Nota del editor: Pedro Brieger es periodista y sociólogo, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente se desempeña como director de NODAL y es columnista de CNN en Español. Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor.
(CNN Español) – El miércoles 4 de abril, el mundo estuvo pendiente de las 11 horas de deliberaciones del máximo organismo del poder judicial del Brasil, donde se definía el futuro de Lula da Silva, una de las figuras políticas más respetadas del siglo XXI. Por 6 votos contra 5, el Tribunal Supremo Federal rechazó un recurso para evitar su encarcelamiento a raíz de una condena a 12 años de prisión por un caso de corrupción, aunque Lula sigue afirmando su inocencia.
Si bien el proceso contra Lula ya tiene un tiempo, lo novedoso en estos últimos días fue la presión combinada de algunos medios de comunicación influyentes y de varios militares de alto rango, algunos en funciones y otros ya retirados, pero siempre presentes.
Respecto del papel de algunos medios, el ministro del Tribunal Gilmar Mendes, durante su alegato, incluso acusó a los medios de “chantaje” por publicar la cantidad de días de vacaciones que ellos tienen durante el año y sentenció que, si tuvieran que decidir las causas porque los medios quieren tal o cual resultado, mejor renunciaban y se iban a sus casas.
Por su parte, algunos militares muy respetados e influyentes intervinieron en la política directamente como no lo hacían hace años, amenazando con una intervención militar para “restaurar el orden” —léase, un golpe de Estado— en caso de que Lula no fuera a la cárcel, y de que podría haber un “derramamiento de sangre”.Vaya amenaza para un país que no olvida el golpe de 1964 y que soportó una dictadura por más de 20 años.
Horas antes de que se reuniera el Tribunal, el general al frente del Ejército, Eduardo Villas Boas, aseguró, a través de su cuenta de Twitter, que su fuerza repudiaba la impunidad, lo que se interpretó como un indisimulado aval a las amenazas de los otros militares.
El origen humilde de Lula y su presidencia —que tuvo como eje la inclusión de millones de excluidos en uno de los países más desiguales del planeta, donde todavía hoy en el Ministerio de Trabajo existe un departamento de “erradicación del trabajo esclavo”— lo hicieron muy popular y respetado.
Imposible olvidar las elogiosas palabras de Barack Obama en una reunión del G20 en Londres en 2009 donde casi a los gritos dijo “Ese es mi hombre, lo amo. Es el político más popular del planeta”.
El destino de Lula ahora es incierto. La batalla legal no ha terminado.
Pero el destino de Brasil parece estar al borde del abismo.