(CNN Español) – Durante el último día del velorio del expresidente peruano Alan García en la sede del Partido Aprista Peruano en Lima, una de sus hijas leyó una carta que, según dijo, el expresidente dejó antes de dispararse cuando las autoridades pretendían detenerlo tras una orden del Poder Judicial de detención preliminar por su supuesto involucramiento en casos de corrupción. García siempre negó las acusaciones.
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“He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia. Pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos, por eso le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo, y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse”, leyó Luciana García.
Alan García fue presidente de Perú en dos ocasiones. El gobierno de Perú declaró tres días de luto por su muerte y este viernes será cremado en una ceremonia privada.
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“No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riquezas. La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podría haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano”, añade la carta que leyó su hija.
“Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes”, finaliza.
Lee la carta que Luciana García dice que su padre les dejó a sus hijos:
Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de este movimiento.
Por eso, y por los contratiempos del poder, nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de 30 años, pero jamás encontraron nada y los derroté nuevamente, porque nunca encontraran más que sus especulaciones y frustraciones.
En este tiempo de rumores y odios repetidos, que la mayoría creen verdad, he visto como se utilizan los procedimientos para humillar o vejar y no para encontrar verdades.
Por muchos años me situé por sobre los insultos, me defendí y el homenaje de mis enemigos fue argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias.
No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riquezas. La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podría haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano.
Por eso repetí: otros se venden, yo no.
Cumplido mi deber en la política y en las obras hechas para el pueblo, alcanzadas las metas que otros países o gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes.
He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia. Pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos, por eso le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo, y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse.
Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes.