CNNE 583950 - brazilian presidential candidate jair bolsonaro votes in country's election

Nota del editor: Nicolás Albertoni es escritor y analista internacional uruguayo. Colaborador de CNN para temas políticos y económicos de América Latina. Investigador de la Universidad del Sur de California y la Universidad Católica del Uruguay. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. Síguelo en Twitter

(CNN Español) – Tras más una década de gobiernos de izquierda, el pasado 1º de enero Jair Bolsonaro asumió la presidencia de Brasil. Un militar que se presenta como liberal, católico y conservador toma las riendas de un país azotado por la corrupción y una crisis política que terminó con la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff (2011-2016) y un importante numero de líderes políticos en prisión, entre los que se encuentra el expresidente Inácio Lula da Silva (2003-2010). ¿Qué impactos puede tener este nuevo escenario político en América Latina, y en su relación con el resto del mundo?

Desde el inicio de su mandato, Bolsonaro parece decidido a dar señales importantes al sistema político de su país, así como al resto del mundo. Por ejemplo, buscando cumplir con una de sus promesas de disminuir el tamaño del Estado, redujo el número de ministerios de 29 a 22. En su relación con el resto del mundo, también ya confirmó que Brasil se retirará del Pacto Mundial para la Migración de Naciones Unidas, recientemente aprobado en Marruecos.

Este nuevo protagonismo que toma Bolsonaro también abre preguntas a nivel regional. América Latina ya parecía haberse acostumbrado a no contar con Brasil, que por casi cuatro años estuvo sumergido en una difícil crisis política que lo mantuvo alejado del protagonismo internacional de años anteriores. Nuevos actores han tomado un protagonismo relevante en los últimos años. Un ejemplo es el de Argentina que, tras asumir Mauricio Macri en 2015, ha tomado un rol más protagónico en América del Sur, ocupando en muchas instancias el liderazgo que Brasil parecía haber dejado de lado. La reciente organización de la Cumbre del G20 en Buenos Aires en el que el gobierno argentino concretó más 60 acuerdos bilaterales, es un ejemplo claro de este posible cambio de eje en el liderazgo regional. Solo con China, Argentina firmó 35 acuerdos durante el G20 que incluyen aspectos financieros, de comercio, y el avance en obras de infraestructura en trenes, minería y generación hidroeléctrica.

En este sentido, será interesante prestar atención a cómo se realinearán los liderazgos regionales, dado que el Brasil de Bolsonaro parece decidido a retomar el protagonismo que su país había perdido en los últimos años. Es posible que surjan algunas fricciones entre la postura nacionalista de Bolsonaro y la aperturista de Macri acerca del liderazgo económico de América Latina. Un escenario concreto en el que podrían salir a la luz este tipo de diferencias es en el Mercosur, bloque comercial integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, del cual ha sido suspendida Venezuela. Bolsonaro parece decidido a reformular el Mercosur, cosa en que hoy los demás miembros coinciden. La pregunta que queda abierta aún es cómo sería ese nuevo bloque que tiene una negociación en marcha con la Unión Europea. ¿Cuánto estará dispuesto el Brasil de Bolsonaro a abrir su mercado para que el bloque pueda crecer y avanzar con acuerdos internacionales?

Un dato importante para tener en cuenta es que, mientras el total del comercio uruguayo hoy depende en un 30% del Mercosur, Argentina un 25% y Paraguay un 40%, Brasil solo depende en un 9% del Mercosur. Esto muestra no solo la reducción en la dependencia que ha tenido Brasil con relación al Mercosur, sino que, si Bolsonaro quisiera dar la espalda al bloque regional y avanzar en negociaciones bilaterales con otros mercados, no tendría las manos atadas desde un punto de vista comercial.

A todo esto, se le suma que Argentina tiene elecciones presidenciales en octubre lo cual hará que Macri —quien buscará la reelección— no quiera buscar mayores confrontaciones con su principal vecino latinoamericano.

Finalmente, más allá de las preguntas geopolíticas ante el nuevo escenario político que abre Jair Bolsonaro, parece necesario una reflexión acerca de las instituciones democráticas ya sea de Brasil como del resto de América Latina. Ya sea por el tono de su campaña o mismo su discurso de asunción, Bolsonaro se presenta como la llave para liberar al país de “la corrupción, la criminalidad y la sumisión ideológica”. Parece claro que este presidente supo dar con el discurso necesario para ganar una elección en un país azotado por la corrupción. Pero no debemos olvidar que un discurso similar -pero del bando contrario- fue el que llevó a líderes como Lula da Silva a conquistar la presidencia. Al asumir, el 1º de enero de 2003 da Silva decía “los ciudadanos pidieron un cambio, y el cambio será la palabra clave”.

El punto central es que diversos países de América Latina, si bien aún hoy tienen alternancias de poder de izquierdas a derechas, de alas progresistas a alas más conservadoras, las opciones a futuro —de persistir la corrupción— parecen acabarse. Existe un riesgo importante en todos estos líderes -sean de izquierda o derecha- que se presentan como salvadores de un pueblo para “liberarlos” de la corrupción. Quizá aquí radique el principal desafío que hoy tiene América Latina por delante. La corrupción ya no es solo un problema casi crónico en las instituciones democráticas, sino que muchas veces la razón casi necesaria para alternancias de poder de alas progresistas a alas más conservadoras, y viceversa.

Si bien esta nueva ola de líderes en América Latina puede verse con esperanza, en muchos casos, tener únicamente como eje de su discurso buscar combatir la corrupción, pueden transformase ellos mismos en un arma de doble filo en caso de caer en las mismas tentaciones que sus antecesores. Basta con ver cómo terminaron muchos líderes de izquierda que proclamaban el discurso del cambio hacia la transparencia: algunos presos, otros corrompiendo las instituciones democráticas para desmoronar la alternancia de poder.

Por todas estas razones, el nuevo escenario político que abre Jair Bolsonaro en América Latina, más que conclusiones generan nuevas preguntas. Si esta nueva ola de gobiernos más conservadores no termina siendo la solución a la corrupción de muchos gobiernos de América Latina, ¿cuál será el siguiente paso? En su reciente libro Cómo mueren las democracias (Editorial Ariel, 2018), Steven Levitsky y Daniel Ziblatt de la Universidad de Harvard, nos alertan sobre una pregunta central en este contexto en que crece el populismo en diferentes partes del mundo: ¿están en peligro nuestras democracias? Analizado la caída de varias democracias en Europa y Latinoamérica, los autores concluyen que sí. Las democracias pueden no durar para siempre. Las democracias pueden morir, incluso a través de las elecciones de líderes que tras la victoria deciden atacar el sistema desde adentro.

No debemos olvidar que los mesianismos políticos pueden transformarse fácilmente en abismos democráticos. Cuando el único eje de discurso político que tiene una sociedad es basarse en la polarización para buscar la alternancia de poder estamos corriendo un riesgo enorme.