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Alarma por paquetes sospechosos enviados a CNN y políticos en EE.UU.: ¿qué tienen en común los blancos?
02:49 - Fuente: CNN

Nota del editor: Michael D’Antonio es autor del libro ‘Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success”. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) – En los breves comentarios del presidente este miércoles sobre las bombas enviadas a prominentes demócratas que hacen parte de su oposición, y a una organización de noticias que Donald Trump ha demonizado repetidamente, hizo lo mínimo que un presidente debía hacer. Aunque usó palabras como “abominable” y “malvado”, Trump tuvo problemas para sonar como un verdadero líder de un país devastado por un conflicto político que él mismo ha intensificado hasta convertirla en una masa crítica. 

Su tono de voz tranquilo se mostró poco sincero para cualquiera que sea familiar con la intensidad de sus discursos en los eventos de campaña, y su falta de mención a CNN, el medio de comunicación atacado, dejó expuestos sus verdaderos sentimientos. Este es un hombre para quien los objetos de su ira y burla no merecen respeto, y a quien le hace falta el instinto de decencia. Él esperó que su vicepresidente Mike Pence, y su hija Ivanka, ofrecieran las palabras de respeto para las víctimas antes de que tuiteara tres palabras (en inglés): “Estoy totalmente de acuerdo”.

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Viniendo de un hombre que usualmente ha electrificado Internet con tuits antes de que la nación siquiera esté despierta, su respuesta fue un esfuerzo patético.

Luego, cuando habló públicamente el miércoles en la tarde sobre las amenazas, Trump ofreció unas débiles palabras sobre la unidad bipartidista.

No fue sino hasta el miércoles en la noche, en un evento en Mosinee, Wisconsin, que tomó una postura concreta, diciendo que “cualquier acto o amenaza de violencia política son un ataque a nuestra democracia… Hay una manera de resolver nuestros acuerdos, son llamadas pacíficas a las urnas”.

Pero dado el récord de Trump, esas palabras pueden tener poco peso. Trump hizo campaña como un divisor sin pretensión de unir al país. Mientas él vilipendiaba los medios nacionales, especialmente CNN, buscó deshumanizar a los reporteros como “escoria”, “horrible” y lo peor de todo, “enemigos del pueblo”.

Durante su campaña, Trump tristemente recordó los días cuando los manifestantes eran sacados en “camillas” y ofreció pagarles los gastos legales si uno de sus partidarios llegara a atacar a un disidente en un mitín político. Ahora, él no tiene ninguna autoridad para llamar a la paz y la unidad.

Hillary Clinton, que aún recibe cantos de “enciérrenla” en los mitines de Trump, fue difamada como “corrupta Hillary”, como si ella fuera realmente una criminal. ¿Y quién no recuerda el gran esfuerzo de Trump durante años para poner en duda la legitimidad del presidente Obama con una retórica divisiva y de conspiración sobre su lugar de nacimiento?

No tenemos ni idea quién envió las bombas y no tenemos idea de qué las motivó. Pero lo que podemos decir es que las teorías de la conspiración que Trump promueve, como la retórica violenta que él usa, han degradado el ambiente político al punto de que el terrorismo enviado en bombas por correo no es una sorpresa.

Este problema fue reconfigurado durante la campaña cuando dos hombres atacaron a un hombre hispano en Massachusetts diciendo “Donald Trump estaba en lo correcto. Todos estos ilegales necesitan ser deportados”.

Otro caso de violencia galvanizada por Trump ocurrió cuando presentó a uno de sus seguidores reprimiendo a un manifestante en un mitín; y otro más ocurrió cuando uno de los hombres de Trump sacó a un reportero de una conferencia de prensa.

Más recientemente, un hombre de California que poseía 20 armas de fuego fue arrestado después de amenazar al personal de Boston Globe. Él había usado la frase de Trump de que la prensa es “el enemigo del pueblo” en llamadas al diario.

Dada la construcción de un universo alternativo por parte del presidente en el que se le ha permitido decir miles de mentiras sin haber tomado nunca la responsabilidad, su intento inepto de abordar las amenazas de bomba del miércoles fue, quizás, inevitable. Trump ha jugado constantemente con el fuego de la conversación violenta y ha prosperado en una estrategia de ir a donde otros, por una buena razón, no lo harán.

Muchos de sus compañeros republicanos aparentemente han perdido la voluntad de reprenderlo, y él ha dividido tan profundamente a la nación que un subconjunto de estadounidenses prospera gracias a la energía de su odioso discurso.

Como presidente, Trump ha legitimado la rabia, establecido condiciones para el peligro que está en aumento, y disminuido nuestra habilidad para si quiera comprometernos con los otros con buena voluntad y civilidad.

La retórica de Trump pasó la línea hace mucho rato. Ahora él nunca podrá ser el líder que pueda llevarnos de vuelta a donde estábamos antes de que él llegara con sus diatribas y su ira.