Calle Flagler, Miami Beach, Florida, entre 1945-1960.

Nota del editor: El autor es abogado, político republicano y activista. Ha ejercido como vicepresidente en tres términos del Partido Republicano en Florida y dos más como presidente (1980-1990). Ha sido el primer hispano en liderar el partido Republicano en Florida. Al R. Cárdenas fue uno de los principales consejeros y encargados de recaudar fondos para la campaña presidencial de Jeb Bush en 2016.

(CNN Español) – Mis padres me trajeron a este país de niño, sin que yo lo eligiera, huyendo del comunismo de Castro. Querían que me criara en libertad. Si no hubiera nacido en Cuba, podría haber sido un Dreamer.

Nos establecimos en Miami en los años 60, y tratamos de encontrar un lugar para vivir. Nos encontramos con carteles que decían: “Negros no. Perros no. Cubanos no.”

Mi hermana, Alina, se graduó con el mejor promedio de su escuela secundaria. Como todos los alumnos con los mejores promedios anteriores, debía tener el honor de pronunciar el discurso de graduación. Pero no se lo permitieron. Las monjas de nuestra escuela (Ana, mi esposa, quiere que aclare que no eran sus adoradas monjas del Sagrado Corazón) le dijeron a mi hermana que no podía dar su discurso porque su acento ofendería a algunos padres.

Al Cárdenas

Cuando yo me gradué de la Facultad de Derecho, con el mejor promedio de mi clase y como miembro de la revista legal, los despachos de abogados más prestigiosos no querían entrevistarme. El que entonces era un pequeño despacho de abogados de Miami, Greenberg Traurig, fundado por dos hombres que se habían enfrentado a la discriminación y la persecución contra los judíos, fue el que me dio una oportunidad.

En 1978, fui el primer cubano en postularme al Congreso. A mi oficina venía gente a protestar a diario. No querían que se eligiera a un hispano. Me aconsejaron que usara la puerta trasera para evitarlos. Pero todos los días, caminaba en medio a ellos, mostrándoles que no me intimidaban. Perdí esa postulación. Pero una década después, Ileana Ros-Lehtinen llegó a ser la primera cubanaestadounidense elegida al Congreso. Lincoln y Mario Diaz-Balart, Bob Menéndez, todos vinieron después. Me siento orgulloso de ellos y de todos los otros que hoy ocupan un cargo electo. Lo hicieron por sus propios méritos. Pero, me gustaría creer, que hice algo al respecto, ayudando a abrir un poco la puerta.

¿Esos edificios en Miami donde los cubanos no podían alquilar? Hoy, muchos son propiedad de cubanoestadounidenses que han erigido edificios nuevos y lustrosos repletos de estadounidenses de apellidos compuestos.

Muchos de los alumnos con mejores promedios que dan discursos de graduación este año, serán latinos. Algunos serán Dreamers. Algunos tendrán acentos. Algunos irán a prestigiosas universidades, no porque son los hijos de padres privilegiados ni famosos que pueden comprar el ingreso. Sino porque son los hijos de padres inmigrantes que les inculcaron el valor del trabajo y la perseverancia.

Siempre habrá nativistas e intolerantes que se sienten amenazados por las personas diferentes a ellos. Intentarán cerrar puertas y discriminar. Sentir pena por nosotros mismos no nos allana el camino. El resentimiento solo nos priva de la felicidad y del éxito. Debemos canalizar esa ira e indignación como energía, concentración y tenacidad.

Sin importar cuántas veces algunos puedan gritar “regresen a México” o “regresen a Cuba”, hemos trabajado por este país: en granjas y oficinas. Y en las clases y en los quirófanos. Hemos derramado sangre por este país: el Monumento a la Guerra de Vietnam y las lápidas en el Cementerio de Arlington están repletos de nombres como los nuestros. Somos estadounidenses. Ayudamos a engrandecer este país.

Lo viejo, es nuevo una vez más. La misma discriminación y odio contra los latinos que llevó a Raúl Yzaguirre y a otros a fundar La Raza para defender los derechos civiles existen hoy.

Algunas cosas han mejorado. No ocurrió por su cuenta. Ocurrió porque había personas dispuestas a enfrentarse a la intolerancia, a luchar por la igualdad de oportunidades y a tirar abajo los muros. Ocurrió porque tuvimos aliados que construyeron puentes y nos dieron oportunidades.

Algunas cosas han empeorado, en particular, en los últimos años. El liderazgo marca la diferencia. Tener líderes que abrazan la diversidad y celebran las contribuciones de los inmigrantes es muy distinto a tener líderes que demonizan a los inmigrantes como “bad hombres” o como violadores y criminales, que fomentan la división para conseguir rédito político.

Algunos de nuestros líderes, tristemente, la mayoría en mi partido, apelan demasiado a menudo a los instintos más bajos de la gente en lugar de invocar sus mejores intenciones.

La Raza hoy se llama Unidos. Al principio, yo no comprendía por qué una organización con una marca establecida se cambiaba el nombre. Resultó ser una decisión sabia y profética. Solo juntos podemos luchar contra estos ataques.

En ningún momento de mi vida, ha sido más importante la unidad entre los latinos y con nuestros aliados. Sea que hayamos llegado aquí 50 años atrás huyendo del comunismo o 50 días atrás huyendo de la pobreza y la violencia de las pandillas en América Central, si por avión o en balsa o cruzando la frontera, o si la frontera nos cruzó a nosotros, debemos unirnos en torno a nuestros valores comunes y desafíos compartidos.

Cuando los puertorriqueños son tratados como ciudadanos de segunda clase ante las consecuencias de un huracán devastador, debemos estar Unidos y exigir algo mejor. Cuando los Dreamers son deportados y los niños son arrancados de sus padres en la frontera, debemos estar Unidos y exigir algo mejor. Cuando un cruel dictador mata de hambre a los venezolanos y muchos de ellos huyen a EE.UU., debemos estar Unidos y exigir algo mejor. Cuando nuestros niños son intimidados por tener acento, o por hablar español, debemos estar Unidos y exigir algo mejor. Cuando hay quienes quieren construir muros para dividirnos, debemos estar Unidos y exigir algo mejor.

Pido que salgamos de aquí con un renovado propósito. Para quienes entre nosotros estamos establecidos, este no es el momento de dormirnos en los laureles. Para quienes recién empiezan, este no es momento de distraerse. Debemos honrar a quienes nos precedieron y lideraron la lucha por los derechos y la igualdad, nunca dando por sentado lo que conseguimos y siguiendo en la lucha por los que vienen después de nosotros.

(Traducción de Mariana Campos)