(CNN) – El presidente de Rusia Vladimir Putin está ganando mucho, y se va a cansar de ganar.
Dos días después de la humillación del presidente Trump en Helsinki, la operación de interferencia electoral que sigue dando de qué hablar —beneficiando a Rusia— está sembrando una nueva discordia y desorientación en la política estadounidense y estrechando su control sobre la Casa Blanca.
Los poco entusiastas esfuerzos de Trump este martes para apaciguar una crisis política en ebullición por su pésimo desempeño en la cumbre del lunes con el presidente Putin solo causaron más controversia y tal vez no hizo nada para reparar su prestigio personal y reputación internacional.
El impacto y la preocupación aún reverberantes por la conducta de Trump prometen más días de descontento y recriminación, poniendo a los estadounidenses contra los estadounidenses y en últimas, debilitando las estructuras de la democracia tanto de Estados Unidos como de Occidente.
En otras palabras, lo que Putin exactamente quiere —y todo lo que tuvo que hacer fue aparecerse en una cumbre con Trump para darle al drama que ya estaba teniendo un efecto corrosivo en su viejo enemigo, Estados Unidos, un nuevo respiro.
Para este martes, la Casa Blanca había concluido que el presidente necesitaba hacer algo para rescatar su relación con la comunidad de inteligencia y su credibilidad política después de respaldar la palabra de Putin —no la de los espías estadounidenses— por el tema de la interferencia electoral.
Pero el esfuerzo pudo haber salido mal cuando Trump leyó una declaración preparada en la Casa Blanca, una aparición que pareció silenciar aún más su bravuconearía distintiva, luego de un episodio que ha suscitado más preguntas que nunca sobre qué pueden tener los rusos sobre el presidente de Estados Unidos.
En el Capitolio, la recurrente pesadilla de Trump que aflige a los republicanos reapareció cuando los líderes de ese partido mostraron su disgusto por el comportamiento del presidente, enviando su propio mensaje a Putin y tranquilizando a los aliados de Estados Unidos traumatizados por las palabras de Trump en la OTAN.
Pero el hecho de que la mayoría se acercara hasta la línea del ataque personal y específico a Trump, pero que no la cruzaran bajo esas extremas circunstancias, muestran que las bases de su presidencia al parecer saldrán intactas de la nueva crisis que envuelve la Casa Blanca. Los demócratas, como siempre, gritaron fuerte pero impotentemente por el comportamiento de Trump, aunque esperan que el impacto en la imagen del presidente perdure entre los votantes que llegan a las elecciones de mitad de período en noviembre.
Trump no satisface a los críticos, de nuevo
Mirando serio, y leyendo el texto preparado —en el que las palabras familiares “no hubo colusión” habían sido agregadas en tinta negra gruesa— Trump entregó una excusa improbable de uno de sus más comentarios problemáticos del lunes en Helsinki: “No veo ninguna razón por qué sería” Rusia el responsable por la interferencia de la elección de Estados Unidos.
Trump dijo que una vez llegó a casa desde Helsinki, vio en televisión y leyó la transcripción de la conferencia de prensa y se dio cuenta de que la respuesta necesitaba ser aclarada.
“Debió haber sido obvio —creí que sería obvio— pero me gustaría aclarar, solo en caso de que no lo sea”, les dijo a los reporteros.
“La oración debió haber sido: ‘No veo ninguna razón por la cual no sería Rusia”… entonces pueden ponerlo así, y creo que esto probablemente clarifique las cosas muy bien por sí mismo”.
Solo que no ocurrió así. La credibilidad del repudio de Trump se puso en tela de juicio desde que se produjo 24 horas después del desastroso encuentro con Putin. En cualquier momento el presidente pudo haber aclarado su comentario de una manera más rápida. Y si la nueva frase se inserta en las observaciones de Trump se vuelve bastante obvio que está fuera de contexto y no refleja lo que estaba tratando de transmitir en las oraciones circundantes.
Jeff Zeleny de CNN reportó que el ímpetu por los comentarios de Trump sobre que él se había equivocado en Finlandia llegaron de él mismo. Hubo preocupación entre los asesores de Trump de que su obediencia a Putin lo hacía parecer antipatriótico y que un alto miembro de la comunidad de inteligencia, posiblemente el director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, podría renunciar.
Trump también pareció socavar su propio mensaje cuando dijo que si bien aceptaba que Rusia había interferido en las elecciones, otros podrían haber estado involucrados también: “Hay mucha gente por ahí”.
El problema es que el presidente, lejos de apoyar los hallazgos de la comunidad de inteligencia sobre que Rusia intervino en la elección de 2016, puso una vez más en duda la autenticidad de la evaluación. Tal como lo hizo en Helsinki.
Esta no es la primera vez que Trump quiere aclarar un desastre político que él mismo creó, pero en cambio, lo hace más profundo. Muchos comentaristas han notado similitudes entre este episodio y la ocasión del año pasado cuando el presidente se equivocó al no culpar a los neo-Nazis y supremacistas blancos por la violencia en Charlottesville, Virginia.
Scott Jennings, que fue asistente especial del presidente George W. Bush, dijo que la insistencia de Trump en ofrecer aclaraciones a su declaración derrotó el propósito.
“Hubiera estado mejor no haber nada hoy, si ibas a lanzar esa frase”, dijo Jennings en “The Lead con Jake Tapper”, de CNN, describiendo el debacle de Helsinki como un grave erro y un punto bajo de su presidencia.
“Entonces tratas de deshacerlo, y luego el camino de regreso se confunde porque tampoco entendiste bien”, agregó Jennings.
Y una cosa es prometer proteger el sistema electoral de Estados Unidos y ofrecer a la comunidad de inteligencia “plena fe y apoyo”, como hizo Trump, a salvo en la Casa Blanca.
El hecho de que Trump no hiciera la aclaración estando junto a Putin, un adversario estadounidense que esas mismas agencias de inteligencia acusan de interferir en las elecciones de 2016 para ponerlo en el cargo— fue lo que causó esta controversia. Su falta de voluntad para hacerlo en Helsinki es la razón por la cual los críticos en Washington lo consideraron débil, un adjetivo que siempre daña al presidente, especialmente cuando se manifiesta durante una aparición en el extranjero.