(CNN) – El Reino Unido debe parecer muy extraño al mundo exterior en este momento.
Sin embargo, no te preocupes: el brexit, y su resultante caos político, ha dejado a gran parte de la población de Gran Bretaña igual de confundida.
Esta semana, parecía que el acuerdo brexit con la Unión Europea (UE), que costó mucho a la primera ministra Theresa May y que ha sido ampliamente rechazado, finalmente tendría su momento en el centro de atención, ya que los legisladores iban a votar en la Cámara de los Comunes el martes. Pero, después de un fin de semana de especulación, retrasó la votación.
Una de las preguntas más comunes que las personas —con mejores cosas que hacer— les hacen a los políticos europeos es “¿qué pasará con el brexit?”. Durante el último par de años, ha sido posible evocar medias respuestas que suenan un poco inteligentes y seguir adelante. Pero la terrible verdad, incluso en esta última etapa del juego, es que nadie lo sabe, ni siquiera los responsables.
Esto se debe en parte a la realidad actual de la política británica. Al parecer, nadie tiene un plan viable que pueda presentarse de manera creíble como algo que podría, ya saben, suceder.
May y su círculo íntimo no han logrado convencer al Parlamento del Reino Unido de que su acuerdo es realmente lo mejor —y lo único— que está sobre la mesa en este momento.
Como resultado, la primera ministra hizo el llamado al voto significativo sobre su acuerdo sobre el brexit, presumiblemente por temor a una gran derrota y la cadena de eventos que podrían seguir.
Ahora pasará el resto de su semana moviéndose entre las capitales europeas para rogarle a los líderes de la UE antes de volver a Londres para enfrentarse a la Cámara de los Comunes el miércoles para luego regresar a Bruselas con la esperanza de que obtenga garantías suficientes sobre su acuerdo y convencer a los parlamentarios británicos a votar por ello. Que nunca se diga que la primera ministra no es optimista …
Uno de los muchos problemas que enfrenta es que incluso su propio Partido Conservador odia el acuerdo, en gran parte debido a algo llamado la frontera irlandesa de salvaguarda, la border backstop.
La frontera entre la República de Irlanda (un estado miembro de la UE) e Irlanda del Norte (parte del Reino Unido) ha sido el tema más espinoso de todo el proceso brexit. Por razones históricas, ambos equipos de negociación han dicho desde el primer día que evitar una frontera dura era una prioridad absoluta.
Desafortunadamente, por aburridas razones que tienen que ver con el comercio y las aduanas, eso es probablemente imposible a menos que Irlanda del Norte esté en algún tipo de Unión Aduanera con la UE, lo que significa que eso aplica para todo el Reino Unido si no quiere romper la Unión.
Los conservadores lo detestan, ya que desde hace mucho tiempo aclaman la posibilidad de comerciar independientemente con países de todo el mundo como el premio para un brexit.
Luego está la oposición del Partido Laborista y su ambigua política de brexit. El líder sindical Jeremy Corbyn parecía admitir el lunes que aceptó que las negociaciones estaban cerradas y que la UE no se movería en el tema de la frontera. También dio a entender que May debería hacerse a un lado y permitir que un líder (presumiblemente un J. Corbyn) capaz de negociar un mejor acuerdo se haga cargo. No hace falta ser un genio para resolver el problema aquí.
El otro problema de los laboristas es que están casi tan divididos como el Partido Conservador en cuanto al brexit, especialmente sobre el tema de un segundo referéndum, o el Voto Popular, como se le conoce. Corbyn y su equipo parecen reacios a respaldar esto abiertamente. Ciertamente, no quieren ser vistos como un apoyo a los esfuerzos para prevenir el brexit, algo que muchos en Westminster creen que es la intención final del voto popular.
El voto popular es respaldado por personas de todo el espectro político. Y sus partidarios tienen un poco más de ímpetu en su paso después de que el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas dictaminó que el Reino Unido podría revocar hipotéticamente el artículo 50, si así lo desea y con una serie de advertencias.
Pero con solo 15 semanas para el brexit (el 29 de marzo, fecha establecida para el retiro definitivo de la Unión Europea), no está claro cómo se podría llevar a cabo tal votación, cuál de los dos partidos principales respaldaría qué posición, cómo se financiaría, cuál sería la pregunta, cuántas respuestas habría y qué gobierno legislaría para ello.
Mientras tanto, de vuelta en el planeta Tierra, la UE ha dicho repetidamente que las negociaciones sobre el Acuerdo de Retiro no se reanudarán; es probable que no sea posible tener un segundo referéndum antes del Día del Brexit (ergo, el Reino Unido tendría que pedirle a la UE que extienda el Artículo 50); no hay garantía de que la opción de Noruega sea algo que la UE quiera incluso (¿por qué querría que la segunda mayor economía del Espacio Económico Europeo no esté bajo la legislación de la UE?); y, vaya, ambos partidos mayoritarios apoyan al brexit y probablemente tendrían que haber un segundo referéndum.
Entonces, ¿cómo es eso en términos claros? Por alguna razón desconocida, los políticos de todas las facciones y niveles de antigüedad han tenido sus caprichos considerados por más de dos años. En lugar de ser forzado a cumplir y a enfrentar la realidad, el vacío político que todo lo consume en el Reino Unido ha creado un espacio seguro para una especie de tierra de fantasía.
Mientras tanto, con solo 15 semanas para el día del Brexit, el mundo aún no tiene claridad sobre lo que va a ser de la quinta economía más grande.
Podría ser algo gracioso… si no fuera tan aterrador.