(CNN) – Con los ojos nublados, los habitantes de Barcelona salieron de sus casas para ir a trabajar en la mañana de este viernes, mientras los visitantes, con grandes maletas en la espalda, empezaban su jornada de turismo por la ciudad costera… un día después de que España fuera golpeada por el peor atentado terrorista en muchos años.
A medida que el sol salía, los residentes de Las Ramblas empezaban a se asomarse por detrás de sus persianas. Miraban hacia el paseo marítimo, donde una furgoneta blanca atropelló a una multitud en la tarde de este jueves, asesinando al menos a 13 personas y dejando más de 100 heridos.
En los cafés al aire libre del lugar, los vasos llenos de cerveza y sangría de la noche anterior continuaban servidos en las mesas, olvidados mientras las personas se dispersaron presas del pánico. Horas después de que el cordón policial en el área fuera retirado, los meseros comenzaron a recoger los pedazos, a enderezar las sillas volteadas y a despejar los escombros.
Los vendedores empezaron a instalarse en el centro turístico, conocido por su ajetreado mercado, tal como lo hacen todas las mañanas: expusieron brillantes revistas de moda, organizaron llaveros de recuerdo la Sagrada Familia y doblaron las camisetas rojas y azules del F.C. Barcelona.
Federico Colmenarejo, de 32 años, caminaba por Las Ramblas aturdido, con el pelo alborotado y una taza de café en la mano.
“¿Cómo es posible que cruce esta calle todos los días para ir al trabajo? No lo puedo creer. En Barcelona nunca pasa esto”, expresó Colmenarejo, quien vive a unos pocos metros de Las Ramblas.
Uno de sus amigos estaba caminando con su hija pequeña por esa calle, cuando la furgoneta embistió a la multitud a alta velocidad. Él le envió a Colmenarejo imágenes horribles del ataque, en los que aparecían cadáveres esparcidos por el concurrido camino peatonal.
“Yo estaba en casa cuando ocurrió. Mi abuela me llamó por Skype, normalmente hablamos una vez al mes”, relató Colmenarejo. “Fue justo en ese momento cuando sucedió: empecé a oír sonidos extraños y vi que la gente huía de mi balcón”.
Él está seguro que la llamada de su abuela le salvó la vida.
En la mañana de este viernes, residentes y turistas se reunieron cerca de la estación de metro de Liceu, en el mercado de La Boquería, donde terminó el ataque terrorista del conductor de la furgoneta.
Las personas formaban una línea para poner flores y encender velas alrededor de un monumento improvisado en el gran mosaico del artista español Joan Miró. Una familia dejó rosas en el lugar antes de alejarse, con lágrimas en los ojos.
Miren Stillitani, de 30 años, miró la escena en un silencio atónito.
“Me siento vacía”, le confesó a CNN. Stillitani vive en una calle lateral justo al lado de la Plaça Boqueria. “Me siento insultada, es como la sensación de alguien escupiéndote”.
Stillitani señaló que estaba trabajando cuando ocurrió el atentado, apenas a un minuto de su apartamento.
“Estaba en una reunión y todos empezaron a mirar sus teléfonos móviles… Lo primero que hice fue llamar a mi novio porque él estaba en casa. Por suerte se encontraba a salvo”, dijo.
La pareja pasa la mayoría de las noches en el animado barrio, con frecuencia van al famoso camino peatonal a cenar o a beber algo después del trabajo.
“En este barrio me sentía bastante segura”, explicó Stillitani. “Pensé que no sería en objetivo de un ataque porque también hay lugares turísticos como la Sagrada Familia. Escuchas sobre estas cosas pero nunca crees que te van a pasar a ti”, insistió.
Aunque, explicó, “mi vida cotidiana no va a cambiar por esto… tenemos que seguir adelante”.
Ángel Toscano, de 44 años, trabaja en un puesto de noticias y souvenirs en el mercado de Las Ramblas. De pie, tras las bufandas apiladas del F.C. Barcelona, está allí todos los días entre 7 de la mañana y 3 de la tarde. Y el jueves, como es usual, salió de su empleo a esa hora, varios minutos antes del ataque.
“Desde hace mucho tiempo, yo sabía que esto iba a suceder”, aseveró Toscano mientras organizaba un estante de brazaletes y distribuía los periódicos de la mañana, cuyas portadas estaban inundadas con las noticias del atentado.
“Todos los días hay miles de personas aquí. Es un objetivo muy fácil: si quieres matar gente con un coche, este es el lugar para hacerlo”, insistió.
Otras personas han hecho eco de ese refrán aquí, pues sostienen que Las Ramblas no era lo suficientemente seguro para defenderse de un ataque como este. Citan como ejemplo la falta de barreras a la entrada de la calle y el gran número de turistas que acuden al mercado.
“Siempre he dicho que este es un lugar realmente fácil de atacar”, aseguró el residente Cristiano Grazioli, de 34 años. “No hay protecciones alrededor de la Plaça de Catalunya”.
Grazioli, quien vive a la vuelta de la esquina de Las Ramblas, llegó con patineta en mano para ver por sí mismo lo que había sucedido tan cerca de su casa.
“Este es mi barrio, conozco a mucha gente aquí, tengo muchos amigos que viven cerca”, sostuvo. “Estoy viviendo muchas emociones”, continuó.
Todas las mañanas, Grazioli monta en patineta hasta Las Ramblas para ir a trabajar a Gracia, donde es cocinero en un bar de tapas. El barrio es la sede de uno de los festivales de verano más grandes de Barcelona, uno de los múltiples eventos que fue cancelado tras el ataque.
Barcelona, el principal puerto de cruceros de Europa, acogió en 2016 a cerca de 9 millones de huéspedes que se quedaron a pasar la noche. A esa cifra se suman los otros millones que visitan la ciudad en excursiones durante el día.
Rania y su esposo Ali llegaron a Barcelona para unas vacaciones: vienen de Israel. Inicialmente planearon quedarse en la ciudad durante seis días, pero ahora están considerando acortar su viaje.
La pareja estaba de turismo por el puerto de la ciudad, cuando ocurrió el ataque de este jueves. En la mañana de este viernes, tras despertarse con la noticia de un segundo ataque nocturno en Cambrils, a unos 112 kilómetros de Barcelona, decidieron venir a presentar sus condolencias en Las Ramblas.
“Ayer le dije a mi esposo que me preocupaba usar un hiyab, porque la gente de aquí fuera a pensar que estoy de acuerdo con lo que pasó. Pero esto no me representa”, explicó Rania, quien no quiso revelar su apellido. “El sentimiento de inseguridad es terrible para todas las personas”, agregó.
Mirta Kisak Koch, de 35 años, se mudó a Barcelona hace algunos años, antes vivía en Croacia. Explicó que ella, sus niños y su perro cruzan el popular camino peatonal por lo menos seis veces al día para ir al parque o a la tienda donde compran alimentos.
Ella también sostuvo que desde hace mucho esperaba un ataque, pero nunca se imaginó que los terroristas fueran a perpetrarlo tan cerca de su casa.
“Esto es Barcelona, estaba destinado a suceder”, indicó. “Pero es algo diferente cuando ocurre en tu puerta.”
“Yo no creo que esto se vaya a parar, pero tenemos que aprender a vivir con eso”.