CNNE 603223 - el discurso completo de trump promoviendo el muro fronterizo
Trump promueve el muro ante la Nación: "Miles de estadounidenses han muerto a manos de quienes ingresaron ilegalmente a este país"
09:25 - Fuente: CNN

Nota del Editor: Jean Guerrero es autora de “Crux: A Cross-Border Memoir”, biografía ganadora del premio literario PEN y periodista investigadora ganadora del Emmy en KPBS, la afiliada de NPR y PBS en San Diego. Las opiniones expresadas en este artículo son propias de la autora.

(CNN) – El discurso en horario central del presidente Donald Trump sobre el muro fronterizo del martes revela su fijación continua con imágenes y símbolos específicos a expensas de hechos complejos y de los latinoamericanos.

Conjuró imágenes de una “barrera de acero”, “pandillas despiadadas” y “madres en llanto”. Quedó afuera toda mención de las diversas personalidades, los variados antecedentes –la humanidad– de los miles de centroamericanos que sueñan y planean y agonizan por ingresar a Estados Unidos en búsqueda de una imagen propia: el sueño americano.

Trump una vez más mencionó que el muro es “absolutamente crítico” para la seguridad fronteriza. Como reportera que cubre la frontera desde el 2015 para KPBS y nuestros socios de las cadenas públicas de televisión, he investigado el efecto de las barreras físicas de la frontera sobre los flujos de la inmigración ilegal y la drogas.

Hay escasas pruebas de que las barreras existentes, cuya construcción se inició en los años 90 con el presidente Bill Clinton, hayan tenido un papel significativo en la disminución de alguna de estas dos cosas. Pero hay abundantes pruebas de que ha desviado los otros flujos hacia otras zonas: al desierto, al océano, al cielo y bajo tierra.

Gran parte de la actividad que enriquece a las organizaciones criminales transnacionales, el contrabando de cocaína y otras drogas, ocurre por los puertos legales de ingreso en vehículos. Vale la pena resaltar que un muro no detendrá el flujo hacia el sur de armas que esos delincuentes utilizan para proteger su contrabando -las armas estadounidenses que envía a las familias centroamericanas hacia el norte mientras huyen de la violencia.

Lo que sí hace el muro, y ha estado haciendo, es empujar a la inmigración ilegal hacia zonas cada vez más peligrosas.

Cuando Trump resalta vidas estadounidenses perdidas a manos de personas que ingresaron ilegalmente a EE.UU. en televisión en horario central, confunde otras vidas y otros rostros.

Precisamente el mes pasado, el cadáver de un mexicano que se ahogó al intentar cruzar la frontera nadando fue arrastrado hasta la costa en el sur del condado San Diego. Cada año desde que comenzaron a levantar barreras, cientos de personas han muerto por deshidratación o agotamiento por calor al intentar ingresar a EE.UU. por el desierto. Yo misma he visto los esqueletos.

En tres ocasiones distintas, caminé con Águilas del Desierto, un grupo de trabajadores agrícolas, plomeros y trabajadores de construcción que pasan sus fines de semana buscando los restos de migrantes perdidos para darle un cierre a las familias de las personas perdidas. Siguen a los buitres y al olor a carne asándose, u obtienen indicaciones aproximadas de los coyotes que abandonaron a gente cansada.

Cada vez, encontramos restos humanos, así como también innumerables cantidades de elementos abandonados en el camino: biblias que están siendo devoradas por insectos, mochilas secas, tinajas vacías.

En la escuela secundaria, leí un libro titulado “The Devil’s Highway”, de Luis Alberto Urrea. Trajo a la vida a un gran grupo de migrantes que murieron trágicamente al ingresar a EE.UU. por el desierto en 2001. El libro hizo que me diera cuenta de que el periodismo podría darle voz a aquellos sin voz, incluso los muertos. La posibilidad de eso me inspiró a seguir una carrera como periodista.

Ahora, casi 15 años después, la realidad en la frontera sigue siendo casi la misma como la que describió Urrea. Las voces de los que históricamente no tiene voz permanecen ininteligibles, aun cuando cada organización de noticias envía a periodistas y fotógrafos a la frontera.

Los centroamericanos, y hasta los mexicanos, no son tan cercanos para una mayoría de ciudadanos estadounidenses como lo es “la sangre estadounidense” citada por el presidente Trump en su discurso del martes por la noche. Nuestra literatura, cine y entretenimiento aún son dominados por protagonistas blancos. Nuestra empatía es moldeada por historias que oímos y leemos durante nuestra crianza: Hemingway, Steinbeck, Melville.

Cuando imágenes de inmigrantes son utilizadas por el gobierno de Trump, son utilizadas con frecuencia para atizar el temor y resentimiento respecto de “delincuentes” e “invasores” que vienen del otro lado de la frontera.

Trump menciona las mujeres que son victimizadas -atacadas sexualmente en el camino por parte de esos mismos delincuentes. El presidente Trump ha utilizado repetidas veces videos de la más reciente caravana para deshumanizar al grupo y representarlo como algo homogéneo.

Mientras tanto, sus opositores han utilizado imágenes de madres que escapan al gas lacrimógeno para atizar la ira contra Trump y la simpatía por los inmigrantes. Lo que se pierde en este tira y afloja por el significado de fotos y videos de gente real es la complejidad de su realidad en el lugar.

La caravana no es un grupo homogéneo de personas. Algunos planean cruzar la frontera ilegalmente -los he visto saltar la valla. Decenas de personas han atacado la frontera, siguiendo instrucciones de grupos de izquierda basados en EE.UU., como BAMN, las iniciales en inglés de ‘Por cualquier medio necesario’, que distribuye panfletos en los campamentos. Otros están dispuestos a esperar lo que haga falta para pedir asilo en EE.UU.

En Tijuana, en una misa católica improvisada en la calle, hablé con una madre desesperada que huyó de Honduras con su hijo de 3 años. María Edwina Pérez me dijo que temía que una minoría de hombres revoltosos en la caravana fueran a arruinar las posibilidades de todos de ingresar a EE.UU. al darles a todos una mala reputación. Le toca esperar por semanas por una oportunidad para hablar con autoridades inmigratorias estadounidenses a raíz del retraso en los puertos de ingreso.

“Si (Trump) no quiere que entren los hombres, debería dejar ingresar a las mujeres. Venimos a trabajar, no a crear desorden. Soy una hija de Dios”, me dijo en una nota para KPBS. “Soy una mujer pacífica con paciencia”.

Ella relató un sueño en que el presidente Trump dejaba que todos los niños de la caravana ingresen como un diluvio a EE.UU.

En cambio, como los demás solicitantes de asilo, le aguardan semanas de espera en Tijuana, un lugar que tiene cifras récord de homicidios. Dos adolescentes de la caravana fueron asesinados el mes pasado. Mientras el presidente continúa caracterizando a la gente que ingresa a EE.UU. como delincuentes o víctimas, pecadores o santos, ellos siguen viviendo en limbo como seres humanos tridimensionales, reales y vulnerables y en cierta forma, indestructibles.