Será mucho más probable que cualquiera de esas cosas sucedan después de las elecciones de mitad del periodo, y eso solo si los demócratas arrasan tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado.
Pero hay que tener en cuenta que Clinton, Richard Nixon y Andrew Jonson enfrentaron todos mayorías hostiles del partido opositor que controlaba la Cámara de Representantes –que vota por mayoría simple los artículos del juicio político– y el Senado –que lleva a cabo el juicio y vota por una mayoría de dos tercios para destituir al presidente–.
Ni siquiera un Senado republicano encontró la forma de sacar a Clinton del cargo. No hay ninguna razón para pensar, salvo algún evento catastrófico, que un Senado republicano destituya a Trump.