(CNN) – A sus 88 años, el pintor francés Andre Brasilier aún conserva el placer de la “aventura espiritual”.
En una búsqueda eterna de la belleza, viajó recientemente con su esposa desde París hasta Londres para la inauguración de su última exhibición en el Ópera Gallery de la capital de Inglaterra.
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La mayoría de sus pinturas exhibidas son imágenes expresionistas de caballos. Nacido en 1929, Brasilier fue criado en Saumur, en el oeste de Francia, rodeado de belleza natural, y esos primeros recuerdos han permanecido con él a largo de su vida.
“Los caballos fueron mis primeros modelos mientras vivía en el campo con mis padres”, dijo Brasilier, quien ganó el codiciado Gran Premio de Roma a los 23 años.
“Así que mis primeros modelos fueron los caballos que araban los campos”, agrega. “Desde una edad muy temprana, me atrajo la belleza de esos animales”.
El valor del arte de Brasilier ha aumentado un 557% durante los últimos cinco años, un salto que se refleja en la cantidad de piezas vendidas en subastas.
Si bien Brasilier lleva la creatividad en su ADN -sus dos padres fueron artistas-, él fue el único de los cinco hermanos que se inclinó por una profesión artística.
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“Nací en una familia dedicada al arte”, dijo, y agregó que supo que quería pintar a los 10 años.
“Están cargados de simbolismo”
Además de artista, Brasilier dice que su padre tenía devoción religiosa.
“Nací en un entorno espiritual. Mi padre estaba dedicado al arte religioso hasta el punto de no firmar sus obras”, explicó. Como expresionista, Brasilier está fascinado por lo que representan los caballos en términos religiosos, no solamente su belleza física.
“Los caballos son una creación estupenda. Están cargados de simbolismo, fortaleza, dinamismo, belleza. Son una fuente de inspiración”.
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“Los caballos siempre están en un ambiente bello, en el corazón de la naturaleza, no es posible distinguirlos de la naturaleza. Lo que me interesa es esta búsqueda de la belleza.”
“Un símbolo de divinidad”
Brasilier sonríe al hablar de su propio caballo, “Foufou”, que guarda en su casa de campo en Francia.
A él le atribuye el mérito de refrescar su mirada de la vida, que combina una actitud lúdica con sentido del humor y agudeza de ingenio.
“Cada vez que veo un caballo me siento inspirado. El caballo me da energía”, explica Brasilier, cuyo trabajo artístico también ha sido exhibido en el prestigioso museo State Hermitage en San Petersburgo, Rusia.
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Se siente inspirado continuamente por la manera en que los caballos han evolucionado a la par del ser humano.
“Hay vida y movimiento en el caballo. Amo los caballos en cada forma en que han evolucionado con nosotros. Desde los inicios del arte con las pinturas en cavernas, los caballos siempre han sido un gran amor del ser humano, un símbolo de divinidad”.
Lo único que supera su entusiasmo por los temas equinos es la pasión que siente por su esposa Chantal, quien aparece representada en varias de sus obras y sigue siendo fuente de constante inspiración.
Ambos se ríen juntos mientras Brasilier explica lo que sucede cuando su esposa se convierte en su musa.
“No soy un artista del movimiento realista, me interesa el arte que transforma”, explica. “Cuando pinto a mi esposa, no es realismo, quiero ir más allá de la realidad”.