Nota del editor: Paul Callan es analista legal de CNN, exfiscal de homicidios de Nueva York y actual consejero de la firma de abogados Edelman & Edelman PC, en Nueva York, con énfasis en condenas injustas y casos de derechos civiles. Puedes seguirlo en Twitter en @paulcallan. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – El doloroso debate sobre las causas y curas de la injusticia racial en Estados Unidos brota periódicamente para capturar la atención del país. Lo hizo de nuevo este fin de semana, cuando muchos jugadores de la NFL se arrodillaron en señal de protesta, mientras se tocaba el himno nacional en los distintos partidos de fútbol americano que se realizaban en todo el país.
Las protestas se provocaron por los comentarios del presidente Donald Trump en un mitin en Alabama, este viernes. Y siguieron con los tuits posteriores de Trump, en los que desafiaba el patriotismo de los atletas que se habían arrodillado durante el himno.
El presidente sugirió que los atletas, “unos hijos de p***”, deshonraron la bandera y merecen ser expulsados por sus empleadores en la NFL. Este lunes, Trump defendió sus ataques, incluso después de que los dueños de los equipos respondieron severamente al berrinche del presidente.
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Este conflicto agitó un apasionado debate sobre cuestiones mayores: el derecho a protestar pacíficamente de una manera que muchos estadounidenses, sin embargo, perciben como una forma de irrespeto a la bandera o a nuestras tropas, y la preocupación de muchos de que nuestro presidente se enfoque en una protesta de unos pocos jugadores de fútbol americano, y no en la crisis con Corea del Norte, el proyecto de ley de atención en salud o la recuperación de Puerto Rico tras la devastación producida por el huracán María.
Algo que se oye mucho, pero que es impreciso, es que los atletas tienen el “derecho legal” de protestar pacíficamente en estadios de fútbol de todo el país, porque la Constitución les garantiza la libertad de expresión. “Es un país libre”, aseguran quienes van por esta línea de pensamiento, y muchos soldados del país pelearon y dieron la vida por preservar ese derecho sagrado.
El hecho es que esos atletas no tienen el “derecho” de protestar en un partido de fútbol americano, a menos de que sus empleadores autoricen que lo hagan. Y los empleadores privados tienen el derecho legal, amparado por la Constitución de EE.UU., de despedir o suspender a los jugadores que participen en actos de protesta en el campo de juego mientras suena el himno nacional y se despliega la bandera.
Imaginen lo que pasaría si algunos presentadores o comentaristas de TV decidieran “arrodillarse” durante sus programas, como acto de protesta.
Mi apuesta es que en la mayoría de los casos serían despedidos o suspendidos, así como lo serían los cajeros de banco, los empleados de almacenes, los guardias de seguridad, los que trabajan en restaurantes o cualquier otra persona que tenga un trabajo por hacer. Como fiscal, probablemente sería acusado de desacato en la corte si interrumpo mi presentación ante un juez para protestar por la injusticia racial en Estados Unidos, arrodillándome.
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Sí, Estados Unidos es un “país libre”, cuyos ciudadanos disfrutan de grandes libertades y de una “libertad de expresión” mayor que en cualquier otro lugar de la Tierra, pero incluso aquí existen limitaciones a esos derechos.
Las cortes han repetido varias veces cuáles son las restricciones de lugar y de tiempo para el ejercicio legítimo de nuestros derechos plasmados en la Constitución.
Trata de gritar tu oposición al gobierno de Trump durante un show de Broadway y verás lo que pasa. Tendrás que preguntarle a un amigo cómo terminó el show. Podrás explicar tu inexacto concepto sobre la libertad de expresión mientras el acomodador te saca del teatro.
La Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU. describe tanto el alcance como la limitación de nuestros derechos más importantes. Dice:
“El Congreso no aprobará ninguna ley respecto al establecimiento de una religión o la prohibición del libre ejercicio de la misma; ni coartará la libertad de expresión o de prensa; ni el derecho de la gente a reunirse pacíficamente, y solicitar al gobierno un desagravio”.
Mira bien las palabras “Congreso no aprobará ninguna ley”. Los padres fundadores de la nación no mencionaron la restricción del derecho de los dueños de la NFL o cualquier otro empleador privado de “prohibir” o “reducir” la libertad de expresión.
El jugador Colin Kaepernick debería tener en cuenta estas palabras cuando diga que violaron su derecho a la protesta porque ningún equipo firmó contrato con él después de quedar como agente libre. No tenía derecho a ejercer la libertad de expresión en el campo, según nuestra Constitución. Tal vez debería pensar en registrarse para votar, si de verdad quieren hacer un cambio en la política pública.
La Primera Enmienda solo restringe al gobierno para que no reduzca “la libertad de expresión”. Los empleadores privados pueden hacer lo que quieran. Por ello, arrodillarse durante el himno nacional jamás será prohibido legalmente por el gobierno, pero siempre puede ser prohibido por empleadores privados.
Los dueños de la NFL no han tratado por ahora de crear un problema con este tema. Pero, sin duda, mucho dependerá de cómo afecte esta polémica las ventas de entradas y de si el presidente sigue agitando el tema con tuits cada mañana.
Una encuesta hecha por Reuters el año pasado, cuando el método de protesta de Kaepernick era un tema candente, sugirió que el 72% de los estadounidenses opinan que las acciones de protesta del jugador son “antipatrióticas”. Sin embargo, la misma encuesta concluyó que solo el 40% de las minorías estaban en desacuerdo con la forma de protestar de Kaepernick, lo que sugiere una gran división racial en este tema y, potencialmente, también entre los fanáticos del deporte.
Cualquiera que sea el bando que se tome, los fanáticos del deporte deben tener una cosa clara. Estados Unidos es un “país libre”, pero la Constitución no toma ninguna posición sobre las acciones de los atletas profesionales que organicen protestas en el campo. El tema de aplaudirlos, abuchearlos o despedirlos fue dejado enteramente en las manos de los fanáticos y de los dueños de los equipos.
A diferencia de nuestro actual presidente, los padres fundadores del país, aparentemente, tenían otras cuestiones más importantes de las que ocuparse.