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(CNN Español) — Josué Alvarado Flores es un empresario y emigrante que, tras pasar años en el extranjero, volvió a El Salvador, fracasó en su intento de ser diputado de la Asamblea Legislativa, en 2015, y ahora quiere ser el próximo presidente de El Salvador, a sus 62 años.

Alvarado nació el 19 de diciembre de 1956 en el cantón El Piche, del municipio El Carmen, en el departamento de La Unión, a 142 kilómetros al este de San Salvador.

Su padre fue agricultor y pastor de una congregación cristiana evangélica, mientras que su madre se dedicó a la crianza de sus hijos.

En su juventud, practicó el fútbol y ahora se declara admirador del argentino Lionel Messi, por su humildad, aunque su equipo favorito es el Real Madrid. En la liga local de fútbol, apoya al Club Deportivo Águila de San Miguel.

En octubre de 1985, Alvarado huyó, junto a su esposa y, en ese momento, dos hijos, hacia Estados Unidos, en medio de la guerra civil que vivió El Salvador, entre 1980 y 1992, para salvarse tras ser alertado de que, por una confusión, unos militares tenían la orden de matarlo.

Se afincó en Maryland, donde se ganó la vida vendiendo alimentos a domicilio, especialmente lácteos.

Ese emprendimiento llevó al ingeniero agrónomo a fundar Río Grande Foods, una empresa establecida en Maryland.

En 1992, abrió una planta en El Salvador y ahora manufactura y exporta alimentos y bebidas étnicas desde el país hacia varios estados de Estados Unidos, principalmente productos derivados del maíz y lácteos.

Su principal nicho son los salvadoreños radicados en Estados Unidos y Canadá, pero la empresa busca expandirse a Latinoamérica, el Caribe, Asia, Oceanía y África.

Consolidado como un exitoso empresario, en 2015 intentó ganar una diputación en el Parlamento salvadoreño y se autofinanció una campaña para ser diputado bajo la bandera del Partido Demócrata Cristiano (PDC), pero no logró su objetivo.

Para mantenerse a flote en la política, y separado del resto de partidos, decidió usar los ahorros de su vida para crear y financiar el partido VAMOS, que desde el 14 de noviembre de 2017 está inscrito como instituto político en el Tribunal Supremo Electoral (TSE).

Se autodefine como hombre de principios cristianos. Su fe y el ejemplo de su padre lo llevaron a dedicar tres años de su vida como pastor de una iglesia evangélica en Maryland.

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Esa vinculación religiosa ha puesto en riesgo su aspiración de ser presidente. En noviembre de 2018, un abogado presentó una demanda de inconstitucionalidad ante la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) alegando que la candidatura violaba el artículo 82 de la Constitución salvadoreña, que prohíbe a los ministros de cualquier culto religioso y a militares pertenecer a un partido político.

El máximo tribunal de justicia salvadoreño admitió el recurso, el 16 de enero, y, aunque no suspendió la candidatura de Alvarado, aclaró que si se comprueba la violación de la Constitución no podrá asumir o continuar la Presidencia si gana las elecciones del 3 de febrero.

“El Salvador necesita un presidente que sirva de vehículo para que Dios levante a nuestro país”, ha dicho en sus redes sociales.

Su esposa es Cristina Escoto Alvarado, quien fue conferencista internacional durante 19 años y pastora general de una congregación evangélica. Luego se apartó del servicio cristiano para acompañar a su esposo en sus aspiraciones políticas e incluso buscó ser diputada, en el año 2015, por el PDC.

Alvarado y Escoto tienen ahora seis hijos. Alvarado disfruta caminar en sus fincas y cuidar del ganado. También dedica tiempo a su fundación Trabajemos por la Paz con la que, desde 2009, apoya programas de prevención de la violencia, rehabilitación y reinserción laboral de personas en conflicto con la ley.

Aunque la intención de voto lo ubica en el último sitio de los sondeos electorales, Alvarado confía en que la población recapacitará y le dará su apoyo. “Dios me quiere a mí y a ti para hacer un milagro”, ha afirmado en la recta final de su campaña.

Alvarado, declarado admirador del expresidente de Colombia Álvaro Uribe, apuesta por rescatar el agro, frenar la corrupción y prevenir la violencia.