CNNE 554903 - feligreses en pensilvania resienten el impacto de los abusos de sacerdotes
¿Cómo es ir a misa en Pensilvania tras escandaloso reporte de abusos sexuales en sus iglesias?
03:02 - Fuente: CNN

Nota del Editor: El padre Kevin O’Brien, S.J., es sacerdote jesuita y decano de la Escuela Jesuita de Teología de la Universidad de Santa Clara, en California. Anteriormente fue vicepresidente de la misión y ministro en la Universidad de Georgetown, en Washington. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor.

(CNN) – Esta semana nuestros estudiantes empiezan las clases. Entre los millones de jóvenes que están en las universidades, ellos son un grupo singular.

Vienen a nuestra escuela de posgrado a estudiar teología como preparación a una carrera de servicio en la Iglesia católica. Algunos se ordenarán como sacerdotes. A otros se les encargará el servicio del ministerio laico. Trabajarán juntos en escuelas, universidades, parroquias, centros de retiro, hospitales y prisiones. Ellos estudian, rezan y sirven en una Iglesia una vez más acribillada por el escándalo. Mientras lidiamos con las recientes revelaciones de abuso sexual y de poder dentro de la Iglesia, no encuentro las palabras para darles la bienvenida.

Tristemente ya hemos pasado por esto. Pero hay algo diferente ahora. En parte por el movimiento #MeToo, queremos hacer más para penalizar a quienes cometen delitos sexuales y establecer rigurosos programas de prevención. Justamente insitimos en confrontar a una cultura de clericalismo y privilegio que permite el ejercicio abusivo de la autoridad. Buscamos una reforma estructural duradera, con mayor transparencia, rendición de cuentas y una participación más significativa de los laicos en el gobierno de la Iglesia.

Padre Kevin O'Brien, S.J.

En mis dos décadas como jesuita, he aconsejado a muchas personas escandalizadas por revelaciones de abuso y frustradas por la insensibilidad o la arrogancia de los líderes y ministros de la Iglesia. En oración, pensando y respondiendo a su conciencia, algunos decidieron irse para no perder su fe. Otros decidieron quedarse. Querían ayudar a reparar la Iglesia de abajo hacia arriba.

Ahora mismo hay muchos católicos atrapados entre estas dos alternativas. Las desagradables luchas intestinas entre tradicionalistas y progresistas y la culpa descargada sobre gays y lesbianas católicos por la crisis de la Iglesia alienan más todavía a los que están atrapados en el medio de esos extremos. En este ambiente, ¿qué le digo a una clase de mujeres y hombres talentosos que desean servir en la Iglesia, pero que se sienten profundamente desilusionados o heridos?

Quizás lo mejor que puedo hacer es revelar mi propia lucha. Cuando haya desenmarañado la complejidad de las emociones y las reacciones que se agitan en mí, encontraré la misma voz que me llamó a ser jesuita hace 20 años. “Este es tu camino de crecimiento en la fe, esperanza y amor.” Pero este camino es más rocoso y tortuoso de los que me imaginaba entonces.

Me quedo porque esta es la Iglesia que siempre he conocido. Es mi hogar, con toda su belleza y sus quiebres. Así es como conozco mejor a Jesucristo, el rostro humano de Dios, revelado en las escrituras de la Iglesia, su rica vida intelectual y artística, su liturgia y sus sacramentos y sus inspiradoras obras de misericordia.

En esta Iglesia he sido parte de comunidades parroquiales y escolares que me recuerdan que, en última instancia, la Iglesia no es el Vaticano ni ningún adorno institucional. Antes que nada, la Iglesia es un pueblo en viaje para hacer realidad el sueño de Dios para el mundo. Viajamos juntos, en los buenos y en los malos tiempos.

En esta Iglesia siento el desafío de quedarme cerca de los pobres y de quienes no tienen voz. Creer en el evangelio de nuestra fe exige hacer algo concreto para que este mundo sea más justo, noble y acogedor. Los marginados con quienes camino me enseñan lo que es más importante en la vida y de qué se trata la fe. Las víctimas de violencia y abuso sexual y del abuso de la autoridad tienen algo que enseñarnos. ¿Las dejaremos?

En esta Iglesia encuentro estudiantes como los que llegan esta semana. Con su lealtad, su creatividad, su percepción y generosidad, revelan el camino hacia adelante en un sendero que avanza serpenteante y recto a la vez. No necesito tener todas las respuestas ni las palabras perfectas. Ellos las traerán. Juntos reformaremos la Iglesia y le daremos la imagen que Dios desea para ella. Su educación lo exige.