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Guta Oriental, en Siria, habría sido bombardeada con gas cloro
01:58 - Fuente: CNN

Nota del editor: Bayan Rahn es jefa de la Oficina de la Mujer del Comité Local de Coordinación en Guta Oriental de la ciudad de Duma. También es activista y ha participado en el levantamiento de Siria desde su inicio. Las opiniones en este artículo pertenecen a la autora.

(CNN) – Hoy fue mi primer día en el sótano. Bajé luego de que misiles golpearan nuestra casa en la noche. En menos de dos minutos mi familia y yo corrimos 150 metros hacia el refugio improvisado más cercano para mujeres y niños. No tuvimos tiempo de tomar nuestras pertenencias. Solo queríamos escapar del infierno que llovía sobre nosotros.

Este no solo es mi destino. La mayoría de los residentes de Duma, en Guta Oriental, se han refugiado bajo tierra. Los sótanos ofrecen algún descanso tras una semana de ataques por parte del régimen sirio que ya se han cobrado más de 500 vidas.

Bajo tierra, nos dieron la bienvenida personas que habían llegado antes que nosotros. No podía girar mi cabeza para ver la escena. Sentada contra la pared, escudriñé las caras asustadas de la gente. Solo me acordaba de una sola cosa: mi celda de la división 251 en el centro de detención Kafr Sousa de Damasco, donde el carcelero, un empleado del régimen, usaba métodos de tortura que podían matarte.

De repente me quedé dormida, no lo había podido hacer desde hacía 72 horas, excepto algunos momentos. El sonido de las bombas cercanas me despertó poco después.

Bayan Rehan, la autora de este artículo, junto a un grupo de niños en uno de los refugios de Guta Oriental.

Empecé a pasear por el sótano, tratando de familiarizarme con todos los que buscaron refugio aquí. Eran todas amas de casa y niños que solo tenían una idea borrosa de lo que estaba pasando afuera. Solo deseaban que el bombardeo se detuviera para que pudieran asomar sus cabezas y buscar comida.

Estuve solo seis horas allí cuando empecé a sentirme sofocada. La humedad hacía que respirar fuera difícil. Y el hecho de que había perdido contacto con el mundo exterior intensificó el sentimiento.

Las paredes hacían eco con los gritos y llantos de los niños. Las mujeres habían dejado de mantener a sus niños bajo control, cada una tomándose una esquina para cocinar. No teníamos madera, así que las mujeres decidieron rasgar su propia ropa para usarla para encender el fuego.

Bayan Rehan les enseña a los niños temas de saneamiento urbano y salud pública.

Empecé a sentir punzadas de hambre cuando las seis mujeres de mi familia elaboraron un plan para asegurar la comida del día. Decidimos que nuestra mejor opción sería ir con nuestros parientes al refugio de hombres.

“Tienes 45 segundos para cruzar el corredor de la muerte”, le dije medio en broma a mi prima. Juntas corrimos hasta el refugio de hombres, en medio de la cacofonía de bombas y columnas de humo negro.

Nos dieron una bienvenida como heroínas y nos dieron comida que sentimos era apta para reyes: bulgur (un cereal) que podía mantener a seis mujeres y cinco niños contentos por un día.

Asumí el papel de entretener a los niños. Los tenía alrededor y les contaba historias.

Bayan Rehan en reuniones a la llegada de un convoy de ayuda humanitaria en Guta Oriental, en noviembre de 2017.

Ya en medio de la relativa calma de la noche, la desesperanza de nuestra situación se instaló nuevamente y mi mente volvió a la última reunión con las Naciones Unidas.

Ellos habían vuelto a Duma en noviembre pasado con más de 4.000 canastas para las 28.000 familias de la ciudad.

En ese entonces, les dije a los miembros de la delegación que lo que nos habían dado era totalmente insuficiente. Dije que el convoy de ayuda humanitaria venía con un mensaje: que la población de Duma sería diezmada para adaptarse a la poca ayuda que Naciones Unidas había proporcionado.

Si un convoy volvía a llegar hoy, les recordaría lo que les dije y les diría que son socios del régimen y de los crímenes de Rusia.

Y le diría a la comunidad internacional que si han decidido, junto con Bashar al Assad, matarnos a todos, entonces, por favor, tengan piedad de nosotros y lo hagan rápido. Porque estamos cansados de esperar nuestro turno en el corredor de la muerte.

Le diría a la comunidad internacional que por favor queme los estatutos y tratados de Naciones Unidas respecto a proteger a los seres humanos y sus derechos, entre ellos el derecho a la vida.

Y a aquellas personas de todo el mundo que han puesto la humanidad primero, que han tratado de detener la matanza de inocentes con sus aportes económicos y demostraciones de solidaridad con Guta Oriental, les digo gracias.