Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta es analista de temas políticos en CNN en Español.
Kerry Kennedy es co-editor of INDIVISIBLE: Global Leaders for Shared Security y de la Associate General Secretary de American Friends Service Committee.
(CNN Español) – Todos los seres humanos somos iguales frente a la ley y frente a Dios, pero somos diversos y únicos. La lucha en la que estamos inmersos no debe pretender hacernos a todos iguales, ya lo intentaron los países detrás de la cortina de hierro y confirmamos que no funcionó. La lucha debe ser en contra de cualquier forma de discriminación por el hecho que somos diversos (no porque se supone que somos iguales). No solo somos diversos como personas y naciones, sino que somos únicos. Lo que debemos luchar es por la justicia porque la vida no es necesariamente justa y hay personas, lugares geográficos, sitios en la historia y naciones donde es mucho más difícil para muchos lograr alcanzar lo mismo.
Kerry Kennedy (con quien escribo este artículo) nació en Nueva Jersey como la única mujer de seis hermanos mayores, por lo que aprendió y luchó desde temprana edad a que aún las cosas menos importantes (como las normas y tareas domésticas), no deberían estar determinadas por el género. La discriminación se expresa de maneras insignificantes, pero también graves. La búsqueda del desarrollo y la paz, son las más grandes tareas. Donde no hay paz, no hay justicia, hay discriminación y hay violencia. La paz y la justicia son indivisibles.
La discriminación sistemática se impregna en la psique colectiva en una comunidad y deja llagas por generaciones. En los EE.UU. más hombres negros que de otras razas se encuentran en prisión y son asesinados en las calles. Los 400 estadounidenses más ricos de la lista Forbes poseen más riqueza que todos los hogares negros y un cuarto más que los hogares latinos en los EE.UU.
Existe una diferencia enorme e inaceptable entre los ingresos de los hombres versus las mujeres entres los ejecutivos de Estados Unidos. Las mujeres representan una importante fuerza laboral, donde muchas son la fuente principal o única del ingreso familiar.
La historia de Azza Karam (descrita en el libro de Kerry) nos muestra que no hay seguridad compartida mientras una mujer no se sienta segura. Los atentados en Nueva Zelandia son un grito trágico de alerta a las graves consecuencias de la discriminación; del miedo a lo distinto; de la ignorancia sobre el valor de la diversidad. La ley debe protegernos a todos por igual, para respetar y aprovechar que somos distintos.
La política y las empresas se potencian cuando acogemos la diversidad: es la base de la innovación y la sana competencia que nos hace crecer como sociedad. Por eso debemos trabajar por una sociedad que promueva la igualdad de oportunidades, o al menos que las compense. En tal sentido, debemos respaldar propuestas como la acción afirmativa, o las leyes tributarias que buscan que quien menos tiene pague menos impuestos (aún más allá del porcentaje de los ingresos); que el que consuma la energía mínima no pague y que el que ahorre energía tenga un incentivo (como aquellos que usan el transporte público versus el privado); que el que no tiene recursos económicos debe igual tener la oportunidad sobre todo para lograr educarse, tener la salud básica garantizada y una vivienda digna para acceder a iguales oportunidades. La sociedad moderna debe trabajar para buscar un mundo más justo, con oportunidades de conseguir empleo para vivir y terminar la vida con dignidad.
La obra del arzobispo Desmond Tutu y el libro del Buen Samaritano son una inspiración y un antídoto para luchar contra la discriminación y la inseguridad. Nos dice que la esencia de la humanidad es más poderosa que el prejuicio, y que el amor más poderoso que el odio. Si invertimos en educación, si invertimos en la inclusión para desarmar todo sistema opresivo, si invertimos en escuchar y reconocer la dignidad de cada individuo, comunidad o nación, podremos alcanzar el mundo que conocemos es posible.