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Washington (CNN) – El presidente Donald Trump pronunció el martes por la noche su respuesta al intenso estancamiento de Washington sobre su muro fronterizo. Pero cuando sea libre de tuitear y con las cámaras encendidas durante una aparición la mañana de este miércoles, Estados Unidos podría descubrir lo que él realmente piensa.

Incluido en la puesta en escena de su primer discurso en la Oficina Oval, el presidente hizo poco por terminar el cierre parcial del gobierno o por llevar el último monumento a su movimiento político, un muro a lo largo de la frontera sur, más cerca de su construcción.

Pero el comportamiento de Trump después de un momento decisivo a menudo viene dictado por su reacción ante la forma en que los demás califican su actuación.

Sus instintos políticos impulsivos pueden ir luego a toda marcha después de las presentaciones en las que ha adoptado una actitud presidencial tranquila, por ejemplo, en su discurso sobre el Estado de la Unión el año pasado. Una posterior tormenta de tuits o comentarios espontáneos a los periodistas a menudo dan un vistazo más auténtico a la mente del presidente.

Así, la cuenta de Twitter de Trump y una sesión fotográfica mientras firma una ley contra la trata de personas en la Casa Blanca el miércoles podrían ofrecer una mirada interesante, especialmente si el presidente está de mal humor por la cobertura televisiva matutina de su gran discurso.

El presidente insinuó que el espectáculo del martes por la noche en la Oficina Oval, su jugada más agresiva durante un cierre gubernamental que ahora ya se encuentra en su tercera semana, estaba fuera de su zona de confort habitual de mítines y apariciones espontáneas.

“Gracias por taaantos comentarios amables sobre mi discurso en la Oficina Oval. ¡Una experiencia muy interesante!”, tuiteó justo antes de la medianoche.

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Lo que está en juego

Trump tenía cuatro objetivos urgentes al frente del discurso en horario estelar que convocó el poder simbólico de la presidencia y se transmitió a millones de hogares y a dispositivos móviles.

Tenía que convencer a esos estadounidenses propensos a no confiar en él respecto a que hay una verdadera crisis en la frontera. Tenía que demostrar que el muro es la forma de abordarlo. Y tenía que reforzar una posición personal débil y cambiar la ecuación política mientras el cierre comienza a hacer mella.

Finalmente, con señales de la aparición de grietas entre los líderes republicanos en el Capitolio, el presidente tenía que producir una exhibición de fuerza que endurecería la determinación de su propio partido y aliviaría la presión de los votantes molestos sobre los conmocionados legisladores.

“Esta es una elección entre el bien y el mal, la justicia y la injusticia. Se trata de cumplir nuestro sagrado deber con los ciudadanos estadounidenses a quienes servimos”, dijo Trump, buscando elevar la disputa por encima del estrecho enfoque sobre el muro fronterizo – un estado de cosas que él, más que nadie, ha fomentado.

Pero al final de la noche parecía posible que la aspiración emocional y simbólica de construir un muro que tanto inflamó la carrera política de Trump se volviera un obstáculo cada vez mayor para una administración asediada por desafíos políticos.

Una cosa que Trump no hizo fue mostrar indicios de derrumbarse ante los demócratas que rechazan sus demandas de más de US$ 5.000 millones, aunque la formalidad del escenario le quitó gran parte del fuego y la pasión característicos de su discurso.

Tampoco hubo un momento decisivo que pudiera ayudar a Trump a conseguir una victoria necesitada con desesperación, en un momento de extremo peligro que se agrava con los nuevos y amenazadores avances del martes en la investigación de Robert Mueller.

El discurso de Trump careció del impacto emocional de muchos mensajes presidenciales previos desde el escritorio de la Oficina Oval, o de un nuevo material que podría desenmarañar el punto muerto en el que se encuentra Washington.

“El discurso fue algo apresurado. Fue lanzado de golpe. No logró emocionar, no emocionó a la audiencia, creo, ni emocionalmente ni racionalmente”, dijo David Gergen, asesor de presidentes republicanos y demócratas, en “CNN Tonight”.

“No creo que haya convencido”, agregó.

El representante republicano de Texas Will Hurd, quien representa a un vasto distrito fronterizo de ese estado, dijo a Don Lemon de CNN: “Esta noche no vimos nada que no hayamos visto antes. Desafortunadamente, no creo que ningún lado presente iniciativas que van a mover el balón hacia adelante”.

Si el presidente quería persuadir a los demócratas para volver a la mesa de diálogo, les ofreció para incentivar la negociación. Tampoco logró asestar un golpe mortal que podría erosionar lo que ellos creen que es su dura postura.

Crisis ‘fabricada’

Parte del problema radicaba en la dinámica a la que se enfrentaba Trump al iniciarse el discurso. El presidente acusó a los demócratas de mantener cerrado el gobierno al no financiar la seguridad fronteriza.

Pero eso no es cierto, ya que los demócratas ya aprobaron una medida que proporciona US$ 1,3 mil millones para seguridad fronteriza hasta el 8 de febrero, aunque no incluye fondos para el muro. La medida se basó en un proyecto de ley republicano que aprobó el Senado el año pasado.

Antes de Navidad, Trump dijo que estaría “orgulloso” de cerrar el gobierno a favor de la seguridad fronteriza, un comentario que socava la versión de los hechos que pronunció en su despacho de la Oficina Oval.

En su respuesta del martes, la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y Chuck Schumer exhibieron una calma exagerada para demostrar que ellos -y no Trump- ofrecen un gobierno responsable.

“El presidente Trump debe dejar de tomar como rehén al pueblo estadounidense, debe dejar de crear una crisis y debe reabrir el gobierno”, dijo Pelosi.

La advertencia del presidente de que Estados Unidos estaba enfrentando “una crisis en el corazón y una crisis del alma” representó un cambio de tono al ampliar sus palabras y lamentar que se vive una “crisis humanitaria y de seguridad en nuestra frontera sur”.

Parece ser un esfuerzo por sacarle partido al debate para atraer a los votantes más moderados. El presidente no mencionó el muro, el tema central del cierre del gobierno, hasta el final de su discurso.

Aún así, su retrato sombrío de cruces fronterizos fuera de control, un torrente de narcotráfico procedente de México y de asaltos, crímenes sexuales y homicidios perpetrados por extranjeros se habrán ganado la aprobación de sus seguidores más leales.

La base de Trump respondió a sus advertencias sobre una crisis fronteriza en su campaña, y todavía cree sinceramente que la situación está fuera de control.

Pero para cualquiera que no esté en su equipo, Trump es un mensajero imperfecto, ya que desde hace mucho tiempo ha utilizado el tema de la inmigración de forma demagógica con fines políticos. Su discurso estuvo salpicado de falsedades. Por ejemplo, dio a entender falsamente que la mayor parte del tráfico de heroína llega a través de la porosa frontera sur y que un muro solucionaría el problema. De hecho, la mayor parte de la droga se incauta en puntos legales de entrada – un muro puede hacer poco para resolver esta situación.

El presidente también trató de sacudirse la famosa promesa de que México pagaría por el muro argumentando que el costo se recuperaría en un nuevo acuerdo comercial, malinterpretando deliberadamente cómo funcionan dichos acuerdos.

La descripción que hace Trump de los inmigrantes indocumentados como delincuentes enloquecidos, cuando muchos son solicitantes de asilo desesperados que huyen de la persecución y la miseria económica, era profundamente ofensiva para sus opositores.

El presidente también ignoró la difícil situación de cientos de miles de trabajadores del gobierno que no han recibido un cheque desde que rechazó el acuerdo de financiación a corto plazo antes de Navidad por temor a una reacción violenta de los conservadores y su base política.

El martes por la noche, el temor republicano al impacto político del cierre era cada vez mayor, hecho que demuestra que la falta de empatía del presidente hacia los trabajadores despedidos no ha servido de mucho.

La senadora de Alaska Lisa Murkowski, una republicana moderada que se ha resistido al presidente, dijo que estaba receptiva a un proceso que reabriría el gobierno incluso si no se resuelve la lucha por el muro.

“Creo que podemos hacer las dos cosas al mismo tiempo”, dijo.

Una pelea que Trump debe encarar

La primera aparición pública de Trump el miércoles es la ceremonia para la firma de una ley contra la trata de personas, que podría dar lugar a comentarios extemporáneos si decide responder a una mañana potencialmente crítica. A continuación, el presidente se dirigirá al Capitolio para reunir a los republicanos y encontrarse con los líderes del Congreso en la sala de situación de la Casa Blanca, lugar elegido para sugerir un momento de crisis.

El próximo gran evento del presidente es un viaje a la frontera el jueves.

Si eso no logra mover la aguja política, Trump podría verse tentado a cumplir su amenaza de declarar una emergencia nacional como una forma de redirigir los fondos del Pentágono de otros proyectos a la construcción del muro.

El periodista de CNN, Jim Acosta, informó el martes que algunos de los amigos de Trump le han dicho que tal medida probablemente no resulte legal para el presidente.

Pero podría ofrecerle a Trump una forma de salir de su callejón sin salida sobre el muro. Una batalla judicial por la orden colocaría a Trump en una pelea que sería popular con su base, ya que su candidatura a la reelección está en marcha.

Un juicio adverso podría ofrecer una oportunidad para salvar el sistema de justicia y la percepción de injusto que hay sobre las instituciones políticas, a las que Trump siempre ha culpado de intentar frustrar su presidencia.