Nota del editor: Emili J. Blasco es periodista y director del centro Global Affairs de la Universidad de Navarra. Ha sido corresponsal en Berlín, Londres y Washington para el diario ABC de España, donde sigue publicando una columna. Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor.
(CNN Español) – China, como en su día la URSS con el lanzamiento del Sputnik, parece estar disputando a Estados Unidos el liderazgo de la próxima revolución tecnológica. Los avances chinos en 5G –la quinta generación de telefonía móvil, que aumenta exponencialmente la velocidad de las telecomunicaciones y el volumen de información transferible, posibilitando con ello la sincronización de operaciones muy complejas– están poniendo al gigante asiático en situación de alcanzar la paridad tecnológica con EE.UU., objetivo que Beijing quiere lograr para 2035.
El pulso entre EE.UU. y China a raíz de Huawei ha mostrado de pronto al mundo la amplia penetración que esa empresa china está logrando en muchos países para desarrollar las conexiones 5G. Eso ha supuesto una sacudida en la percepción general, también entre muchos estadounidenses, sobre la posibilidad de que EE.UU. se esté quedando atrás.
Algo así ocurrió con el lanzamiento en 1957 del Sputnik , el primer satélite artificial, que situó a la URSS por delante en la carrera espacial con EE.UU. Ese primer paso en la conquista del espacio dado por el mayor rival de la Guerra Fría supuso para los estadounidenses una voz de alarma que alcanzó a toda la sociedad: en las escuelas se promovieron más las matemáticas y las ciencias y, al final de la cadena del conocimiento, en 1958 el presidente Dwight D. Eisenhower creó la NASA.
Esa reacción –la capacidad de toda una nación de volcarse en un objetivo, en cerrada disputa con un competidor– se conoció como el “momento Sputnik”. Fue una suerte de “despertar” y “ponerse las pilas”. El notable esfuerzo dio sus resultados y en 1969 el primer hombre pisó la Luna llevando la bandera de las barras y estrellas.
Mucho se ha debatido los últimos años sobre si Estados Unidos está o no en declive o si hemos ya pasado de un orden internacional unipolar a otro bipolar o multipolar. El ascenso de China lógicamente reduce el peso relativo de EE.UU. en el mundo: la economía estadounidense era en 1960 el 40% de la economía mundial; hoy supone el 24%, no porque no crezca, sino por el normal desarrollo de otros países. Además, hay que tener en cuenta que la situación de “superpotencia solitaria” alcanzada con el colapso de la URSS fue una excepcionalidad que difícilmente iba a prolongarse mucho en el tiempo.
En cualquier caso, EE.UU. sigue siendo la primera potencia: en el campo militar su superioridad será incuestionable por décadas y en el económico de momento no ha sido sobrepasado por China. Incluso demográficamente el tiempo juega a favor de EE.UU., que irá reduciendo la diferencia en población activa respecto a China, dado el mayor envejecimiento de la población de este país: la actual proporción de 5 a 1 a favor chino se reducirá al 3 a 1 hacia 2050.
Si el sistema de telefonía móvil 1G tuvo a la estadounidense Motorola como marca emblemática en la década de 1980, el cetro pasó en los 90 a la finlandesa Nokia con el 2G y en la década siguiente a la canadiense Blackberry con el 3G. Apple, con su iPhone, ha sido la marca dominante del 4G en la década en que estamos y Huawei aspira a ocupar ese puesto la próxima. Esa secuencia temporal muestra que EE.UU. estuvo en los comienzos de la innovación y que volvió a controlar el mercado cuando la telefonía móvil dio el salto cualitativo a los celulares inteligentes. Pero hoy, cuando va darse un salto aún mayor, podría perder su posición de liderazgo. De hecho, ninguna marca-país ha tenido un reinado permanente en este ámbito.
Washington puede querer combatir a Huawei en todos los frentes, pero ciertas acciones legales y la presión sobre países aliados para que restrinjan la actividad de la tecnológica china en sus territorios solo darán logros parciales. EE.UU. tiene que vencer a Huawei-China en el terreno tecnológico, y para eso debe sobreponerse como ocurrió ante el éxito ruso del Sputnik. Un “momento Huawei”, sin llegar a la psicosis, es necesario.
Al discutir sobre “declivismo” o de “nueva centuria americana”, según se juzgue de modo pesimista u optimista la marcha de EE.UU., se echa mano de estadísticas que muchas veces al ciudadano de a pie le resultan frías. Hablar de “momento Huawei”, en cambio, puede ser lo suficientemente sugerente –y amenazante– como para reactivar el talento científico y tecnológico que EE.UU. puede generar.
En 2011 tuvo un gran impacto el libro “That Used to Be Us” (Eso solíamos ser nosotros), del columnista del New York Times Thomas Friedman. Era una llamada precisamente a recobrar el liderazgo mundial dando respuesta a los retos planteados por nuestro tiempo. Que el título de ese libro se quede en una frase de alerta o sea la triste constatación de una realidad depende de los propios estadounidenses.