(CNN) – En una agradable tarde del 14 de agosto en Huamantla, una ciudad sin pretensiones en Tlaxcala, el estado más pequeño de México, ya se están haciendo los preparativos para las festividades de la noche. Pronto la ciudad estará alfombrada con más de 8 kilómetros de alfombras de aserrín multicolor.
Es la “Noche que nadie duerme”, la colorida estrella de la Feria de Huamantla, un espectáculo de cultura, comida y color de dos semanas de agosto, que reúne corridas de toros, bailes y tradicionales chiles rellenos.
La etapa previa
Ninguna calle en Huamantla parece la última.
Una está ensartada con diminutos discos espejados, mientras que otra está rematada con papel picado. Las bolsas de aserrín preteñido van a su lugar y hay esténciles gigantes.
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A las 6 p.m., un hombre pasa, inexplicablemente, con un cerdo amarrado. A las 9:00 p.m., las calles están desbordadas (de espectadores entusiastas y virutas de madera).
“Recibimos visitantes de todos los rincones del mundo”, me dice Maria Celeste Caballero Martínez, guía turística de Huamantla, por correo electrónico, agregando que la celebración es “un incalculable gran espectáculo de fe, dado que une al pueblo con un único objetivo: agradecer a la Virgen de la Caridad”.
Este agradecimiento se da a través de la creación de arte en aserrín de madera, fugaz e intensamente fotogénico, que cubre la mayoría de las calles de la ciudad.
Los diseños abarcan toda gama, desde florales hasta imágenes religiosas, mientras que los diseños geométricos también son comunes.
Sin embargo, mientras que las alfombras se ven hermosas desde la distancia, el verdadero encanto radica en ver de cerca cómo las hacen los hábiles artesanos locales.
“Comencé a hacer tapetes cuando niño, junto con mis hermanos Enrique y César”, me dice Oscar Ruiz López, un fabricante de tapetes de Huamantla.
Preparándose
Y la preparación para la “Noche que nadie duerme” realmente involucra a la comunidad.
Tres meses antes de la celebración “cada calle dentro del circuito [del desfile] tiene reuniones vecinales para recolectar el dinero, elegir el diseño y crear el tapete para la calle”, señala Caballero Martínez.
Después de eso, los residentes comienzan a armar las plantillas con cartón grueso, bordeadas con madera y reforzadas con alambre.
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Mientras tanto, el aserrín se tiñe con los colores necesarios para el diseño. “El agua se lleva a ebullición, se agrega anilina o colorante en polvo, junto con un poco de sal, antes de verterlo sobre la pila de aserrín”, explica Ruiz López.
Cada diseño, me dice, tiene al menos seis colores y ningún tapete será el mismo que el anterior. Incluso los adornos colgados en la calle son únicos.
Nada acerca de esta preparación es barata. Tan solo un kilo de tinte cuesta entre 42 y 68 dólares, y necesita entre 300 y 500 kilogramos para producir aproximadamente 20 bolsas de aserrín de colores.
Los materiales a veces pueden variar. “Hoy en día, la base principal es el aserrín, pero las migas de pan, las semillas, las limaduras de hierro y las flores son materiales que también se usan en nuestros tapetes”, me dice Caballero Martínez.
Más allá de estas fronteras
De hecho, en la vecina Ixtenco, Tlaxcala, una comunidad otomí donde algunos afirman que se originó la tradición, las alfombras de aserrín creadas cada 23 de junio incorporan regularmente flores y maíz.
Después de todo, aunque en Huamantla es ciertamente mejor y más grande ejemplo del uso del aserrín en México, no es una práctica exclusiva de la ciudad. Ni siquiera es una práctica exclusiva del país.
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Guatemala, Nicaragua y Brasil, entre otros países, también participan en la creación de efímeras alfombras de aserrín.
Cuando el reloj marca la 1 a.m., se inicia la procesión de feligreses, encabezada por la imagen de la Virgen de la Caridad, Ruiz López señala que es conocida así en Huamantla, aunque “su nombre original es la Virgen de la Asunción”, avanza por las calles de Huamantla, revolviendo las alfombras cuidadosamente hechas a su paso.
Lauren Cocking es escritora de viajes, especializada en México y América Latina. Sigue su monólogo interno en Twitter en @laurencocking o lee su blog Northern Lauren.