CNNE 555950 - el cirujano colombiano que hizo parte de un historico trasplante de rostro
En el trasplante de rostro de Katie Stubblefield participó un colombiano: esto fue lo que aprendió
02:11 - Fuente: CNN

(CNN Español) – Once cirujanos trabajaron por más de 31 horas para darle una nueva oportunidad de vida a Katie Stubblefield, la paciente más joven en recibir un trasplante de cara.

Katie, de 21 años cuando recibió el rostro, intentó suicidarse cuando tenía 18 años disparándose con un rifle en el rostro. Sobrevivió, pero con heridas tan graves que tras decenas de cirugías la única opción para devolverle funciones básicas como masticar, respirar y tragar era un trasplante de rostro.

MIRA: Histórico trasplante de rostro le da a una adolescente sobreviviente de suicidio una segunda oportunidad

En esta, considerada la cirugía más compleja del mundo, participó un colombiano. Se trata de Steven Rueda, un cirujano nacido en Bogotá en 1987, y quien afirma que esta cirugía le enseñó más sobre la vida que sobre medicina.

Rueda estaba allí cuando Katie llegó al Cleveland Clinic, la institución que hizo el trasplante. Trabajaba en el Departamento de Cirugía de la clínica, donde hizo la mayor parte de su entrenamiento como cirujano plástico, tras graduarse como médico de la Universidad de Miami.

“Para poner el contexto el estado en el que Katie llegó al Cleveland Clinic hay que basarse en lo que dijo el hospital remitente, que maneja trauma severo. Lo clasificaron como el peor trauma facial que habían visto en la historia de esa institución”, explica Rueda a CNN en Español.

En ese momento, la prioridad era salvar la vida de Katie, por lo que la adolescente pasó años de cirugía en cirugía para intentar recuperar las funciones de las que se encargan los órganos en el rostro.

MIRA: Intentó suicidarse a los 18 años, hoy tiene un rostro nuevo gracias a un trasplante histórico

Rueda explica que los cirujanos plásticos buscan dos cosas con un procedimiento: la apariencia y la función. Cuando las técnicas tradicionales fallan, entonces se procede a pensar en un trasplante.

El momento de la cirugía para Katie llegó tres años después de su intento de suicidio.

‘Nunca había conocido a una familia así de fuerte’

A pesar de la situación extrema que vivieron, Katie y su familia nunca perdieron la sonrisa, afirma Rueda.

“Nunca en la vida había conocido gente así de fuerte y así de paciente como ellos. Obviamente en este tipo de casos hay un mar de emociones en las familias: hay alegría, hay tristeza, hay miedo. Pero esta familia es un ejemplo perfecto de cómo se puede reaccionar ante una situación tan delicada de una manera tan positiva como lo hicieron”, afirma.

Cuando le informaron a la familia que un trasplante de rostro podría ser la solución, ellos afirmaron sentirse abrumados.

“Hubo un cirujano traumatólogo de mayor edad que básicamente nos dijo: ‘Es la peor herida que he visto en su tipo’, y dijo: ‘Lo único que puedo pensar que realmente le daría vida funcional nuevamente es una trasplante de cara “, recordó el padre de Katie, Robb. “Estaba parado allí pensando, ‘¿Qué quieres decir con trasplante? ¿Qué haces?’”

Katie dijo sentirse aturdida. “No tenía idea de qué era un trasplante de cara (…) Cuando mis padres me ayudaron a explicar todo, estaba muy emocionada de volver a tener una cara y tener otra función”.

En el mundo se han realizado apenas unos 40 trasplantes de rostro, explica Rueda, y se considera que es un procedimiento experimental de altísima complejidad. Para prepararse para la cirugía, Rueda le relató a este medio que se suelen hacer prácticas en cadáveres, pues hay muy pocos procedimientos en personas vivas.

La emociones detrás de una cirugía histórica

El día de la cirugía el año pasado, Rueda dice que sintió una mezcla de emociones antes de entrar al quirófano de la Cleveland Clinic.

“Primero, la emoción de ver que un paciente que uno había visto sufrir y batallar tanto y su familia iban a lograr tener acceso a este regalo. Pero más que nada es una sensación de responsabilidad y de saber que tiene que hacer el trabajo correcto para la paciente”.

La portada de National Geographic, con la historia de Katie.

Para una cirugía de esta complejidad se necesitan dos equipos, el equipo del donante y del paciente que recibe el rostro. Ambos se encargan de preservar las estructuras que se van a usar para encajar el trasplante: tejidos vasculares estructuras neurológicas o nervios, y huesos.

Rueda hizo parte de ambos equipos en un procedimiento especializado y experimental que el Cleveland Clinic pronto divulgará a la comunidad científica.

“De verdad es algo espectacular haber podido ser parte de este equipo que cuidó a Katie. Yo creo que los doctores entramos a la medicina porque sentimos ese sentimiento de gratitud cada vez que ayudamos a los pacientes a pasar por dificultades. Y yo creo que nunca debería ser algo de ego propio; es por la alegría que tienes de verdad de ver cómo le cambió la vida al paciente”, relata.

De Katie se puede decir sin temor a equivocarse que tuvo la segunda oportunidad por excelencia: tras intentar quitarse la vida, la medicina le permitió seguir viviendo y a través de un procedimiento revolucionario recibe la opción de poder recuperar al máximo sus funciones, algo que según ella usará para crear conciencia sobre el valor de la vida.

Los héroes en la historia: una moraleja inesperada

Para Rueda, en esta historia hay varios héroes: los padres, Katie, por supuesto, la paciente que donó el rostro y la abuela de esa mujer, que fue quien finalmente tomó la decisión de que así se usara la cara de su nieta.

“A veces un solo donante de órganos puede cambiarle la vida a ocho familias”, dice Rueda quien afirma que espera que historias como la de Katie puedan ayudar a lograr que cada vez más personas se registren como donantes de órganos.

Katie fue para Rueda una inspiración, afirma.

“Ver a estos pacientes que el hecho de que tengan un día más para vivir y para comer con sus familias, con sus amigos, vale el oro, y ellos lo sienten de esa forma, lo hace a uno pensar en lo valioso y lo afortunado que ha sido uno con la vida. Eso es la moraleja más grande que le dejan a uno estos pacientes”, dice.