Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es columnista y analista político de CNN en Español. Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor.
(CNN Español) – La jornada electoral en México fue despampanantemente histórica. El electorado mexicano le dio la espalda a los tecnócratas educados en EE.UU. de las últimas décadas, para darle la bienvenida a un candidato que propone, desde la izquierda, acercarse al ciudadano de a pie y sus problemas. Y no solo por eso; al Andrés Manuel López Obrador conseguir la presidencia y eventualmente la mayoría en el congreso, su mandato puede el más poderoso desde el 1997 con Ernesto Zedillo.
Sus enemigos políticos lo comparan con Hugo Chávez. Dicen que hará de México otra edición de Venezuela y que su admiración por Fidel Castro lo convierte en un comunista convencido, enemigo acérrimo de la libre empresa. Dicen los contrarios que muchas empresas se irán del país. Sin embargo, no es obvio. López Obrador no es Chávez y ni México puede ser la Venezuela de hace 20 años porque ni siquiera puede ser el mismo México de ese tiempo.
A diferencia de Chávez, que saltó a la popularidad después de un golpe de estado fallido y se convirtió en presidente sin experiencia gubernamental alguna, López Obrador tiene una larga historia en el ejercicio de la política mexicana. Desde los setenta comenzó su carrera pública nada más y nada menos que en las filas de aquel Partido Revolucionario Institucional. Y también puede sacarse una muestra de lo que sería su presidencia a partir de su comportamiento como jefe de gobierno en el Distrito Federal entre 2000 y 2005. No hubo estampida de empresarios.
Su carrera al poder recuerda la de Luiz Inácio Lula da Silva cuando sus campañas políticas le provocaban fiebres a los representantes del poder tradicional brasileño.
Es cierto que La Habana contribuyó a la ascensión de Lula al poder (hipervínculo), pero cuando se pasa revista hoy día al fenómeno brasileño, no hay rastro de “marxismo-leninismo”. Al tiempo que es imposible obviar, no solo las políticas sociales y de integración llevadas a cabo durante la era Lula, sino el salto cuantitativo y cualitativo de las empresas y finanzas brasileñas provocadas por éstas que, incluso, le llevaron a integrar el New Development Bank hace pocos años. La Banca BRICS, como se le conoce mejor debido al nombre de sus fundadores iniciales: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Una alternativa al FMI y al Banco Mundial, con gran énfasis en la producción empresarial, el desarrollo y el comercio.
Lo que sí deberá cambiar al llegar al poder López Obrador será la correlación y acción de fuerzas diplomáticas y políticas en el contexto de América Latina. Uno de sus primeros ámbitos sería el Grupo de Lima y su postura política respecto a la convulsa Venezuela. En la actualidad México es uno de los más poderosos y principales países que integran dicho grupo, que busca eficientemente el fin del Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Los intentos de la OEA de invocar la Carta Democrática para ese fin han fracasado. Y es el Grupo de Lima quien busca activamente el fin de la “crisis venezolana”.
Con un Gobierno de López Obrador podría volver al concepto político de la “no intervención”. A Héctor Vasconcelos, un muy posible candidato a la cartera de exteriores mexicana en el Gobierno de López Obrador, le preguntaron si México habría firmado la declaración del Grupo de Lima pidiendo la democracia en Venezuela. El hombre respondió escuetamente: “No lo creo… aquí hay una situación estrictamente interna de Venezuela. Nosotros no creemos, incluso, en emitir opiniones sobre conflictos estrictamente internos”.
El Gobierno cubano puede esperar también más apoyo y comprensión diplomática por parte de México. López Obrador lo ha dicho públicamente: “Cuba es una nación libre, independiente y soberana… Fidel Castro es un gigante…”. Así que se terminó la marea rosa latinoamericana, pero de cuando en cuando una ola.
Ya no será el tiempo en que un presidente mexicano, verbigracia Vicente Fox, le pediría a un mandatario cubano –como sucedió en el 2002 a propósito de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo– que fuera muy brevemente a la sede del encuentro en Monterrey, México. “Comes y te vas”, le dijo a Fidel Castro para no importunar a un presidente estadounidense, verbigracia George W. Bush.
¿Y cómo será con Donald Trump? Aunque Trump lo felicitó en un tuit el domingo por la noche y expresó deseo de trabajar con él, lo de López Obrador y Trump con lo del muro… a lo mejor es de alquilar balcones para el espectáculo. Aunque López Obrador parece ser un tipo más bien calmado, a Trump no le faltará el aliento para decir en cualquier tuit que el comunismo ya ha llegado a las puertas de la frontera sur y que ahora hay que levantar un muro de acero.