El rapero Kendrick Lamar durante una presentación en los Premios Grammy 2016.

Nota del editor: Clay Cane es anfitrión en Sirus XM y autora de Live Through This: Surviving the Intersections of Sexuality, God, and Race. Síguelo en @claycane. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) – Kendrick Lamar ha creado la fusión perfecta entre política y hip hop, y este lunes fue galardonado con un Premio Pulitzer, por supuesto. En un momento en el que el hip hop está supersaturado con insípidos éxitos pop y peleas mezquinas, Lamar es socialmente resonante y musicalmente dotado. Es la voz de su generación y el primer artista hip hop en ganar el Pulitzer de música por su álbum de 14 pistas, Damn.

Mientras que artistas como Lil’ Wyne admiten que no se sienten “conectados” con el movimiento Black Lives Matter, Lamar está generando himnos para milénicos revolucionarios en todo el país, de la misma manera en que Mississippi Goddam de Nina Simone sonaba como un himno para el movimiento por los derechos civiles.

El rapero Kendrick Lamar durante una presentación en los Premios Grammy 2016.

Como Simone, las raíces del hip hop son absolutamente políticas. Desde el comentario social contundente que dio Grandmaster Flash and the Furious Five en ‘The Message’ en 1982, hasta la atención que trajo el grupo de hip hop N.W.A. a la brutalidad policial a finales de la década de 1980, esta forma de arte siempre ha representado dónde estamos como cultura y a dónde nos dirigimos.

Los poetas representaban las calles de una manera que hacen que no te sientas solo, ya sea que estuvieras en Compton, el Bronx o Chinatown.

Pero además, el hip hop siempre ha infundido el miedo político y ha intimidado a los políticos. En la década de 1980, la esposa del presidente Al Gore, Tipper gore, libró una guerra contra la verdad a veces dura del hip hop. El FBI criticó fuertemente a N.W.A., diciendo que incentivaba “la violencia y el irrespeto” contra la policía. Entre tanto, los horrores de la Reaganomics (la economía Reagan crearon mucha de la pobreza contra la que los raperos cantaban en contra (incluso Jay Z lo dijo estupendamente en Blue Magic de 2007: “Culpo a Reagan por volverme un monstruo).

En la era de Trump, donde la ciudadanía está siendo dividida —hecha trizas— y la vida estadounidense se está degradando, cortesía de un charlatán posando como líder del mundo libre, el arte político es más importante que nunca. Esta es una de las muchas razones por las que la junta del Premio Pulitzer, que usualmente concede este premio a trabajos de música clásica o jazz— reconoció el álbum Damn de Lamar.

La junta dijo que Damn era “una colección virtuosa de canciones unificadas por su autenticidad vernácula y dinamismo rítmico que ofrece anécdotas que afectan la complejidad de la vida afroamericana moderna”.

Como Nina Simone, Lamar no es pasivo, es la voz de los pobres; está tan indignado como inspirado, enojado sin arrepentimiento pero listo para crear cambio. Puedes escucharlo en canciones como Feel, Yah y Duckworth. En “The Heart Part 4”, una canción previa al álbum Damn, Lamar escribió “Donald Trump es un tonto, así nos sentimos, vándalo / Díganle a él que Dios vendrá / Y Rusia necesita un botón de repetición, algo traman”.

Damn fue lanzado hace un año, el 14 de abril, y esas letras siguen siendo relevantes.

Damn es un golpe en las vísceras, un llamado al despertar para las personas que están en comas intelectuales. El honor del Pulitzer fue para Lamar, de 29 años, pero significa mucho más: las tinieblas y el espíritu revolucionario, la no respetabilidad por la política, y para no sentirlo o escucharlo debes no tener alma. Él es la banda sonora de la cultura joven de hoy en día y esa es la razón por la que todo el país debe estar escuchando.