Nota del editor: Holly Thomas es una escritora y editora británica que vive en Londres. Puedes seguirla en Twitter @HolstaT. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(CNN) – Desde la explosión del movimiento #MeToo en octubre de 2017, muchos de nosotros nos hemos cansado de las respuestas comunes que a menudo podemos esperar de ciertas figuras frente a la historias de acoso y abuso sexual. Por ejemplo, la semana pasada en un mitin en Pensilvania, el presidente de EE.UU. Donald Trump se burló una vez más del movimiento, afirmando que “ya no podía” usar ciertas expresiones. Después, se rió cuando un miembro de la multitud lo animó a “hacerlo de todos modos”.
Sin embargo, resulta irritante ver que #MeToo también fue socavado a manos de una parte inesperada, como ocurrió hace unos días por la rival de Trump en las elecciones de 2016, Hillary Clinton.
Durante una entrevista de CBS emitida este domingo, a la ex primera dama, exsenadora y exsecretaria de Estado le preguntaron si sentía que su esposo, el expresidente Bill Clinton, abusó de su poder al tener un romance con Mónica Lewinsky mientras él estaba en el cargo. ¿La respuesta de Hillary Clinton? Lewinsky era una mujer “adulta” cuando eso ocurrió. Y hay más. Ante la pregunta de si su marido debió renunciar tras el escándalo y el posterior juicio político, ella contestó: “Absolutamente no”.
Además, Clinton continuó su respuesta con un interrogante. “Pero, permítame preguntarle esto. ¿Dónde está la investigación del actual (presidente) en funciones, contra quien se han hecho numerosas acusaciones que él rechaza, niega y pone en ridículo?”.
Monica Lewinsky era una practicante de la Casa Blanca y tenía 24 años cuando ocurrió su relación con el presidente Clinton. Él tenía 51 años. Hay diferencias vitales entre el comportamiento que constituye una agresión sexual y las acciones que son abusos de poder, entre las que tener una aventura con una pasante mucho más joven que tú cuando eres el hombre más poderoso del mundo es obviamente una.
Pero los dos asuntos merecen un análisis. El argumento de Clinton de que Lewinsky era una mujer “adulta” socava una lección central del movimiento #MeToo: el abuso no necesariamente depende de la edad, el género o la fama, sino que siempre está ligado poder. Su recurso hizo imposible tener una discusión matizada sobre el abuso particular de privilegio del que fue culpable su marido, y que muchas personas que la admiran hubieran encontrado cercano. También desaprovechó la oportunidad de mostrar una manera alternativo de liderazgo, que, considerando su derrota de 2016 y el hombre que triunfó, parece un desperdicio especialmente desafortunado.
La petición que hizo Clinton de una investigación, por supuesto, es sobre al presidente Trump y las numerosas acusaciones de acoso y agresión sexual que han aparecido en su contra desde que empezó la carrera por la presidencia. Trump, también, ha estado en los medios de comunicación durante los últimos días comentando sobre temas similares, incluso en su infame mitin en Mississippi a principios de este mes.
Dirigiéndose a la multitud local, se burló del testimonio de la profesora Christine Blasey Ford sobre la supuesta agresión sexual que ella sufrió a manos del entonces candidato a la Corte Suprema Brett Kavanaugh (señalamientos que él niega). Desde entonces, Kavanaugh ha fue juramentado en el alto tribunal. Durante la entrevista que concedió CBS, también emitida el domingo, Trump duplicó su impresión ofensiva de Blasey Ford y declaró: “Si no hubiera pronunciado ese discurso, no habríamos ganado”.
El comportamiento de Trump es repugnante, y no debe aminorarse en el contexto de una retórica deficiente por parte de su antiguo rival en la carrera presidencial. Pero el hecho de que Hillary Clinton no haya sido un ejemplo superior es decepcionante para todos los que todavía animan a las mujeres a reclamar su poder. La defensa que hizo de las acciones de su esposo en retrospectiva —e incluso después de #MeToo— suena como lo que uno podría esperar de una ex primera dama, no de un contendiente político en derecho propio. Su decisión de respaldar a su marido sobre Lewinsky sonó similar a cuando la esposa de Trump, Melania, enfatizó que las víctimas de agresión sexual necesitan mostrar “pruebas realmente contundentes”.
Debe haber pocas personas sobre las que las oportunidades perdidas pesen más que Hillary Clinton. Tras su derrota en la carrera presidencial, reescribió la primera línea de su obituario y se selló a sí misma en la conciencia pública como la mujer que cayó (o fue empujada) en el último obstáculo: emblemática del pasado, en lugar de una figura insigne para el cambio. Se siente extraño, cuando ella debe ser muy sensible al estado de ánimo público, verla repetir lo que ya se siente como errores pasados.
Después de que perdió la presidencia en 2016, dijo: “A todas las niñas que están mirando… nunca dudes de que eres valiosa y poderosa y que mereces todas las opciones y oportunidades del mundo”. Su entrevista con CBS insinuó excepciones incómodas a esa regla, cuando la narrativa del hombre correcto se ve amenazada. Mientras tanto, Trump continúa burlándose directamente del dolor de las mujeres y descarta las acusaciones contra sí mismo. De diferentes maneras, ambos niegan el movimiento social más significativo de los últimos dos años.
Las elecciones intermedias están a semanas de distancia. Será la primera vez que los votantes puedan participar a nivel nacional sobre el impacto de las elecciones de 2016 y todo lo que ha pasado desde entonces. Está claro que cualquier desarrollo positivo dependerá de la sangre fresca al mando de ambas partes. Si hay algo que aprender de la elección de Trump, es que Estados Unidos está receptivo y hambriento el cambio. Si hay algo que aprender de la derrota de Hillary Clinton, es que no tiene sentido defender un status quo cansado, que protege los privilegios heredados. Parece que ella todavía tiene que apreciar completamente esa lección. Esperemos que los demócratas en general lo hayan hecho, y que aseguren un candidato más progresista para su desafío de 2020.