Nota del editor: David Bittan es abogado y analista de temas políticos e internacionales. Es Columnista del diario el Universal de Venezuela y ha participado en el Congreso Judío Mundial. Además, es miembro del American Jewish Committee y de la Federación de Comunidades Judías de España.
(CNN) – Venezuela continúa en las primeras páginas de todos los medios internacionales: todos se interesan por la llegada de la estabilidad a un país con antecedentes democráticos. En el ínterin, se producen eventos que enmudecen a la humanidad. ¿Hasta cuándo?
Después de que el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, logró contagiar a muchos con una idea que parecía “madura” apoyado por la contundente disposición del presidente de EE.UU., Donald Trump, y su equipo de forzar un cambio en el país, el globo se desinfla. Los que declaraban que todas las opciones estaban sobre la mesa ahora dicen que hay que escoger entre “Justicia y Democracia”.
- Mira: Estados Unidos contempla todas las opciones para apoyar a Juan Guaidó
No estoy de acuerdo en abandonar la idea de Justicia. Justicia y Democracia son términos “siameses”. Democracia sin Justicia sería un mal comienzo para una nueva Venezuela, en la que tendrán que convivir unos y otros. Los que hoy son minoría no van a desaparecer.
Las conversaciones que se realizan en Barbados, con el auspicio de Noruega, son importantes por el roce necesario entre quienes, hoy, son enemigos. Pero mientras conversan allí, en Venezuela se sigue persiguiendo a la oposición.
La lupa internacional en este proceso logra que personas como Michelle Bachelet, la alta comisionada de ONU para los DD.HH., no pueda esconder la realidad venezolana y tenga que identificar a los que están intoxicando el proceso porque el caos les beneficia. Ese pequeño grupo será desechado por su misma gente, no caben en la Venezuela de la tranquilidad.
Las sanciones y todas las medidas que está implementando la comunidad internacional son los factores que, definitivamente, obligan al Gobierno a entender que no hay otra vía que la de negociar. La oposición, por su parte, debe saber del escenario de arena movediza al cual se enfrenta: los que mandan ya minaron las bases de un nuevo país con una realidad única conocida para los jóvenes que ya cumplieron 20 años.
La Sociedad Civil —hoy desgastada y sin aliento aparente— se mueve entre la angustia, la resignación y la esperanza. Sin embargo, muchos en el país sudamericano entienden que las cosas no pueden seguir de esta manera, pues una Venezuela aislada, sin recursos y asfixiada tiene pronóstico reservado.
Esperemos que esta etapa no quede en un mero paseo.