(CNN) – El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pasó el fin de semana descargando veneno en contra de una desconcertante lista de objetivos, aún cuando gran parte del resto del mundo intentaba lidiar con algo verdaderamente indignante: la masacre de musulmanes en Nueva Zelandia.
En una impresionante muestra de quejas personales transmitidas a través de Twitter, Trump exigió el regreso de una conductora de Fox News que no aparecía en su sitio habitual el sábado después de atacar verbalmente a una legisladora musulmana estadounidense. Llevó su enemistad más allá de la tumba con el fallecido senador John McCain. Se quejó de haber sido acosado por el programa “Saturday Night Live” de NBC. Trump también se lanzó fulminante contra la investigación sobre Rusia y los “demócratas radicales de la izquierda” y criticó a un líder sindical de Ohio. No es que sea raro que este presidente tan poco convencional entre los presidentes ataque a sus enemigos en Twitter. Pero la diatriba de este fin de semana fue aún más discordante debido a su tono tibio del viernes cuando dijo que no creía que el supremacismo blanco fuera un problema mundial en aumento después del ataque a dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelandia, que mató a 50 personas.
Y Trump hizo poco para cumplir con una petición de Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelandia, para que él mostrara amor y compasión hacia todos los musulmanes.
El rechazo del presidente a ser empujado a hacer una condena más fuerte de los supremacistas blancos, después de una historia de retórica racial y antimusulmana, puso a la administración a la defensiva.
“No creo que nadie pueda decir que el presidente es antimusulmán”, dijo el secretario en funciones de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, cuando se enfrentó ante pruebas como la exigencia de Trump de prohibir toda la inmigración musulmana durante la campaña de 2016 y la observación que hizo de que “el Islam nos odia”.
Mulvaney, hablando en CBS “Face the Nation” el domingo, respondió que “cada vez que sucede algo malo … gente a la que no le gusta Donald Trump, culpa a Donald Trump”.
En “Fox News Sunday”, Mulvaney dijo: “El presidente no es un supremacista blanco. No estoy seguro de cuántas veces tenemos que repetirlo”.
Los comentarios de Mulvaney no explican por qué el presidente a menudo ha tenido la oportunidad de condenar enérgicamente a los supremacistas blancos – por ejemplo, después de las marchas de extrema derecha en Charlottesville, Virginia– y no lo ha hecho.
Su mención de que las personas que critican a Trump por tal comportamiento en realidad lo están acusando de incitar a una violencia horrible, desdibuja el argumento para proteger al presidente.
La mayoría de las críticas a la retórica de Trump no dicen específicamente que causó atrocidades como la de Nueva Zelandia, pero cuestionan si tiene una responsabilidad, dado que un presidente es a menudo visto como un líder moral, para hacer más por condenar ideologías de odio.
Los extremistas, como el que supuestamente llevó a cabo los ataques de Nueva Zelandia y el estadounidense acusado de enviar artefactos explosivos a políticos y organizaciones de medios críticos con Trump el año pasado, parecen haber encontrado algún nivel de validación en la retórica del presidente.
El domingo, Mulvaney también eludió la pregunta de si el presidente daría un discurso condenando la supremacía blanca, dado que las estadísticas sugieren que se está convirtiendo en un problema creciente.
Hermanos y hermanas musulmanes
Nada de lo que el presidente ha dicho a raíz de los ataques ha sonado similar al lenguaje unificador de su embajador en Nueva Zelandia, Scott Brown, quien se refirió repetidamente a “nuestros hermanos y hermanas musulmanes” durante una entrevista con Jake Tapper en el programa “State of the Union” de CNN.
“Tenemos que asegurarnos de que estén a salvo y seguros …”, dijo Brown, exsenador republicano por Massachusetts.
“La mayor prioridad es … asegurarnos de que el amor (triunfe) sobre el odio, llegar a sus comunidades locales y hacer las cosas necesarias para que este país se cure”, dijo Brown, hablando desde Nueva Zelandia.
La tormenta de tuits de Trump el fin de semana y la obsesión con los desaires personales parecían asombrosos dado que la conversación en las noticias muestra que el mundo está centrado en el ataque en Nueva Zelandia.
Los tuits del presidente a menudo están diseñados para provocar reacciones exageradas de los medios de comunicación, provocar el enojo en su base de activistas y distraer de sus propios problemas políticos. A veces, ha dado la impresión de que adoptar una posición políticamente incorrecta es más importante para él que expresar el tipo de retórica unificadora que a menudo se esperaba de los presidentes en el pasado.
El último examen de la actitud de Trump hacia la retórica política de ultraderecha –que tiene cierta resonancia entre una minoría en su base política – fue desencadenada por sus reacciones iniciales al ataque terrorista del viernes.
Lamentó la “horrible masacre en las mezquitas” y condenó que “los lugares sagrados de culto se convirtieran en escenas de asesinatos perversos”.
Pero cuestionado sobre si había un problema creciente con la influencia de la supremacía blanca radical en la política global, matizó sus comentarios previos al decir: “Realmente no lo creo. Creo que es un pequeño grupo de personas que tienen problemas muy, muy graves”.
El presidente tampoco mostró empatía de forma pública a los musulmanes estadounidenses ni condenó el acto específico de atacar a creyentes en tales ataques.
Una oportunidad para sus rivales
Su incapacidad de ser más inflexible a la hora de condenar el supremacismo blanco ofreció una oportunidad a sus oponentes políticos, incluidos los candidatos demócratas rumbo a 2020.
“Lo mínimo que está haciendo es dividir a la gente. Lo están utilizando como una excusa. Y él, como mínimo, debería estar haciendo fuertes declaraciones, dando discursos públicos en defensa de los musulmanes en este mundo”, dijo la senadora demócrata de Minnesota Amy Klobuchar, quien se postuló a la presidencia, en el programa “State of the Union”.
“Uno de nuestros trabajos, como líderes, es levantarnos, ya sea que las personas sean judías, ya sean musulmanes, sin importar su religión, sin importar cómo se vean. Tenemos que recordar que todos son parte de un país de sueños compartidos. Y ese es Estados Unidos”.
Sin embargo, un nuevo debate sobre el tema también podría influir en los esfuerzos del presidente para alentar su propia base y avanzar en la narrativa de que está siendo objeto de un ataque injusto por no ser políticamente correcto.
Los tuits de Trump de este fin de semana cubrieron todo, desde la investigación sobre Rusia hasta su apoyo a Fox News.
Atacó a McCain, quien murió de cáncer cerebral el año pasado, por pasar al FBI una copia del Dossier Steele, escrita por un exagente de inteligencia británico que afirma que el presidente estaba comprometido por Rusia, y por votar en contra de un proyecto de ley para reemplazar el Obamacare.
Los ataques del presidente provocaron una respuesta del amigo de McCain, el senador Lindsey Graham de Carolina del Sur, quien generalmente es un fuerte partidario de Trump.
“En cuanto a @SenJohnMcCain y su devoción por su país: dio un paso adelante para arriesgar su vida por su país, sirvió de forma honorable en circunstancias difíciles y fue uno de los senadores más consecuentes en la historia del cuerpo … Nada sobre su servicio será cambiado o disminuido”, escribió Graham en Twitter.
Trump también defendió a una de sus animadoras más vociferantes en Fox, Jeanine Pirro, quien no apareció en su horario habitual el sábado por la noche después de cuestionar si las creencias religiosas de la legisladora musulmana Ilhan Omar eran compatibles con la Constitución de Estados Unidos.
“Traigan de nuevo a @JudgeJeanine Pirro. Los Demócratas Radicales de Izquierda, trabajando en estrecha colaboración con su querido socio, los Medios de Noticias Falsas, están utilizando todos los trucos para SILENCIAR a la mayoría de nuestro país”, escribió Trump en Twitter.