(Nota del editor. Kathleen Wilson es madre de dos hijas en Marietta, Georgia. La mayor, Eliza, forma parte de un grupo de estudiantes en su escuela secundaria de un suburbio de Atlanta que lidera el paro estudiantil de este miércoles para pedir al Congreso que actúe por la reforma del control de armas. La marcha ocurre un mes después de la masacre en una escuela secundaria de Parkland, Florida. La escuela de Eliza es una de las que está dispuesta a amonestar a los estudiantes por participar en la manifestación nacional, citando preocupaciones de seguridad. Las opiniones en este artículo son las de la autora).
(CNN) – Cuando mi hija, una estudiante de secundaria, vino a casa y me dijo que quería ayudar a difundir el paro estudiantil nacional en su escuela, todo lo que sentí fue orgullo. No me da vergüenza admitir que fue una demostración no adulterada de puro orgullo, engreído, como dándome palmaditas en la espalda, un orgullo digno de las redes sociales.
Y ella está en buena compañía. Conozco personalmente a muchos de los estudiantes que firmaron por el paro en la escuela de mi hija, y mientras que no todos están políticamente alineados, ellos están de acuerdo en que algo debe hacerse para mejorar la seguridad de las escuelas, y quizá un llamamiento al sentido común en las leyes de armas es un buen punto de partida.
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Estos estudiantes tienen el deseo de ser parte de un movimiento nacional para honrar vidas perdidas y hablar en contra de la inacción perpetua del Congreso. Me siento esperanzada y entusiasmada por estos jóvenes.
Tristemente, los administradores en el distrito escolar en el que vivimos no lo están.
Es desalentador para mí que la política de la nación esté tan polarizada que los funcionarios del distrito hayan notificado a los estudiantes y padres su decisión de aplicar medidas disciplinarias para los participantes, en lugar de elegir utilizar este momento de enseñanza para inspirar aún más a nuestros jóvenes. ¿No queremos jóvenes educados y cívicamente activos que vayan a las urnas? Quizás puedan lograr un cambio que nuestra generación no podría lograr.
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Como padres, es nuestro trabajo enseñarles a nuestros hijos a ser ciudadanos cívicamente comprometidos y seguros de sí mismos. Mi propia educación sobre nuestra democracia, y por qué es importante, se extendió más allá de las paredes del aula. Mis padres siempre enfatizaron la importancia del compromiso cívico, de ahí mi ferviente apoyo a la participación de mi hija en el paro. Todavía tengo conversaciones apasionadas sobre problemas sociales actuales con mi abuela de 93 años y espero hacer lo mismo con mis nietos.
Mi marido y yo hemos educado a nuestras hijas para que se defiendan por sí mismas, por las personas que aman y aquello que les importa. Creemos que criar a hijas para que sean mujeres empoderadas es un imperativo para su éxito futuro en una sociedad eminentemente patriarcal. Muchas de las estudiantes organizadas en la escuela de mi hija son mujeres jóvenes, ¡y eso es algo que celebrar!
Cuento con estas adolescentes para seguir adelante con su pacífica desobediencia civil hasta que nuestros legisladores hagan su trabajo. La presencia de oposición es lo que desafía a uno a levantarse. Y me siento honrada de ver crecer a estas jóvenes.
Mi hija marchará desde su escuela a las 10 a.m. del miércoles con cientos de sus compañeros, con o sin apoyo de su escuela. Ella aceptará las consecuencias que tome el distrito, y ella se sentirá empoderada. Y yo aún me sentiré orgullosa.