Nota del editor: Dan Restrepo es Investigador sénior en el Center for American Progress.
(CNN) – Las señales de la política migratoria fallida del presidente Donald Trump se acumulan casi a diario.
Y justo cuando la migración aumenta en el continente americano y crece el número de solicitantes de asilo que llega a la frontera estadounidense, no es precisamente el momento indicado para proteger y dar impulso a los intereses nacionales.
Un muro imaginario, despliegues de tropas legalmente dudosos, el desmembramiento de las leyes de asilo en EE.UU., intentos de extorsión a México, y, más recientemente, el fin de los programas creados para atender las causas del problema, mientras se amenaza con arrestos y deportaciones masivas, constituyen una cadena de políticas fallidas del presidente Trump que no han logrado ni lograrán frenar la migración desde el Triángulo Norte en América Central (El Salvador, Guatemala y Honduras). Así como la retórica de “todas las opciones están en la mesa” no ha hecho nada para evitar la huida de cuatro millones de personas de Venezuela en años recientes.
Con la migración transformando el tejido humano del continente americano y ante los mencionados fracasos, EE.UU. necesita una nueva estrategia audaz y eficaz.
Un enfoque que reconozca la humanidad de quienes huyen de la violencia, la represión, las privaciones económicas y que intente resolver, mediante alianzas, los motores clave de la migración: los profundos fracasos de gobernación en América Central, el colapso intencional del sistema en Venezuela como consecuencia de un régimen corrupto y criminal, y los efectos negativos del cambio climático en toda la región.
Durante años, EE.UU. condujo la política en las Américas a bajo costo. Desde el 2000 al 2018 dedicó, por ejemplo, tan solo un 7,5% o US$ 21.650 millones a la asistencia económica al continente americano. En lugar de recortar inversiones en el Triángulo Norte, como hizo formalmente el gobierno de Trump esta semana, EE.UU. debe invertir más en los países y las dinámicas que afectan más directamente la vida diaria de sus ciudadanos.
Pero la respuesta no es simplemente mayor inversión. Como señalamos en “Getting Migration in the Americas Right” un nuevo informe del Center for American Progress, la inversión debe regirse por principios y estar enfocada en las causas inmediatas y a largo plazo de la migración.
EE.UU. ya no puede apoyar regímenes autoritarios y represivos en nombre de la competencia por el Gran Poder, la cooperación en seguridad u otros objetivos supuestamente estratégicos. Debe priorizar la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho para fomentar los intereses nacionales estadounidenses en el continente americano ya que la gente no huye de democracias que funcionan y en crecimiento.
El nuevo enfoque debe intentar anclar con seguridad a los potenciales migrantes en sus comunidades de origen hoy y no solo después de la transformación generacional y societaria. Debe ir más allá de la asistencia extranjera tradicional y explorar seguros de microcultivos y apoyos específicos para el mercado, entre otras estrategias creativas para la subsistencia de los agricultores afectados negativamente por la roya del cafeto y la sequía en el corredor seco de América Central.
Es necesario aumentar la escala de los programas de reducción de la violencia que impulsan la migración en todo el Triángulo Norte, lo que solo puede ocurrir si la responsabilidad de manejar la migración se comparte con socios locales, nacionales y regionales. Para esto es crítico alentar —quizás persuadir— a las elites de América Central a ser parte de la solución, en lugar de ser, como ocurre hoy, parte del problema.
Mientras, es clave una transición democrática pacífica en Venezuela para detener un desplazamiento masivo continuo que ha visto huir a 4 millones de personas en años recientes. EE.UU. y sus socios deben dejar de creer que el éxodo de venezolanos amainará pronto. No lo hará. En cambio, es hora de tomar acciones decisivas para mitigar su efecto en el pueblo de Venezuela y de otros países en la región.
Con ese objeto, EE.UU. debe otorgar Estatus de Protección Temporal a los venezolanos y revisar el cupo de admisión de refugiados para hacer espacio para los que huyen de la violencia y la represión en el país sudamericano. También debe hacer más, directa e indirectamente por medio de las Naciones Unidas y otros mecanismos multilaterales eficaces, para fortalecer la capacidad de los vecinos de Venezuela para absorber los crecientes flujos migratorios. EE.UU. debe ayudar a fomentar la esperanza de un futuro mejor trabajando con socios internacionales para financiar esfuerzos humanitarios y de reconstrucción no politizados en Venezuela.
EE.UU. seguirá sin poder liderar en migración —proveniente de América Central o de Venezuela— hasta que ponga en orden su propio país. Como mínimo, deben poner fin a la retórica incendiaria y xenofóbica con respecto a los migrantes y organizar un sistema de inmigración legal que brinde avenidas reales, fundadas en la evidencia y lo suficientemente flexible para la migración.
La migración en el continente americano no es simplemente un desafío, representa también una oportunidad para Washington, en particular, ante la realidad de una población que envejece. Ha llegado el momento de abandonar el fracaso del gobierno de Trump y establecer un curso nuevo, más eficaz para gestionar la migración y fomentar los intereses de EE.UU. en el continente americano.
– (Traducción de Mariana Campos)