(CNN) – El presidente Donald Trump, convencido de que él solo puede romper el estancamiento con sus contrapartes adversas en materia de comercio y seguridad, pondrá a prueba su teoría en Argentina esta semana.
La cumbre del G20 en Buenos Aires se ha vuelto un punto de apoyo para las apuestas diplomáticas de alto nivel de Trump. Según dijo él mismo, las reuniones positivas con los líderes de China y Rusia traerían grandes logros. Pero si las conversaciones fracasan, advirtió de las graves consecuencias, incluyendo una prolongada guerra comercial que podría enturbiar aún más las economías globales.
El dramático asunto de todo o nada encaja bien en la visión del reality show de Trump sobre los asuntos mundiales, incluso si deja a otros líderes incómodos. Ya el presidente ha mostrado que espera tener un momento central en la cumbre al cancelar abruptamente la reunión con el presidente Vladimir Putin, citando el decomiso de barcos ucranianos.
Un día antes de la planeada reunión con Putin, Trump indicó a los reporteros que también había culpabilidad de las nuevas tensiones en el lado ucraniano, diciendo: “No nos gusta lo que está sucediendo de ninguna manera”.
Un peso pesado diplomático
Incluso aunque la reunión con Putin no ocurra, la estadía de Trump el viernes y sábado en la capital de Argentina seguirá representando uno de sus ataques diplomáticos más pesados desde que asumió el cargo. Funcionarios de la Casa Blanca dijeron que Trump se reunirá con varios líderes mundiales durante su viaje, además de las tradicionales sesiones del G20, cenas y fotos grupales.
El aislamiento de Trump del escenario global nunca es más claro que en las reuniones con sus pares, incluyendo la reunión anual del G7 y G20 que marcan el calendario presidencial del mandatario de Estados Unidos. En las dos cumbres del G7 y una del G20, Trump ha parecido a veces malhumorado con los aliados más importantes de Estados Unidos. En la conmemoración del Armisticio de la I Guerra Mundial en París a principios de este mes, Trump caminó en la ceremonia solo, incluso mientras otros líderes se unieron para caminar juntos.
Esta vez, sus ayudantes han llenado la agenda del presidente con reuniones separadas de la propia cumbre del G20, poniéndolo en sesiones consecutivas que no resaltarán tan fácilmente las divisiones que han crecido entre algunos socios estadounidenses de larga data y él.
Entre las reuniones programadas de Trump están con el presidente Xi Jinping, con el anfitrión, el presidente de Argentina Mauricio Macri; con Shinzo Abe de Japón, con Narendra Modi de la India, y con Ángela Merkel de Alemania.
Este jueves la Casa Blanca informó que se cancelaron las reuniones formales con el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, y con el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
Trump tampoco se reunirá, al menos no formalmente, con el príncipe heredero a la corona saudí, Mohammed bin Salman, quien ha sido castigado por el asesinato de funcionarios saudíes del periodista Jamal Khashoggi por muchos líderes mundiales, excepto Trump, quien se declaró el asunto cerrado la semana pasada y dijo que las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita continuarán.
Su primer viaje presidencial a América Latina
La visita de Trump a Buenos Aires para el G20 marca la primera vez que Trump pondrá un pie en América Latina desde que se volvió presidente, algo que estaba programado para abril, hasta que canceló su viaje programado a Perú y envió al vicepresidente en su lugar.
Su primera visita a la región llega mientras nuevamente ha exacerbado el sentimiento antiimigrante en Estados Unidos, describiendo la caravana de varios de miles de migrantes latinoamericanos que se dirigen a Estados Unidos a buscar asilo, como una peligrosa amenaza al país.
Si bien Trump intentó ir más allá de su retórica islamofóbica de campaña durante su primera visita a Medio Oriente el año pasado, no hay indicios de que intente alejarse de sus comentarios cáusticos sobre inmigrantes indocumentados de América Latina durante su visita a Buenos Aires.
Trump tampoco tendrá reuniones bilaterales con ningún otro líder latinoamericano además de la que tiene programada con Macri, una figura amistosa que Trump conoció hace varias décadas durante sus negociaciones de bienes raíces en Nueva York. Trump tenía previsto hacer una parada en Colombia durante su viaje, pero desechó los planes para una visita al importante aliado sudamericano por segunda vez.
Los países latinoamericanos se han unido a la posición del gobierno Trump sobre la crisis política en Venezuela, a la que el presidente y los altos funcionarios del gabinete han demostrado un enfoque dedicado. Pero la retórica mordaz de Trump sobre la inmigración también ha dividido a la región, debilitando el apoyo público para Estados Unidos.