(CNN) – Un combativo y desenfrenado presidente Donald Trump abrió su auténtica alma política, en la que sería tal vez la conferencia de prensa más memorable de su historia presidencial, que seguramente se convertirá en un momento definitivo para su gobierno.
Se suponía que iba a ser un evento rutinario en la Torre Trump en Nueva York, pero la sesión rápidamente se volvió uno de los momentos políticos más surreales de los últimos años, mientras Trump se descargaba sobre las consecuencias de los enfrentamientos entre manifestantes de grupos de derecha radical como el movimiento ‘alt-right’, supremacistas blancos y neonazis en Virginia.
Gesticulando con su mano derecha, Trump hizo estallar lo que él llamó la “alt-left” (alternativa de izquierda) y se pronunció sobre la violencia en Charlottesville. En el fondo, parecía una actuación que envalentonó a grupos nacionalistas blancos y parecía aumentar las tensiones raciales y el miedo en el país.
El tono y el espectáculo de la actuación desencadenada de Trump fue igualmente sorprendente.
El estilo sin arrepentimiento y el flujo de conciencia del presidente no dejó ningún tipo de dudas: este fue el Trump real, no la versión libreteada de quien apareció este lunes en la Casa Blanca y trató de limpiar su falla inicial al no condenar a los supremacistas blancos luego de la muerte de un manifestante en Charlosville.
Su rabia emergió en un torrente, ya que destruyó cualquier beneficio de duda que ganó el lunes, apilando pensamientos sobre otros, en un estilo al que la nación se ha acostumbrado a través de su cuenta de Twitter.
En el momento más increíble, mientras se paraba en el podio llevando el sello de presidente de Estados Unidos, Trump rompió las líneas de la culpa racial de la nación al aparentemente ofrecer un pase al movimiento racista y neonazi culpando a “ambos lados” por la violencia en Virginia y acusando a los manifestantes de ser tan violentos como los supremacistas.
La impresionante aparición de el presidente será recordada por los sentimientos que traspasaron los labios de un presidente de los Estados Unidos.
En la larga y tortuosa historia de una nación que aún está tratando luchar con su complicado historial racial, el colapso de Trump será recordado como un momento arrancado de las páginas más oscuras de la historia del país y trasladadas al siglo XXI.
Y en el proceso, Trump parece haber abdicado al tradicional papel presidencial como la voz moral de la nación y del mundo.