Nota del editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente se desempeña como director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. Colaboró con diferentes medios nacionales como Clarín, El Cronista, La Nación, Página/12, Perfil y para revistas como Noticias, Somos, Le Monde Diplomatique y Panorama. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina.
(CNN Español) – En la madrugada del martes 12 de marzo arrestaron en Brasil a dos expolicías sospechosos de haber asesinado hace un año a Marielle Franco, activista de izquierda, negra, lesbiana, originaria de una favela, como llaman en Brasil a los barrios más pobres y donde viven millones de personas. Ella era conocida por sus denuncias contra las violentas intervenciones de policías y milicias en los barrios de Río de Janeiro y no quedan dudas de que no fue un crimen circunstancial. El asesinato de Franco y del chofer que la acompañaba, sacudió la campaña electoral del expresidente Lula da Silva, favorito en las encuestas antes de ser encarcelado.
Un día después del arresto de los expolicías, un par de jóvenes entró a una escuela en San Pablo y asesinó a varios estudiantes. Si bien este hecho no es frecuente en Brasil, no es la primera vez que sucede y vale la pena recordar que el tema de “la violencia” fue parte de los debates durante la campaña electoral que llevó a la presidencia a Jair Bolsonaro.
La historia de la violencia contemporánea en Brasil siempre remite a la dictadura militar instaurada en 1964 y la existencia de aparatos represivos paralelos, conocidos como “escuadrones de la muerte”, integrados por guardias civiles o policías que mataban a quienes ellos consideraban delincuentes. Uno de sus integrantes más famosos fue José Guilherme Godinho, un miembro de la polícía que se lanzó luego a la política con el slogan “el bandido bueno es el bandido muerto” y que lo llevó a ser elegido diputado estatal de Río de Janeiro en 1990.
En numerosas favelas aparecieron también milicias que se presentaban combatiendo y disputándole los negocios ilícitos a los narcotraficantes convirtiéndose en verdaderos grupos armados con influencia política apoyando activamente a tal o cual candidato.
Si de armas se trata, Bolsonaro, durante el proceso electoral en 2018 hizo culto de ellas, como cuando tomó una niña en brazos y juntó sus pequeños deditos simulando una pistola frente a una multitud que lo vivaba. Y uno de sus primeros decretos al asumir el poder fue facilitar el registro y posesión de armas.
Bolsonaro se hizo conocido en el mundo cuando en 2016 votó por el juicio político a la presidenta Dilma Rousseff, reivindicando a un coronel condenado por la justicia brasileña por haber participado de torturas durante la dictadura, dictadura que el presidente actual niega que se haya producido, ya que en más de una oportunidad dijo que en 1964 no hubo un golpe militar.
El capitán retirado del Ejército devenido presidente ha reivindicado en numerosas ocasiones a las milicias paraestatales y ahora parece preso de su propias palabras. En todos los medios de comunicación las milicias aparecen emparentadas con la familia presidencial, algo que —por supuesto— tendrá que probar la justicia.
Por eso es clave saber quién mandó matar a Marielle Franco.