Nota del editor: Geovanny Vicente Romero es abogado y politólogo, con experiencia como profesor y asesor de políticas públicas y gobernanza. Es un estratega político y consultor de comunicación gubernamental. Actualmente está finalizando una maestría en Comunicación Política y Gobernanza en la Universidad George Washington. Es fundador del Centro de Políticas Públicas, Desarrollo y Liderazgo RD (CPDL-RD). Síguelo en Twitter: @GeovannyVicentR. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – El debate que se vive en Bolivia sobre el tema de una posible reelección de Evo Morales para un cuarto periodo en el poder podría no ser el único que experimenta América Latina en este momento. Una incertidumbre similar se desarrolla en la República Dominicana, con la diferencia de que el presidente Danilo Medina aún no ha compartido con el país su decisión final respeto de la posible búsqueda de un tercer mandato consecutivo.
Esta es una decisión difícil para Medina, no solo porque cambiaría la suerte de su país para siempre, sino también porque cambiaría de dramática e irreversiblemente la forma en que es visto como político y la imagen que forjó en sus inicios como hombre de palabra.
Esa palabra quedó rota cuando se reeligió en 2016 luego de asegurar que no lo haría.
Justo después de esa reelección, volvió a descartar la perpetuación en el poder mientras justificaba el proceso que acababa de terminar, al decir: “No podré ser candidato nuevamente”. Cuatro años después de la reforma constitucional que en 2015 le dio paso a la reelección de 2016, Medina se encuentra atrapado en el mismo dilema, con la diferencia de que ahora hay mucho más en juego para él: su legado como estadista y el lugar que la historia le dará entre los mandatarios de la era contemporánea dominicana.
La institución de la reelección es una figura que cuando es mal empleada debilita a otras instituciones y, por tanto, el cumplimiento de las leyes queda mermado en función de un criterio selectivo que excluye a la clase política de cumplir con ellas.
La reelección como figura política no debe ser siempre satanizada pues históricamente hemos visto casos donde la continuación en el poder ha sido necesaria y de hecho, positiva.
Un ejemplo de esto es Lee Kuan Yew, quien lideró por 31 años a un Singapur empobrecido hasta llevarlo a la prosperidad. Singapur tuvo circunstancias diferentes y venia de independizarse de los británicos. Pasó de ser una nación pobre a un centro financiero y a un ejemplo del desarrollo educativo.
Sin embargo, la República Dominicana vive un momento diferente con una realidad distinta a esos inicios de Lee Kuan Yew, y esta tesis no aplicaría.
Entonces, tratando de redimir la reelección, de entrada, no podemos pensar que una nueva postulación de Medina sería del todo negativa si continúa la inversión en educación a niveles nunca vistos, o si sigue con la mejora en la calidad de los hospitales públicos como ningún otro presidente antes.
No obstante, a pesar de que la República Dominicana no ha alcanzado aún un milagro económico de la magnitud de Singapur, su democracia está más establecida que la que al principio le tocó liderar al padre de la patria del pequeño estado asiático.
Se preguntarán la razón por la cual hago este símil tan disímil entre el Caribe y Asia, entre dos realidades históricas y culturales distintas. Pero para hablar de reelección en la República Dominicana, tenemos que poner el contexto las razones que pueden ser usadas para justificarla: “Lo bueno no se cambia”, “no al retroceso”, “que siga el progreso”, “el pueblo ya decidió”, “cuatro años más”.
Independientemente de su mucho o poco avance en la reducción de la pobreza, algo que no admite negación es el crecimiento económico que el país viene experimentando, un repunte importante en comparación con el crecimiento anual de los países de la región.
No menos cierto es que ese crecimiento no se debe solo a la gestión de Danilo Medina, o de una persona, pues este desarrollo, con sus altas y sus bajas, pasó por las manos de Joaquín Balaguer (1966-1978, 1986-1996), Antonio Guzmán (1978-1982), Leonel Fernández (1996-2000, 2004-2012) y esta tendencia de crecimiento se mantiene en la era de Danilo Medina.
Es necesario indicar que los periodos de gobierno de Salvador Jorge Blanco (1982-1986) e Hipólito Mejía (2000-2004) fueron de retroceso económico para país debido a la pueblada surgida en los tiempos de Jorge Blanco tras sus negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, así como el derrumbe del sistema bancario que República Dominicana vivió en 2003 durante el gobierno de Hipólito Mejía. Con relación a este último episodio histórico, vale destacar que dicha crisis bancaria se generó en el mismo año que Mejía anunció su reelección la cual estaba prohibida por la constitución de aquel momento. El presidente logró reformar la constitución de una manera tal que el resto es historia. Los empresarios le retiraron su apoyo y el sistema bancario lo sintió.
Nótese que, en el párrafo anterior, digo “la constitución del momento” y la razón para esto es que se ha vuelto una costumbre o práctica ligera que un gran número de presidentes reformen la constitución que encuentran y por supuesto, que la nueva facilite su eventual continuación o regreso en el futuro.
Hago este recuento histórico sumado a la relación entre reelección y economía, para anticiparnos a dos de las justificaciones más fuertes que tanto los simpatizantes del presidente como los miembros del oficialismo y del gobierno traen como excusa:
a) “Lo bueno no se cambia”
b) “El pueblo es el soberano y es quien debe decidir”. La experiencia nos dice que esa “decisión soberana del pueblo” siempre termina siendo positiva y se sustenta en encuestas de popularidad que valoran muy bien aquello “bueno” que no debe ser cambiado.
A propósito del lado positivo de la reelección y al buen intencionado caso de Danilo Medina, hace un año el presidente indicaba que dejaba su decisión para marzo de 2019, Ya vamos por la mitad de año y aún no asume una posición al respeto.
Pensando en el bien del país, supongamos que Medina dice hoy que opta por la reelección, gran parte del país celebraría ya que el Partido de la Liberación Dominicana es la fuerza mayoritaria.
Entonces, ¿por qué Medina no anuncia ya su reelección? Simple, la Constitución dominicana se lo prohíbe.
A continuación, veamos en perspectiva cuáles son los principales obstáculos que enfrenta Medina, que podrían dar respuesta a sus dilemas políticos.
El primero de estos obstáculos/factores no es tan fácil de resolver. El resto de ellos no importan si el primero fuera el el fin que justifique todos los medios:
1: La Constitución: No podemos quitar la mirada de sus artículos 124 y 24 transitorio, que prohíben “la reelección presidencial para el gobernante de turno”.
2. La reputación de Medina: Se vería seriamente afectada. En estos tiempos de redes sociales y plataformas digitales, la memoria histórica de las cosas se guarda en tiempo real. En 2007, en la ciudad de Nueva York, cuando Leonel Fernández era presidente, Medina, que venía aspirando formalmente desde 2000, dijo que “un presidente que decidiera buscar la reelección tendría que estar en capacidad de tragarse un tiburón en descomposición sin eructar”.
3: División de su partido: El partido se empeña en mostrar unidad hacia afuera, pero la realidad es que tiene grietas profundas al punto de que ya empiezan a notarse despidos de compañeros de partido que se oponen a la reforma constitucional y que apoyan la corriente de Leonel Fernández dentro del mismo partido.
4: Corrupción: El dictador Rafael Leónidas Trujillo acostumbraba a renovar su gabinete como una manera de oxigenarlo pues la comunidad internacional asumía que en la República Dominicana había una dictadura. Probablemente esto también podría ser alegórico con el tiempo que permanece un gobierno en el poder. Tomemos en cuenta que desde 1996, con la excepción del periodo de 2000-2004, gran parte de los altos funcionarios públicos han realizado una especie de carrera administrativa (servicio civil) como ministros y ministras. Esto ha sucedido porque el partido gobernante ha sido tímido en la renovación de los rostros de todas sus administraciones, seis términos en 23 años para ser exactos.
En el caso de la República Dominicana, en su historia reciente no encontramos la tradición de renovación de gobierno cada cuatro años.
La práctica nos dice que con la reelección presidencial se reelige todo el gabinete. El único cambio que se produce en estos escenarios es la rotación de los cargos donde no causa sorpresa que un médico pase a dirigir deportes, un abogado dirija medio ambiente o un arquitecto dirija el Ministerio de Educación.
Tampoco sorprende ver a un ministro con 15 años en el mismo cargo como Ramón Ventura Camejo, por aquello que mencionaba de una carrera administrativa de facto a esos niveles producto de la inamovilidad o por la rotación malsana como es el caso de José Ramón Fadul quien ha dirigido el Ministerio de Industria y Comercio, el Ministerio de Interior y el Ministerio de Trabajo. ¡Hay más casos!
Los países tienen constituciones que son rígidas, otras son de carácter flexible y otras son tan solo son un pedazo de papel.
La República Dominicana, más joven que Estados Unidos, ha reformado su constitución 39 veces desde la proclamación de su carta magna en 1844, con su primer cambio en 1854 y el último en el 2015. El vecino del norte solo ha enmendado en 27 ocasiones.
La realidad es que cuando la reelección llama a la puerta acompañada de irregularidades, la corrupción se acomoda en una silla y la transparencia sale por la ventana.
En conclusión, con una oposición que trata de unificarse y un partido oficialista que se divide, Danilo Medina no tendrá un adversario más importante que la Constitución.