(CNN) – “¡Sang Chol!”, exclamó Lee Keum-seom, de 92 años, mientras caía en brazos de su hijo perdido en un centro vacacional en Corea del Norte el lunes.
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Lee había estado esperando 68 años para este momento, después de que los dos se separaron durante la Guerra de Corea y quedaron atrapados en lados diferentes de la zona desmilitarizada (DMZ) que ahora divide las dos Coreas.
Sang Chol tenía cuatro años cuando la vio por última vez. Él ahora tiene 71 años, él mismo es un anciano. El lunes se sentó esperando la llegada de Lee con su nuera. A Lee se unieron sus dos hijas, que crecieron en Corea del Sur.
La de ellos fue una de las múltiples reuniones emocionales familiares que tuvieron lugar en un centro turístico cerca del Monte Kumgang, donde los autobuses llenos de surcoreanos llegaron temprano el lunes.
Eran las 89 afortunadas familias seleccionadas entre los más de 57.000 que habían solicitado las reuniones, acordadas bajo la Declaración de Panmunjom firmada por el presidente surcoreano Moon Jae-in y el líder norcoreano Kim Jong Un durante una histórica cumbre a principios de este año.
Más del 60% de los que buscan reuniones tienen más de 80 años y son acompañados en el viaje en autobús al norte por sus hijos y otros parientes.
Después de que la reunión llorosa inicial había terminado, Sang Chol le mostró a su madre una foto de su esposo, que había estado con su hijo cuando la pareja se separó, pero luego murió.
“Esta es una foto de mi padre, mamá”, dijo Sang Chol, disolviéndose en sollozos.
Antes de ir al viaje en autobús al norte el lunes, Lee le dijo a CNN que había rezado para que su hijo tuviera una vida larga para que pudieran reunirse.
“(Mi familia) en Corea del Norte no vivió mucho, así que oré por la salud de mi hijo”, dijo.
Se sentía nerviosa por conocer a su ahora mayor hijo, después de conocerlo solo cuando era un niño pequeño, sin saber dónde comenzar a ponerse al día tras una vida separada.
“¿Qué debo preguntar?”, dijo. “Oh, debería preguntarle qué le contó su padre sobre mí. Su padre debe haberle contado sobre cómo nos separamos y dónde estaba nuestra casa. Debería preguntarle sobre eso”.
Al verlo, sin embargo, no hubo dudas, y los dos ancianos coreanos se abrazaron con fuerza, ambos en lágrimas. Durante toda la reunión, no se soltaron de las manos.
Reuniones muy esperadas
Lee fue una de las decenas de surcoreanos que se reunieron el domingo en el hotel Hanwha, en Sokcho, al sur de la zona desmilitarizada (DMZ) que separa las dos Coreas, donde se realizaron controles médicos y se advirtió a los participantes sobre los matices de visitar Corea del Norte. Se les dice que eviten decir algo que pueda malinterpretarse, o que se considere insensible al norte de la frontera.
Los participantes fueron aplaudidos por los trabajadores de la Cruz Roja cuando llegaron, algunos en silla de ruedas, pasando bajo pancartas que decían “¡Felicitamos sinceramente a las reuniones de las familias separadas!”.
En el hotel había un aire de emoción y tensión mientras se preparaban para encontrarse con esposos, esposas, hermanos, hermanas y niños que ahora son solo recuerdos vagos, sus rostros difuminados por el tiempo.
Luego registraron sus nombres y fueron invitados a tomarse una foto familiar profesional en un rincón del vestíbulo que luego enmarcaron para ellos para que pudieran llevarlo a Corea del Norte como un regalo.
Park Kyung-seo, presidente de la Cruz Roja de Corea del Sur, dijo a CNN que, aunque estaba muy contento de asistir a las reuniones familiares, el pequeño número de participantes fue una “tragedia humana”.
“Comparto completamente la decepción de aquellos que no son seleccionados, así que estoy tratando con socios de Corea del Norte para tratar de encontrar otras soluciones, muchos están esperando, los números son muy limitados”, dijo.
“Imagínense 73 años sin saber si los miembros de su familia siguen vivos o han muerto, no hay noticias. La agonía y la ira son una tragedia humana impensable”.
En un comunicado el lunes, el presidente Moon instó a ambas Coreas a trabajar para lograr más reuniones en el futuro, señalando su propia historia familiar como hijo de refugiados norcoreanos.
“Ampliar y acelerar la reunión tiene la máxima prioridad entre todos los proyectos humanitarios que ambas Coreas deben llevar a cabo. Las Coreas deben esforzarse más audazmente para resolver el problema de las familias divididas”, dijo. “Como miembro de una familia dividida, simpatizo profundamente con esa tristeza y dolor. Realmente no hay tiempo”.
Ahn Seung-chun se dirigía a Corea del Norte para ver a familiares que nunca conoció. “Solicité ver a mi hermano mayor”, dijo. “Pero él murió, así que nunca lo veré ahora”.
“Voy a ver a mi sobrino y la esposa de mi hermano”, agregó. Por un lado, estoy triste por no ver a mi hermano. Pero, por otro lado, estoy feliz de conocer al sobrino. Al menos conoceré a alguien relacionado con mi padre”.