Campamento base del Everest, Nepal (CNN) – Nuestro helicóptero aterriza en Lukla, una pequeña ciudad conocida por ser la puerta de entrada al Monte Everest.
Está en las verdes colinas de los Himalayas de Nepal y cuenta con una única pista corta, de la que se dice que es una de las zonas de aterrizaje más peligrosas del mundo.
Un puñado de escaladores están esperando sus vuelos. Aquellos que intentaron escalar o lograron con éxito llegar a la cima del Everest son fáciles de identificar por sus rostros quemados por el sol y el agotamiento visible.
Allí repostamos y recogemos a Tshering Pamde, un sherpa por oficio, que ha llegado a la cima más veces de las que puede recordar. Trae tanques de oxígeno. Se nos ha advertido que el mal de altura puede golpear como un ladrillo, y aunque solo vamos al campamento base, eso sigue siendo a 5.500 metros de altura.
Cuando salimos volando, saca su teléfono y nos muestra una foto de él y de un escalador colgando al final de la cuerda de un helicóptero. “Este hombre estaba varado”, dice. “Cayó en una grieta en el Campamento 1”.
La ‘zona de muerte’ del Everest
La pequeña conversación aquí gira en torno a tales historias. Escaladores sonrientes con congelación, mostrando sus dedos ennegrecidos pero negándose a abandonar la montaña. Escaladores que intentaron seguir adelante a pesar de tener una tos que les rompía las costillas. Los que estaban a punto de colapsar, pero seguían con la voz de su ser querido que crepitaba en la radio.
No hay tiempo libre. La temporada de escalada del Everest dura solo unas semanas. Este año, ese período ha resultado especialmente letal, con 11 escaladores ya muertos de unas 600 personas (incluidos guías y porteadores) que llegaron a la cumbre este año.
La semana pasada, Nirmal Purja publicó una fotografía que mostraba una larga fila de escaladores que esperaban para llegar a la cumbre en lo que se conoce como la “zona de la muerte”, un área tan alta que cada inhalación contiene solo una tercera parte del oxígeno del que hay a nivel del mar. Allá arriba, el cuerpo humano comienza a morir lentamente.
“Me quedé atrapado en el tráfico durante cuatro horas en el camino hacia arriba y tres horas y media bajando”, dijo Purja. Decir que este es el último lugar en el que alguien quiere quedarse estancado es una subestimación. La mayoría de los que mueren lo hacen volviendo.
Las muertes en el Everest tienden a clasificarse en tres categorías: enfermedad de altitud fatal, edema pulmonar a gran altitud (HAPE, por sus siglas en inglés, en la que los pulmones se llenan de agua debido a la falta de oxígeno en el torrente sanguíneo) o edema cerebral a gran altitud.
‘Vimos cadáveres’
Cuando nuestro helicóptero desciende y aterriza en el campamento base, la altitud golpea como una tonelada de ladrillos. Respirar es como tratar de aspirar aire con un elefante sentado en tu pecho. Sólo unos pocos pasos pueden hacer que te marees.
La temporada ya ha terminado. Se acabó el mar de tiendas de campaña, el bullicio de los escaladores que esperan descubrir si podrán enfrentarse a uno de los picos más grandes y difíciles del mundo. El campamento está casi desierto, excepto por equipos de limpieza y un par de escaladores que fueron de los últimos en volver.
Mrika Nikqa, de 17 años, y su padre Arindi, de Kosovo, dicen que decidieron esperar debido a las multitud.
“Bueno, se sintió increíble”, dice Mrika sobre su ascenso a la cima. “Fue bastante bueno. Tuvimos que esperar como nueve días en el Campamento 2 debido a algunos problemas. Y esos días eran de mucho tráfico y esas cosas, pero cuando llegamos a la cima solo éramos nosotros. Tuvimos buen clima”.
Su padre se enorgullece de apoyar el sueño de su hija: su objetivo es ser la persona más joven en terminar lo que se conoce como Las Siete Cumbres: llegar a la cima los siete picos más altos de los siete continentes, antes de cumplir los 18 años. Pero no fue una caminata sin preocupación.
“Vimos cuerpos muertos en el camino. Creo que quizás esto podría reflejarse negativamente en ella, solo tiene 17 años, pero no, ella lo superó”, dice Arindi.
“Sabes qué, cuando decides venir y escalar el Everest, te preparas para ver cadáveres”, agrega Mrika. “Tal vez te pueda pasar algo a ti, a tu padre, o a alguien con el que estés escalando, por eso te preparas. Ves un cadáver y dices, está bien. Se ha ido. No quiero ser como él; debo seguir adelante”.
No se necesita experiencia para obtener permisos
Esta temporada fue la receta perfecta para los desastres en las cumbres: hacinamiento, clima severo que resultó en solo unos pocos días de cumbre viables y un número creciente de escaladores inexpertos.
El gobierno de Nepal niega que las muertes atribuidas a la inexperiencia y el hacinamiento fueran el resultado de su proceso de permisos. Danduraj Ghimire, director general del Departamento de Turismo de Nepal, culpa al clima por hacer que los escaladores suban a la cima al mismo tiempo, y señala que los atascos de tráfico peligrosos no ocurren todos los días.
Ghimire dijo que solo nueve permisos más fueron emitidos esta temporada que el año pasado. Cada uno cuesta alrededor de 11.000 dólares. Si bien Nepal no tiene requisitos de experiencia para que los escaladores compren permisos, el gobierno está pensando en cambiar eso, señala.
Se ha culpado de las muertes en el pico más alto del mundo al gobierno, a las compañías de escalada y a los escaladores.
Pasang Tenzing Sherpa, quien ha sido guía en la montaña durante años, dice que los escaladores deben escuchar sus propios cuerpos. Él y un cliente privado esperaron a que las multitudes disminuyeran este año para evitar quedar atrapados en las colas.
“Por supuesto, hubo un poco de tráfico en el camino, me refiero a un atasco de tráfico bastante largo. Pero mientras que se conozcan las técnicas, cómo pasar el tráfico, no importa cuánto haya”, dice. “Lo importante es el oxígeno”.
Dice que los problemas surgen cuando demasiados escaladores inexpertos no han dominado las técnicas correctas. Se presionan demasiado y no saben cómo administrar su oxígeno.
“Hubo personas que no deberían estar en absoluto en la montaña, hubo personas por las que sentí mucha pena”, dice. “Parecía que nunca habían estado en otras montañas, excepto en el Everest”.
Nirmal, el escalador que tomó esa fotografía viral, dice que la propia montaña rápidamente pone en perspectiva la arrogancia de un escalador.
“Crees que eres sobrehumano”, dice. “Pero cuando llegas allí, la naturaleza tiene planes más grandes”.