Mauro Morandi, de 79 años, vive solo en la hermosa isla de Budelli en el archipiélago de la Maddalena de Italia.

(CNN) - Todos los días durante los últimos 29 años, Mauro Morandi se ha despertado con un radiante amanecer que ilumina el mar Mediterráneo.

Es una visión que no envejece, y una que Morandi disfruta en soledad. Este enigmático hombre de 79 años vive solo en la hermosa isla de Budelli en el archipiélago de la Maddalena de Italia. Este pedazo de paraíso ha sido suyo desde 1989, cuando partió de la Italia continental en un intento de dejar la sociedad moderna y comenzar de nuevo.

Después de años de vivir en soledad, en los últimos años Morandi ha abierto su rincón del mundo, tomando fotografías de los paisajes y la vida silvestre de Budelli y mostrándolas en su Instagram, Facebook y Twitter.

Isla de Budelli, Italia.

Ahora, Morandi es tan atractivo para los visitantes veraniegos como la famosa playa de arena rosada de Budelli, La Spiaggia Rosa, pero su tranquila vida se mantiene casi idéntica desde que atracó por primera vez en sus costas.

Morandi dice que su vida no convencional es el resultado de una veta inconformista que siempre tuvo. “Siempre fui un niño rebelde”, dice. “Creo que me escapé de casa, la primera vez, a los nueve años”.

En la escuela era impaciente con los maestros, en casa estaba frustrado con sus padres. Como adulto, se sintió excluido de la sociedad.

“Fui un manifestante en el 68. Luego dejé de participar en política porque me di cuenta de que no estaba hecho para el conflicto armado, odio las armas”, dice. “Comencé a pensar en dejar una sociedad que no toma en cuenta al individuo, que solo piensa en el poder y el dinero”.

Frustrado, Morandi tomó la decisión de partir de Italia, junto con un par de amigos.

Isla de Budelli, Italia.

“Tomamos un catamarán para ir a la Polinesia en busca de una isla desierta para comenzar una nueva vida”, cuenta. Pero el destino lo llevó a las costas de color rosa de Budelli, que se encuentra entre Córcega y Cerdeña.

Esta espectacular isla tiene una rica historia. Usada por los romanos, más tarde apareció en la película de 1964 de Michelangelo Antonioni Red Desert. Durante la última parte del siglo XX, la isla tuvo varios propietarios privados.

Cuando Morandi llegó a fines de la década de 1980, se dio cuenta de que tenía la isla desierta perfecta frente a él. Y por suerte, el cuidador de Budelli estaba a punto de jubilarse.

“Y así es como tomé su lugar y encontré aquí mi Polinesia”, dice. Morandi se convirtió en el guardián oficial de la isla, vigilando la conservación de Budelli y, al principio, evitando conscientemente a los excursionistas del verano.

Heredó la destartalada cabaña en la que vivía el antiguo cuidador y ha sido su hogar desde entonces.

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“Los primeros años fui muy huraño”, recuerda Morandi. “No quería comunicarme con nadie que viniera a ver la playa rosa, y disfruté solo de esta belleza”.

Con el paso de los años, el temperamento de Morandi se suavizó.

“Me sentí un poco egoísta y quería compartir con todo el mundo lo que considero una de las grandes bellezas de la naturaleza”, dice. “Porque creo, como Dostoievski, que solo la belleza puede salvar este mundo de la destrucción provocada por el hombre”.

Morandi comenzó a relacionarse con los visitantes que hacían parada en Budelli en sus viajes en bote por las siete islas de Maddalena.

Ahora es guía y da charlas a los invitados en los meses de verano. Y hace un esfuerzo especial para hablar con los niños.

Se preocupa por el medio ambiente y protege rigurosamente La Spiagga Rosa, que debido a la erosión del turismo frecuente, es un espacio protegido desde la década de 1990. Ahora los visitantes caminan alrededor de la playa, dejando intacta su famosa arena.

Morandi pasa sus días fotografiando la vida de la isla, disfrutando de su propia compañía y reflexionando.

Isla de Budelli, Italia.

Pero su tiempo en este edén podría llegar a su fin. La propiedad de la isla ha cambiado de manos varias veces en los últimos años. Desde 2016, Budelli ha sido un parque nacional propiedad del gobierno, lo que hace que el rol de Morandi sea obsoleto.

“La isla ha sido adquirida por el Estado y estoy aquí hasta que el nuevo presidente del parque decida qué hacer conmigo”, dice.

Las autoridades hicieron de Budelli parte del Parque Nacional La Maddalena e instalaron Wi-Fi para los visitantes. Morandi podría resentir la interferencia del gobierno, pero está contento de que ahora puede compartir sus fotografías en las redes sociales.

“Simplemente me levanto frente al mar para tomar fotos del amanecer, desayuno, alimento a los dos gatos y luego a la gallina”, narra. “Luego empiezo a trabajar en la tablet para procesar fotos, comentar y responder preguntas, pues tengo 5,000 amigos en Facebook”.

Morandi comparte fotografías del alba y el atardecer, la marea que golpea la arena, el cielo y los microorganismos de color rosa que le dan su nombre a La Spiagga Rosa.

“Creo que en Google Maps mis fotos han sido vistas hasta ahora por casi 600,000 personas”, dice Morandi.

Isla de Budelli, Italia.

Gracias a esa mayor exposición, Morandi se ha convertido en una atracción para los visitantes tanto como las playas mismas.

“En el verano, los días están exclusivamente dedicados a la comunicación con los turistas, que ahora vienen más que nada a conocer al ‘loco’ que vive solo en una isla”, dice.

En los meses de invierno, sin embargo, los visitantes son pocos. Morandi pasa buena parte del tiempo solo. “Nunca he sentido soledad, porque estoy bien solo”, insiste.

Tiene vínculos familiares en la parte continental de Italia, pero sigue comprometido con su vida en Budelli. Idealmente, dice, se quedaría allí por el resto de su vida.

Pero la decisión no depende de él. El lugar de Morandi en Budelli es incierto desde que el gobierno tomó posesión de la isla. En 2016, su derecho a vivir en la isla fue cuestionado. Pero una petición que protestaba por esta decisión obtuvo más de 18,000 firmas. Su suerte sigue en el limbo.

El tiempo dirá qué depara el futuro para la isla de Budelli y para su único residente, que dice que solo quiere lo mejor para la isla.

Y aunque Morandi llegó a Budelli para escapar de la sociedad, dice que no le importa que internet haya ampliado su mundo:

“Estoy muy satisfecho con esta visibilidad, porque creo que puede ayudar a apreciar la belleza (y) por lo tanto, el respeto y la protección de la naturaleza”, expresa.