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Nota del editor: Ali Noorani, director ejecutivo del National Immigration Forum, es presentador del podcast “Only in America” y autor de “There Goes the Neighborhood: How Communities Overcome Prejudice and Meet the Challenge of American Immigration.” Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.

(CNN) – A pesar de unas contenciosas semanas, el impasse presupuestario —que no deja una buena impresión de la nueva era de división gubernamental— brinda una oportunidad poco común a demócratas y republicanos de trabajar mancomunadamente. Esto es porque los estadounidenses todavía casi unánimemente consideran que la inmigración a Estados Unidos es algo bueno.

Y contrariamente a la sabiduría convencional, existe de hecho un acuerdo bipartidario al alcance, una propuesta que sería algo así como la de “Soñadores a favor de la seguridad fronteriza” que fracasó por un estrecho margen en el Senado en febrero pasado, cuando ocho republicanos se sumaron a 46 demócratas pero no llegaron al umbral de 60 votos requeridos para la aprobación final. Una versión actualizada debería incluir seguridad inteligente en la frontera junto con soluciones para los más de 1 millón de inmigrantes protegidos por la Acción diferida para personas llegadas en la infancia (DACA, sus siglas en inglés) o por el Estatus de protección temporal (TPS, en inglés), programas que pronto podrían perder su estatus legal.

Ali Noorani

Afortunadamente, los republicanos en el Senado están buscando poner fin al impasse. Los senadores Cory Gardner, por Colorado; y Susan Collins, por Maine; que deben presentarse a elecciones en el 2020, dicen que apoyarían financiar la reapertura de la administración pública sin financiación para el muro. El senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur, ha hablado de ceder a ambos lados, y el senador Lamar Alexander, de Tennessee, llegó a sugerir una propuesta “pequeña”, otra “más grande” y otra “realmente grande” en un artículo de opinión en el Washington Post.

Los demócratas deberían asociarse con los republicanos para lograr un acuerdo limitado a tres componentes principales.

Primero, debería aumentar las más de 965 kilómetros de barreras físicas (o de un “muro”) que ya tenemos en la frontera sur con mejor infraestructura, tecnología nueva y de avanzada y más personal en los puertos de entrada. Esto último debería desacelerar el movimiento de drogas ilegales, 80% de las cuales ingresan por nuestros puertos. Más inteligencia para la seguridad fronteriza también prepararía a la economía permitiendo un comercio fronterizo más eficaz, que actualmente está debilitado por la falta de personal para el proceso comercial.

Segundo, debería poner fin de una vez por todas a la incertidumbre en torno al programa de DACA, del cual sobrevive una versión limitada, por el momento, debido a sentencias judiciales que han bloqueado el intento del gobierno de derogarlo. Los casi 800.000 jóvenes con estatus DACA se gradúan de la universidad, trabajan y contribuyen a la historia estadounidense. Lo correcto es darles una solución y un acuerdo sobre DACA podría ayudarle al presidente a ir recuperando algunos de los votantes suburbanos que le entregaron el control de la Cámara de Representantes a los demócratas en noviembre.

Tercero, aproximadamente 300.000 personas de países como El Salvador, Honduras y Haití que han vivido y trabajado legalmente en Estados Unidos durante décadas gracias al TPS se enfrentan a la muy real posibilidad de ser deportados en el 2019 porque el gobierno de Trump planea dejar que venzan la mayoría de las protecciones. En lugar de expulsar a familias cuyos países de nacimiento siguen enfrentándose o recuperándose de conflictos, desastres ambientales y otras complejas condiciones, deberíamos consolidar sus contribuciones en nuestro país dándoles la posibilidad de acceder a un estatus legal y eventualmente a la ciudadanía.

A la mayoría de los estadounidenses en comunidades suburbanas y más alejadas de los centros urbanos que están en medio, que saben que podemos y debemos equilibrar seguridad con compasión, les resultaría atractivo que se lograra un acuerdo sobre inmigración.

Mi organización, el National Immigration Forum, ha tenido decenas de charlas por medio de “Living Room Conversations” con este tipo de comunidades para hablar sobre inmigración. En lugares como Tulsa, Oklahoma; Marietta, Georgia; y Storm Lake, Iowa; hallamos que a la gente le provoca ansiedad lo que perciben como la identidad cambiante estadounidense en cuanto a nuestra cultura, seguridad y economía.

Pero después de reconocer sus miedos y hablar sobre sus preocupaciones, nos quedó en claro que la gente quiere un sistema inmigratorio legal que funcione, mejor seguridad en los puertos de ingreso y en la frontera; y la posibilidad de que los hombres y mujeres indocumentados, que ya han vivido y contribuido al país, puedan conseguir la ciudadanía.

La mayoría de los estadounidenses están cansados del tribalismo y de las propuestas de medidas que responden a pequeñas y ruidosas bases de votantes de ambos lados del espectro político. La intransigencia política vende en televisión pero deja una nación disfuncional a su paso.

Mientras continúe el cierre, la ira de la gente irá en aumento. Si se logra este tipo de acuerdo en el Congreso pero el presidente exige más cambios, los votantes responsabilizarán a la Casa Blanca.

Ya están plantadas las semillas de la solución. Señor presidente, es hora de cerrar trato.