Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta es analista de temas políticos en CNN en Español.
(CNN Español) – Uno de los mejores discursos de la historia moderna es el de la campaña de John F. Kennedy en 1960. En ese discurso él confrontó los temores de muchos sobre cómo sería o se comportaría quien a la postre se convirtió en el primer presidente católico de los EE.UU.
La historia cuenta que John F. Kennedy le pidió a sus asesores investigar cuántos católicos murieron en la batalla del Álamo. No encontraron esa información, pero John F. Kennedy, en ese muy corto discurso, de manera magistral enfrentó este temor cuando aseguró que nadie sabía si los que lucharon y murieron en el Álamo eran católicos o no, porque no se hacía esa distinción.
Durante su discurso del estado de la Unión, el presidente Donald Trump dedicó gran parte de su discurso a resaltar de donde vinieron a EE.UU. algunos asesinos. Al igual que en el caso anterior, las estadísticas no existen. La nacionalidad no tiene relación con los delitos cometidos.
Más allá de eso, todas las referencias nos indican que es bajo el porcentaje de asesinos que han cruzado la frontera de manera ilegal. Por el contrario, sí existen estadísticas sobre el mal uso y abuso de las armas automáticas que están en manos de civiles.
Si la intención fuera verdaderamente controlar la violencia, queda claro que prohibir el uso de armas automáticas, como lo hizo Bill Clinton y la mayoría de naciones desarrolladas, debería ser la primera acción efectiva, mas no acusar a una nacionalidad o la migración por esos crímenes.
El rol de un líder es resaltar lo que tiene más significado e importancia en un momento dado. En el tema de la migración, las historias están llenas de ejemplos de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que han venido y trabajado arduamente para ganarse la vida. Hay muchísimas más historias de “dreamers” que de asesinos. Hay muchos más héroes de origen hispano que han dado su vida por EE.UU. y hay muchas más víctimas de la migración que victimarios.
Crear una crisis donde no existe, cuando existen tantas, es una gran irresponsabilidad. La verdadera crisis migratoria de América está en la frontera de Venezuela con Colombia, donde el pueblo y el gobierno colombiano, así como la mayoría de la región, han dado muestras de una enorme generosidad y solidaridad que va más allá de sus propias capacidades. Eso es crisis migratoria.
Por eso, es plausible que la mayoría de los países de América, Europa y el mundo desarrollado hayan tomado por estos días una clara posición para terminar con la dictadura de Maduro. De la misma forma, pretender comparar lo que pasa en Venezuela con las políticas de los demócratas en EE.UU. es politizar y deslegitimar la trágica situación que vive la región y sin duda, los venezolanos, que son las principales víctimas de ese gobierno corrupto y responsable de haber convertido a uno los países más ricos de la región en el más pobre.
Tengo muchos amigos demócratas, algunos de ellos muy progresistas y otros de izquierda (no tengo muy claro en este punto qué significa ser de izquierda o derecha). Nunca he escuchado a nadie pedir “fronteras abiertas”, como asegura el presidente Trump. Eso es otro absurdo. Lo que la mayoría pide son fronteras seguras. Y la frontera sur de los EE.UU. es relativamente segura. También queda claro por todos los reportes de inteligencia y seguridad, que la mayoría de tráfico de armas, drogas y personas pasa no por la frontera abierta (donde no hay muro), sino por la puerta de esos muros (34% de la frontera tiene alguna clase de muro u obstáculo físico). Por eso, hay que seguir invirtiendo en seguridad inteligente (drones, etc) y no en muros que se superan con escaleras o túneles.
Cuando nos pregunten de dónde viene cualquier criminal, tratemos de concientizar que no es relevante preguntar de dónde viene, su nacionalidad o raza. Esas características son totalmente irrelevantes al delito. Por el contrario, esa pregunta tiene el propósito de generar miedo, discriminación y prejuicios. Lo único más grave que la impunidad es acusar injustamente a un inocente de un delito que no hemos sido capaces de evitar o encontrar a sus verdaderos responsables.