(CNN) – La sensación de discordia entre el exdirector de FBI James Comey y el presidente Donald Trump, que lo despidió en mayo de 2017, se reavivó en entrevistas públicas tras el fin de la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la trama rusa.
Este nuevo enfrentamiento revivió el misterio de su corta y desastrosa relación al comienzo del mandato del presidente Donald Trump, que sumió al gobierno en una crisis y llevó al nombramiento del fiscal especial. En retrospectiva, la decisión de Trump al despedir a Comey fue el comienzo de un juego de poder a largo plazo que estableció el dominio del presidente sobre el establecimiento judicial.
El miércoles Trump criticó a Comey llamándolo “un tipo terrible” y criticó a su equipo de liderazgo ante el FBI diciendo que “no está limpio, por decirlo suavemente”, en una entrevista en “Hannity” de Fox News.
La declaración del secretario de Justicia William Barr el domingo citando el informe de Mueller diciendo que “la investigación no estableció que los miembros de la campaña Trump conspiraron o coordinaron con el gobierno ruso en sus actividades de interferencia electoral” y la determinación personal del secretario de Justicia de que “la evidencia que se desarrolló durante la investigación del fiscal especial no es suficiente para establecer” que hubo obstrucción a la justicia, representa una gran victoria política para el presidente.
Pero a Comey le desconcertó que Mueller se comprometiera con la cuestión de la obstrucción, que se debió principalmente a su despido en mayo de 2017. Trump había dicho en la televisión que la razón por la que despidió a Comey fue por la supervisión de la investigación de Rusia del entonces director del FBI.
“No lo estoy prejuzgando, solo digo que no tiene sentido, y tengo muchas preguntas”, dijo Comey en una entrevista que se emitió el miércoles en “Nightly News” de la NBC.
En ese momento, la repentina decisión de Trump de despedir a Comey fue ampliamente ridiculizada como la medida política más desastrosa en décadas. Pero ahora parece que el presidente no pagará una consecuencia política duradera por una medida que consolidó significativamente su propio poder.
El despido de Comey es solo uno de los giros impresionantes en el drama de Rusia que están comenzando a adquirir un nuevo aspecto. La aparición tardía de Barr —que se movió rápidamente para gestionar el final de la investigación de Rusia— es otro giro similar.
En el corto plazo, el despido de Comey por parte de Trump lo libró de una figura problemática y poderosa que consideraba que el presidente quería cooptarlo hacia una relación de patronazgo e infringir las barreras éticas entre la Casa Blanca y el Departamento de Justicia.
En el largo plazo, al explotar normas mal definidas que navegan los límites de la autoridad ejecutiva, Trump, ya sea por accidente o con intención, puede haber expandido el poder de la propia presidencia, estableciendo un precedente significativo para el futuro.
Los presidentes tienen la autoridad de despedir a cualquier persona en el poder ejecutivo, pero la situación se vuelve confusa desde el punto de vista constitucional si la medida se ve como un esfuerzo para descarrilar una investigación criminal sobre su propia conducta.
Un futuro comandante en jefe sin escrúpulos podría usar el tratamiento que Trump le dio a Comey como justificación para fines infames.
“Podría enviar una señal a los futuros presidentes de que podrían hacer esto y salirse con la suya y creo que es una posibilidad muy inquietante”, dijo Jens David Ohlin, vicedecano de la Facultad de Derecho de Cornell. “Parece estar creando un precedente de que si a un presidente no le gusta una investigación que se está acercando al él, simplemente puede despedir al secretario de Justicia o al director del FBI”.
El despido de Comey
Comey estaba en un viaje oficial a la costa oeste en mayo de 2017 cuando se enteró de su despido en la televisión. Fue una de las primeras señales de que el estilo de liderazgo impulsivo de Trump y su disposición para probar los límites externos del comportamiento tradicional pasarían de su sala de juntas hasta el ala oeste.
El comentario posterior del presidente en la cadena de televisión NBC de que despidió a Comey debido a la investigación de Rusia provocó una secuencia de eventos que en un momento parecía que podrían terminar con su presidencia.
Hubo advertencias inmediatas de que Trump no solo había obstruido la justicia sino que había agravado su error al informarle a la nación sobre esto en televisión.
La partida de Comey dio lugar a la designación de Mueller unos días después, y dos años de agonía para la Casa Blanca, lo que llevó a la persecución y encarcelamiento de varios asesores de Trump al someter a la nación a una pesadilla política.
Al prever gran parte de la agitación, Steve Bannon, que alguna vez fue el gurú político de Trump, le dijo al programa “60 Minutes” de CBS en septiembre de 2017 que deshacerse de Comey fue probablemente el peor error en “quizás la historia política moderna”.
Pero 18 meses después, hay una interpretación alternativa: Trump no solo logró librarse de un director del FBI, sino que también pudo aislarse de las consecuencias potencialmente graves del despido.
Movimiento de poder
La historia puede ver su conducta no como el acto de un neófito engañoso que desconoce las normas constitucionales, sino de un presidente que encontró una manera de acumular más poder y evitar la responsabilidad por hacerlo.
Hay preguntas crecientes sobre el papel de Barr en el juego final de Mueller. Su rápida asunción de control sobre la investigación, que culminó con el resumen del informe, fue de gran servicio político para Trump.
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Su resumen establece la narrativa política que le permite al presidente afirmar erróneamente que fue totalmente exonerado y que sus afirmaciones de que la investigación fue un intento ilegal de derribarlo fueron justificadas.
A pesar del resumen de Barr, es probable que cuando los estadounidenses vean el informe, haya un comportamiento del presidente que sea poco halagador y posiblemente no ético, incluso si no alcanza el estándar de una conspiración criminal. Después de todo, Barr citó a Mueller en su carta al Congreso señalando que “si bien este informe no concluye que el presidente cometió un delito, tampoco lo exonera”.
Barr le dijo este miércoles a un frustrado presidente de la comisión Judicial de la Cámara de mayoría demócrata, Jerrold Nadler, que pasarían semanas y meses antes de que se publique una versión más completa del informe. Pero el período entre el veredicto inicial de Mueller y la contabilidad completa permitirá que la sabiduría convencional sobre el informe se diluya aún más.
Es por eso que el papel del secretario de Justicia tiene a algunos demócratas y otros críticos viendo su nombramiento como otra variante de una exitosa jugada de defensa presidencial y movimiento de poder.
La implacable campaña de Trump contra su primer secretario de Justicia, Jeff Sessions, estuvo motivada en gran medida por la recusación del exsenador de Alabama de la investigación de Rusia.
En su lugar, Trump pudo confirmar a Barr, con la ayuda de un Senado controlado por los republicanos, que escribió, en junio, un memorando no solicitado criticando el caso de obstrucción de Mueller como “fatalmente erróneo”.
Ocho meses después, Barr decidió —después de que Mueller dejara sin resolver la cuestión de si Trump obstruía la justicia— que las pruebas no sugerían que lo hubiera hecho.
Los motivos de Barr, en el centro de atención
Las sospechas sobre la conducta de Barr solo podrán ser aplacados por la publicación completa del informe y la evidencia subyacente de Mueller.
El caso de obstrucción siempre iba a ser difícil de demostrar para Mueller, porque un caso debe establecer que el perpetrador actuó con intención corrupta. Otro secretario de Justicia podría haber llegado a las mismas conclusiones que Barr.
“Este es un asunto de interpretación”, dijo el martes el abogado del presidente Trump, Rudolph Giuliani, en “The Situation Room” de CNN. “Conoces todos los hechos sobre la obstrucción. Puedes interpretarlos de diferentes maneras, por lo que fue una pregunta difícil”.
En el caso de Trump, el problema fue aún más complicado, ya que gran parte de la supuesta conducta obstructiva ocurrió en público, en televisión y en Twitter. Pero parece ser una gran coincidencia el que Trump encontrara un reemplazo permanente para Sessions, quien tenía una visión amplia del poder del presidente para despedir a los subordinados y cómo esa acción podría influir en un caso de obstrucción.
Barr argumentó en su memorándum de junio que el hecho de que Trump despidiera a Comey y su solicitud de despedir a Michael Flynn, exdirector de la CIA, eran consistentes con la autoridad del presidente conforme al Artículo II de la Constitución, que establece el poder sobre el poder ejecutivo del gobierno, del cual el Departamento de Justicia hace parte.
Hay un debate legal genuino sobre si un presidente aún podría ser culpable de obstruir la justicia si su uso de sus poderes del Artículo II está enraizado en un motivo corrupto.
Tampoco quedará claro hasta que se publique el informe, si Barr actuó sobre su escepticismo anterior o si su decisión sobre la obstrucción se basó únicamente en los hallazgos de Mueller.
Los demócratas dicen que esa es la razón por la que se debe divulgar el informe completo y la evidencia.
“No podemos emitir un juicio sobre la base de una interpretación de un hombre que fue contratado para su trabajo porque cree que el presidente está por encima de la ley y escribió una nota de 19 páginas para demostrarlo”, dijo la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en una reunión privada el martes, según un asesor en la sala.